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HOMILÍA DOMINICAL - CICLO C Vigésimo séptimo DOMINGO P. Félix Jiménez Tutor, escolapio |
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EVANGELIO En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor contestó: -Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "arráncate de raíz y plántate en el mar", y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa?" ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer". .
HOMILÍA 1 Paganini, el gran violinista, daba un importante concierto un día y cuando salió al escenario notó algo raro en su violín. Lo miró durante unos segundos y cayó en la cuenta de que no era su famoso y valioso violín. Alguien se lo había robado y había dejado en la caja uno de segunda mano. "Señoras y señores, dijo a su auditorio, les quiero demostrar esta noche que la música no está en el instrumento sino en el alma". Y tocó como nunca lo había hecho anteriormente y de ese violín de segunda mano brotó una música que entusiasmó a su auditorio. El violín de primera o de segunda mano no tiene música; la música, la inspiración, el arte y el fuego están en las manos y en el alma del artista. Y la fe, ¿dónde está? ¿Está en la cabeza, en los templos, en los libros, en la Biblia, en el predicador? Necesitamos la cabeza y los templos y los libros y la Biblia y los predicadores…pero la fe no está ahí. La fe nace, crece y sale de dentro, del alma. Los apóstoles, hoy, en este pasaje de Lucas le piden a Jesús que les aumente la fe. Hermanos, la fe es un don, una gracia, y se la tenemos que pedir al único que la puede conceder, al Señor Jesús. ¿Qué le pide usted a Dios? Le pedimos la salud, le pedimos trabajo, le pedimos que nos libre del sufrimiento, le pedimos la felicidad del matrimonio, le pedimos por los hijos… ¿Le pedimos alguna vez que nos aumente la fe? Hoy, le vamos a pedir todos que nos aumente la fe. Y el Señor no nos va a negar este don que quiere ofrecer a todos. Pero hay que pedirlo. Hay que estar abiertos a la obra de Dios. La fe es como el sol. Ilumina nuestra vida con la luz de Dios. Si usted tiene en su casa las cortinas cerradas, las persianas bajas, el sol no entra. Vive sin la luz del día. Para que la luz de Dios nos ilumine y penetre tenemos que abrirnos a la obra de Dios. Quitar la cortina de humo que es el pecado y abrir la ventana de la oración. Pedir la fe es querer y dejar que Dios entre e ilumine nuestra alma. El don de Dios, el don de la fe, tiene que ser alimentada con la compañía de los hermanos. Y la fe también es probada en las dificultadas de la vida. La vida del cristiano es la fe con el mono de trabajo. ¿Cuándo se pone usted el mono de trabajo? ¿Sólo para trabajar? El creyente lleva puesto el mono de la fe todos los días porque tenemos que hacer siempre el trabajo de Dios. "Si tuvieran fe como un granito de mostaza"… Una mujer no está un poco embarazada. Lo está o no lo está. El problema de la fe no es la cantidad. Es tener o no tener. ¿Ha movido usted alguna montaña? ¿Ha arrancado su fe algún árbol? Yo no conozco a nadie. Ni siquiera Jesús lo hizo. Y Jesús se negó muchas veces a hacer los signos que le pedían. La fe nos abre a lo imposible, al Dios siempre imposible de creer: La fe hace posible lo imposible. La fe no es magia, es confianza total en Dios. Los apóstoles le pidieron al Señor "auméntanos la fe" y estos hombres, llenos de Dios, confiados en Dios, sin organización, sin periódicos, sin radio… pero llenos de fe cambiaron el curso de la historia. Llevaron el sol de Dios al mundo. La música de Dios estaba en sus almas. Y a pesar de su fe, de su testimonio, y de hacer el trabajo de Dios, Jesús les dijo: "Cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos siervos inútiles, sólo hicimos lo que debíamos hacer". Dios nos necesita. Dios nos manda hacer su trabajo y nos hace sus colaboradores y sin embargo nos llama "siervos inútiles", "siervos que no hacen falta". Le gusta que le digan, ¿usted es un inútil? Hay que tener una buena dosis de humildad para aceptar que "yo soy un inútil en las cosas de Dios". Sólo Dios es necesario. Sólo Dios salva. Sólo Dios tiene la última palabra. Sólo Dios es amor. Todo lo que no es Dios es inútil. Todos nosotros somos inútiles porque no salvamos, porque no tenemos la última palabra, porque somos una mezcla de amor y de odio, y porque muchas veces queremos hacer el papel que no nos corresponde. Sólo Dios es Dios y Señor de todo. Nosotros no somos dios pero estamos invitados a ser siervos y colaboradores de Dios y tenemos que hacer todo lo que Él nos ha mandado. San Pablo dice: "Ni el que riega ni el que siembra es nada, sólo Dios hace crecer la fe que él ha sembrado en nuestros corazones."
FE BARATA: SÓLO REZAR. FE CARA: REZAR Y COMPROMETERSE Alejandro Solzhenitsyn, enviado a un campo de concentración, fue obligado a trabajar hasta el agotamiento. Sin descanso y mal alimentado, siempre vigilado e incomunicado creyó que todos le habían olvidado incluso Dios. Pensó en suicidarse, pero recordaba las enseñanzas de la Biblia y no se atrevía. Decidió escaparse y así serían otros los que lo matarían. El día de la fuga cuando echó a correr un prisionero que nunca había visto antes se plantó delante de él. Le miró a los ojos y vio más amor en esos ojos del que jamás había visto en los ojos de otro ser humano. El extraño prisionero se agachó y con una ramita trazó la señal de la cruz en el suelo de la Rusia comunista. Cuando vio la cruz supo que Dios no le había olvidado. Supo que Dios estaba con él en el pozo de la desesperación. Pocos días después Solzhenitsyn estaba en Suiza. Era un hombre libre. Vio la cruz dibujada en la tierra y supo que Dios no le había olvidado. Vio la cruz y ésta encendió la fe en su corazón. Vio la cruz y recordó la fidelidad de Dios, que su amor es eterno. Nosotros vemos nuestra sociedad cada día más secularizada, más empeñada en apagar la luz de la fe y en ridiculizar la cruz, la religión y a los que aún creen. Los nuevos ateos son cada día más vociferantes. Publican libros, están presentes en las ondas y, salidos del armario, se arman de valor y predican su increencia a los cuatro puntos cardinales. El pecado que Israel cometió, nosotros también, fue el del olvido. El pueblo de Dios olvidó las muchas bendiciones de su Dios y los años de felicidad guiados por él. Olvidó lo pequeños y los grandes gestos que Dios hizo para liberarlos de sus enemigos. Olvidó que Dios nunca olvida sus promesas. Olvidar es vivir en el exilio. Nosotros vivimos en un exilio dorado, pero sin Dios. Y en este mundo nuevo, obra de los hombres solos, a veces, recordamos al Dios ausente, al Dios que guarda silencio. Lo recordamos porque a pesar de tanto progreso, tanto saber y tanto poder nos topamos con unas barreras infranqueables. Hay guerras que no acabamos de ganar. Hay hambres que no queremos aliviar. Hay odios que no sabemos curar. Hay injusticias que se agrandan y son más las puertas que se cierran que las que se abren. ¿Será que no tenemos fe? Los apóstoles pedían a Jesús más fe. ¿Cuál es el trabajo que tenemos que hacer? Creer en Jesucristo. Ojalá la pidiéramos nosotros también. Ojalá, nosotros, los siervos inútiles, creyéramos en el Señor que nos contrata. Aunque lo urgente no es más fe. Lo urgente es practicar la que ya tenemos, experimentarla y dedicarle más tiempo. “El justo vivirá por la fe”. Practicar la fe es “actuar con justicia, amar con compasión y caminar con humildad ante Dios”. Para hacer estas cosas, ustedes y yo, tenemos más que suficiente. A veces nos excusamos mirando al pasado y lo idealizamos. Antes todo era más sencillo, más tranquilo y aparentemente había más respeto a la religión y las iglesias estaban más llenas. Todo eso tenía que pasar, era un espejismo. Lo esencial no era la fe practicada con los pies, las manos, la cartera, el tiempo, la vida de cada día, en el amor a Dios y al prójimo. Un pasado cristiano pero sin creyentes. La fe es una relación con Jesús, una identificación con su vida y su mensaje. “Yo creo en el sol incluso cuando no brilla. Yo creo en el amor incluso cuando no lo siento. Yo creo en Dios incluso cuando guarda silencio”. Así rezaba una pared en un sótano de Colonia después de la II guerra mundial. Pablo recomienda a Timoteo y a todos los creyentes a “avivar el don de Dios” que se nos dio en el bautismo. Avivar la fe cara del compromiso cristiano es el fin de todas nuestras celebraciones. No nos reunimos como pueblo de Dios los domingos para cumplir con la ley sino para que el Señor despierte nuestra fe y produzca frutos. HOMILÍA 3
Jesús no era un predicador como los
fariseos de la sinagoga, Jesús era un gran contador de historias. Las
dos últimas historias proclamadas estos dos últimos domingos lo
demuestran perfectamente. La parábola del administrador astuto, el
Bárcenas de todos los tiempos, y la parábola del hombre rico y del
hombre pobre son representadas en nuestras calles diariamente. Sus
enseñanzas siempre van acompañadas de una metáfora o una comparación. HOMILÍA 4
Many years ago a shoe company in England
sent one of its sales people to Africa to start a business. After a few
months this salesperson sent a message back to his head office telling
them that he is coming home as nobody in Africa wears shoes and
therefore it is a waste of time and money being there. This shoe company
did not give up, so they sent another salesperson to Africa to replace
the returning one. After a few months this second salesperson sent an
urgent message to the head office asking them to send more order forms
as nobody in Arica is wearing shoes and there are plenty of
opportunities to make sales. The second salesperson saw the opportunity
in his situation, not difficulties that he is facing, and more to the
point, he had in himself and in his products, and because of that he
succeeded where the first salesperson failed. He expected the impossible
and it happened. |