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Escritura:
Deuteronomio 6, 2-6; Hebreos 7, 23-28;
Marcos 12, 28-34 |
EVANGELIO
En aquel tiempo,
un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Qué
mandamiento
es el primero de todos?"
Jesús le
respondió: "El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es
el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda
tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es éste:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay mandamiento mayor que
éstos".
El escriba
replicó: "Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es
uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón,
con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a
uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios".
Jesús viendo que
había respondido sensatamente, le dijo: "No estás lejos del Reino de
Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
HOMILÍA 1
Un padre llegó a
casa cansado del trabajo, se sentó en el sofá y se puso a leer el
Heraldo Soria. Su hijo de pocos años no dejaba de
importunarle con miles
de preguntas. El padre para quitárselo de encima cogió una página del
periódico que tenía una gran foto de la tierra, la cortó en trocitos y
se la dio a su hijo para que la recompusiera y lo dejara en paz.
Pasaron unos pocos
minutos y el hijo volvió con el puzzle ya terminado. El padre
sorprendido le preguntó cómo lo había compuesto tan rápido.
Había una foto de
una hermosa mujer en la otra cara y cuando la reconstruí, la tierra
también quedó reconstruida, contestó el hijo.
A nosotros nos
pasa, a veces, lo mismo. Nos pasamos la vida importunando a Dios y
gritándole para atraer su atención y nos olvidamos de que se hace
presente en las personas. Cada cara lleva una huella de Dios, es una
foto de Dios que hay que recomponer. Cuando recomponemos nuestras
relaciones humanas, recomponemos, al mismo tiempo, el rostro de Dios.
Una pregunta más
para Jesús. ¿Cuál es el primer mandamiento? Pregunta fácil para Jesús y
también para nosotros que conocemos la Escritura.
"Escucha Israel…"
La primera
invitación que se hace al pueblo es la de la escucha. Tener hambre de la
Palabra de Dios.
"Escucha", pueblo
del Pilar. La comunidad se reúne para contar la
historia de la
salvación. Somos una comunidad convocada a escuchar una historia de
amor.
La historia de
Dios que nos amó el primero. Por eso decimos antes de proclamar la
Palabra: escuchemos la proclamación de la Palabra de Dios.
Con el oído y el
corazón abiertos, la Palabra sabe mejor y produce más impacto.
"Escucha", pueblo
del Pilar, la respuesta de Jesús.
"Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón…." Y amarás a tu prójimo…
Cuando vemos en la
cara de los hermanos la cara de Dios completamos el puzzle de la
creación. No podemos elegir una sola dimensión del amor. No podemos
decir que amamos a Dios y decir mi hermano es peor que un virus que no
puedo amar.
Dios y el hermano,
unidos para siempre en la vida del creyente. Difícil pero así es la
voluntad de Dios.
El Señor no sólo
vino a recordarnos este su gran y único mandamiento. Vino a decirnos que
tenemos que cumplirlo. Nos manda y exige vivir el amor.
Si el amor fuera
como el de las canciones o las novelas, si fuera sólo un sentimiento, o
cosa de hormonas o de la sangre que hierve o de la bolsa que se hincha,
entonces no se podría mandar.
Pero Jesús nos
manda amar con el corazón, el alma y la mente, es decir, compromiso
asumido por todo mi ser. Yo entero, inteligente y libre, estoy llamado a
amar a Dios y al hermano.
El mandamiento de
Jesús se dirige a la persona: su corazón, su alma y su mente, no al
instinto. Los animales obedecen al instinto. Nosotros obedecemos al Dios
que nos amó y nos ha hecho a su imagen.
Dios es
maravilloso. Nos ha creado a todos distintos: altos o bajos, blancos o
negros, listos o un poco faltos… pero a todos a todos nos ha creado con
la capacidad de amar y la necesidad de ser amados. Esa sed y ese hambre
de amor la llevamos todos dentro. Otra cosa es cómo y dónde la saciamos.
El amor humano es
como un diamante en bruto, con muchas aristas, corta, hiere y hace daño.
Cuando la gente
dice: "amo mi ciudad, amo la Biblia… o simplemente te amo, está
diciendo, tú satisfaces mi deseo. Cuando nos vamos haciendo a imagen de
Jesús, esos "amo" van perdiendo sus aristas y dicen te amo como te ama
Jesús.
¿Quién es el
maestro del amor?
¿Quién tiene
autoridad para mandarnos amar?
¿Quién es la
fuente de todo amor?
Nosotros decimos:
Jesús. Jesús nos amó y nos demostró su amor muriendo por nosotros.
Jesús, maestro del
amor al que tenemos que conocer y amar.
"Si no tengo amor, no soy nada".
Cuenta Juan Segura
un caso real que puede servir para profundizar en la rivalidad de los
dineros frete a Dios.
"Un hombre, un
buen hombre, le contaba a su párroco que acaba de vender una finca por
valor de 600.000 euros. El pobre cura, que andaba con la parroquia
endeudada a causa de las obras, escuchaba atento esperando que esa
revelación terminase en alguna pequeña o no tan pequeña cantidad que su
interlocutor hubiera decidido donar para las obras de su iglesia.
Tras un breve
espacio de silencio y una mirada profunda al párroco, el feligrés
añadió: -Ojalá me tocara un día la lotería y entonces podría ayudar a la
iglesia. Ahí el cura perdió toda esperanza de poder llevar un donativo a
su templo parroquial.
Y ése es el
problema: daríamos de lo que no tenemos, pero nos cuesta dar de lo que
tenemos".
HOMILÍA 2
Los hombres se han convertido en vallas publicitarias. Las camisetas que nos ponemos lucen todo tipo de productos, dicen las ciudades que hemos visitado, proclaman nuestros actores o futbolistas favoritos y, a veces, hasta predican ideas.
Muchos mensajes me han llamado la atención, peo recuerdo uno que leí en una camiseta este verano en Nueva York
Love All. Ama a todos.
Taste Some. Prueba algunos.
Harm No One. No hagas daño a nadie.
En un monasterio había muchas normas, respetar el gran silencio, no mirar por la ventana, ser puntual a la oración…toda una letanía de minucias necesarias para la santificación de los monjes. La vida religiosa para muchos superiores es más cuestión de mortificación que de santidad, de renuncia que de entrega. Mucho cumplimiento y poco amor. El hombre obediente guarda las normas. El hombre que ama sabe cuando puede incumplir la ley.
Los judíos del tiempo de Jesús gemían bajo el peso de la Torá. Sus 613 mandamientos eran un yugo insoportable.
¿Tienen todos los mandamientos el mismo valor y rango?
La escena del evangelio de hoy tiene su lógica. En la vida hay que priorizar, hay que encontrar el mínimo común denominador, hay que distinguir el trigo de la paja y como ésta se ve y abulta más nos quedamos con frecuencia con la paja y despreciamos el trigo.
No es de extrañar que el escriba se acerque a Jesús y le pregunte: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?
Si hubiera preguntado a un fariseo o a un sacerdote seguro que le habrían dado una respuesta muy distinta de la de Jesús.
Ante ciertas preguntas de moral, si usted consulta a diez curas, seguro que le darán diez respuestas distintas.
Preguntar a los hombres no nos
saca de dudas, hay que preguntar a Jesús.
Jesús que conocía la Torá, conocía la Biblia, acudió al libro del Deuteronomio y le respondió: “escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Fórmula ritual que los judíos saben de memoria y recitan diariamente, así como los musulmanes repiten su fórmula: “no hay dios sino Alá y Mahoma es su profeta” y los católicos recitamos el Padre Nuestro cada vez que oramos. Y acudió también al libro del Levítico y le recordó el versículo 18 del capítulo 19: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Toda la Biblia unida e interpretada, los 613 mandamientos sintetizados en una palabra, AMOR. Palabra vieja y siempre nueva, una realidad fundamental del vivir, amar. Amar a Dios y amar al prójimo.
Respuesta nada original, pero Jesús fue el primero en unir lo que estaba separado, dos realidades distintas pero complementarias. Unidas las dos evitan muchos problemas a la convivencia humana. El fanatismo y el fundamentalismo, fruta que producen las tres grandes religiones monoteístas, se da por vivir estos dos amores desconectadamente. El amor de Dios que experimentamos en nuestra vida nos tiene que llevar a ver al prójimo con los ojos de Dios que ve a todos, sean de la religión que sean, con ojos de amor y de perdón.
El amor no es un mandamiento, es una necesidad. La historia de la salvación es la historia del amor de Dios y cada uno de nosotros somos un milagro, el milagro del amor.
Nuestro Dios no es un tirano, no es un legislador de minucias conventuales, no es amante de la obediencia ciega. El amor hace sus elecciones y el creyente elige amar a Dios, amor que no es tan espontáneo y tan sensible como amar a las criaturas, pero que también tiene sus expresiones y manifestaciones sensibles, cultuales, y hasta sus éxtasis.
Cuando el amor y la ley entran en conflicto, el amor tiene que tener la última palabra.
Cuando el amor a Dios y el amor al prójimo entran en aparente conflicto, elige al prójimo y acertarás.
Para el que ama no hay mandamientos, hay entrega y dedicación.
Dios y el hombre, dos amores muy distintos pero complementarios, dos caras de la misma moneda, la del amor. Con esta moneda se compra todo, el cielo aquí y el cielo allá, se agrada a Dios y se construye la paz del mundo y se establecen unas relaciones justas entre los seres humanos.
Separar lo que Dios ha unido es muy peligroso. Mejor pecar de compromiso social que no de espiritualismo.
HOMILÍA 3
En los evangelios
encontramos muchas preguntas. Preguntas que hace Jesús: “¿Qué puedo
hacer por ti?”, le preguntaba Jesús a Bartimeo en el evangelio del
domingo pasado. Y preguntas que los hombres de ayer y de hoy seguimos
haciendo a Jesús. Preguntas serias, preguntas profundas, preguntas
legales y algunas impertinentes para mantener viva la conversación de la
fe.
La palabra de Dios, siempre antigua y siempre nueva, escrita y verbal,
es la sangre que nos une a todos.
El grupo sanguíneo de los cristianos es el evangelio de Jesús.
Un escriba se le acercó a Jesús un domingo y le hizo una pregunta seria.
Yo sé que ustedes y yo conocemos la pregunta y la respuesta. La hemos
escuchado tantas veces, pero, tal vez, la hemos convertido en una
fórmula de tantas, más en catecismo que en vida.
¿Cual es el mandamiento principal de la Ley, de la Torá?
¿Cómo se pueden comprimir en una píldora los 613 mandamientos de la Ley?
Muchos rabinos han intentado reducir el entero cuerpo de las enseñanzas
judías a su núcleo esencial.
Un sabio declaró que el rey David resumió todos los mandamientos en once
principios éticos.
Otro rabino enseñó que Isaías los comprimió en seis principios.
Otro afirmó que Miqueas los redujo a tres: ama la justicia, practica el
derecho y camina con humildad junto a tu Dios.
Y otro, según Habacuc, dijo que el principio fundamental es la fe.
El judaismo es esencialmente ético.
El escriba del evangelio que hoy hemos proclamado le preguntó a Jesús,
que no era ni sacerdote, ni teólogo, ni juez, por el mandamiento
principal y primero de la Ley.
Jesús le contestó: ”Escucha, Israel. El Señor nuestro Dios es uno solo.
Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda
tu mente y con toda tu fuerza. El segundo es este. Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”.
Respuesta que ha enriqucido a la Iglesia y que seguimos repitiendo de
generación en generación.
Después de Jesús ya no hay que estrujarse la cabeza ni seguir
investigando ni preguntar a los rabinos o a los curas por lo más
importante o lo primero.
Jesús no cita los diez mandamientos que aprendemos en el catecismo como
si no hubiera nada mejor.
Para agradar a Dios, para vivir como hijos de Dios y para vivir
éticamente nos basta con amar a Dios y amar al prójimo.
Nosotros le llamamos el primer mandamiento porque es más antiguo que los
diez mandamientos y por su dignidad, porque se dirige a Dios que es el
primero y porque encierra todos los demás y porque nos pide vivirlos con
el alma, el corazón y la mente. Apunta hacia arriba, a Dios, y hacia
abajo, a los hermanos.
Más que un mandamiento es una invitación a escuchar. Nos manda escuchar.
Jesús hace una síntesis total de las Escrituras.
A Dios hay que amarle con pasión. No se le puede amar un poco sino
apasionadamente.
Si usted escribe en Google “pasión por” encontrará todo tipo de
pasiones: pasión por los pájaros, pasión por la roja, pasión por el
chocolate, pasión por el peligro, pasión por el futból, pasión por las
setas...
En esta cultura del ocio la gente se apasiona por cualquier cosa,
excepto por Dios, la religión o la fe.
Cuando uno se excita, grita, canta y aplaude en el campo de futból
decimos, ese sí es un verdadero fan, un hincha de su equipo. Si hiciera
eso mismo en la iglesia diríamos, ese sí que está loco de atar.
La pasión por Dios y sus cosas guárdatela, para todo lo demás la pasión
es OK.
El amor de Dios reducido a la ascesis, los sacrificios y las negaciones
es una mutilación.
El amor a Dios con todo el corazón y con toda el alma exige desmesura,
desbordamiento físico y emocional.
Amar a Dios es mucho más que ser un bonachón. El amor a Dios lo hemos
reducido a ir a misa y no hacer nada más, nada malo.
Leyendo el libro: “Así habló Zaratustra”, en el prólogo del libro me he
encontrado el siguiente párrafo.
"Zaratustra respondió: Yo amo a los hombres.
¿Por qué dijo el santo, me marché yo al bosque y a las soledades? ¿No
fue acaso porque amaba demasiado a los hombres?
Ahora amo a Dios, a los hombres no los amo. El hombre es para mí una
cosa demasiado imperfecta. El amor del hombre me mataría".
Los hombres, este ser demasiado imperfecto, le concedemos a lo sumo
respeto, tolerancia e indiferencia, pero el madamiento de Jesús nos
exige amor, servicio y desmesura, lo mismo que nos pide, o más, para
Dios.
En el amor, en la pasión por Dios y por los hombres no debería haber
límites.
Sin límites canta San Pablo en su himno al amor.
HOMILÍA 4
ALL YOU NEED IS LOVE
Which commandment is the greatest of all?
What the scribe wants to know is which one defines the core of the Torah,
the Law.
Is there one that is the key to all the laws?.
Prophets, rabbis, theologians, ministers, and priests preach every
Sunday the same sermon. It all boils down to love.
Rabbi Akiva had a ready answer, “Love your neighbor as yourself”.
Hillel said when asked to summarize the most important teaching in the
Torah, “While standing on one foot”, “Whatever is hateful to you, do not
do to your neighbor. The rest is commentary , now go and study”.
“Love is the most important teaching, and be sure to act on it”, said
Akiva turning Hillel’s lesson into the positive form.
Prophet Micah says, “What does God require of you? To act justly, lo
love mercy, and to walk humbly with your God”.
Saint Paul in the letter to the Romans writes, “Love is the fulfilling
of the Law”.
Even T-Shirts wear love messages. Love All. Taste Some. Harm No One.
On the wall of my parish cemetery somebody wrote:
HERE
All you need is
Nada, Nothing, Rien.
Only our prayers. Our Love.
Mark begins Jesus’ answer with Deuteronomy 6,4. “ Hear O Israel, The
Lord is God; the Lord is one. You shall love the Lord your God with all
your heart, all your soul, and all your might”.
The purpose of the Shema, the Jews recite these verses every morning as
part of their daily devotion, is to incorporate God into their daily
life.
Nearness to the kingdom of God begins with recognizing who God is.
To affirm that God is one is a declaration of war against all would-be
gods. Because we believe in God, Jesus commands us to love him with
everything we have and everything we are. There is no ambiguity here.
God demands nothing short of absolute adoration and complete devotion.
Love of God is the first commandment, not the second.
Love of God is the foundation upon which all the other commandments
depend.
To love God is more a doing than a feeling, and although it involves
both it requires a practical expression.
The other side of the coin is the commandment to love the neighbor as
yourself. Part two is simply the flip side of part one. You cannot
separate them.
Love for God and love for neighbor together make up the most important
commandment, demonstrating that God cares as much about how his people
treat one another as he cares about how they treat him.
These two commandments neatly summarize the first and the second tablets
of the Ten Commandments. The first tablet emphasizes the person’s
relationships with God, the first five commandments. The text, as we
have it in Exodus 20, is very long and difficult to read.
The second tablet emphasizes our relationships with other people. The
text is much shorter, very visible, and easy to read, just three words:
You shall not steal…
In Nietzsche’s famous book “Thus spoke Zarathustra” I read, “Zarathustra
answered, I love mankind.
Why, said the saint, did I go into the forest and the desert? Was
because I loved men far too well.
Now I love God: men I do not love. A man is a thing too imperfect for
me. Love to man would be fatal to me”
When Moses came down from the mountain with the two tablets, the
Israelites could read the second tablet without effort, but they
probably needed binoculars to read the first tablet.
The second tablet, visible and tangible, is as important as the first
one. The invisible author of both tablets wants to remind the so-called
saints that Jesus came to save men, imperfect men, not God.
The Torah, the Law, Deuteronomy 6,4 and Leviticus 19,18 is good, very
good, but it is not the Gospel. “The law was given through Moses, but
grace and truth came through Jesus Christ” John 1,17
We follow the Law of Christ. “Bear one another burdens, and so fulfill
THE LAW OF CHRIST”. (First Corinthians 9,21)
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