HOMILÍA DOMINICAL - CICLO C

  Sexto Domingo de Pascua

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Hechos 15,1-2.22-29; Apocalipsis 21,10-14.22-23; Juan 14, 23-29

EVANGELIO

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado". Si me amarais os alegrarías de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

 

HOMILÍA 1

Jesús era judío, los apóstoles eran judíos, los primeros discípulos eran judíos y Jerusalén era la sede de la primera comunidad cristiana. Su herencia y su cultura eran el Antiguo Testamento y Moisés y el templo y el sábado y la sinagoga y la circuncisión.

A medida que la iglesia crecía por la predicación de los apóstoles, crecía el gozo y la alegría de la conversión, crecía el poder de Dios y su salvación, pero también crecían los problemas y las diferencias.

Los nuevos cristianos tenían otra cultura, otros ritos, otra música, eran otro mundo. Los nuevos cristianos querían ser de Cristo, no querían ser judíos.

Los nuevos cristianos querían ser sellados con el Espíritu de Jesús, no con el espíritu de Moisés.

Los nuevos cristianos querían ser de la nueva iglesia de Jesús, no de la vieja sinagoga.

Y ahí están, en discordia y lucha, entre lo nuevo y lo antiguo, entre judíos y gentiles, entre los de siempre y los recién llegados, entre los obreros de la última hora, entre Jerusalén y Antioquia.

"Vinieron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: ·"Si no os circuncidáis según la ley de Moisés no podéis salvaros".

"Después que Pablo y Bernabé disputaron fuertemente contra ellos sin convencerles resolvieron que Pablo Y Bernabé y algunos de los otros fueran a consultar a los apóstoles y presbíteros de Jerusalén para resolver la cuestión".

El conflicto está servido. Algunos predicadores de segunda mano y sin autoridad celosos de la ley de Moisés y por su cuenta y riesgo quieren imponer su criterio a la comunidad, sembrar la discordia, perturbar la paz y dividir la comunidad.

Para zanjar el conflicto acuden a la autoridad, a los apóstoles y presbíteros de la sede central que está en Jerusalén. Y allí se celebró lo que se conoce como el concilio de Jerusalén para resolver el conflicto entre la ley de Moisés y la fe en Jesús, entre lo nuevo y lo viejo, entre judíos y gentiles.

"Es decisión del Espíritu Santo y nuestra también no imponer ninguna carga innecesaria"… Y triunfó Jesucristo y la fe en Cristo y la nueva ley de Cristo.

La circuncisión de la carne quedó abolida para siempre.

Y ellos y nosotros aprendimos que hay que circuncidar, purificar y renovar cada día el corazón con la conversión a Jesús.

¿Quedaron convencidos esos predicadores de segunda mano?

¿Se sometieron a la decisión del Espíritu Santo y de los apóstoles?

Parece que no. El problema siguió existiendo.

Pero una nueva tradición de respeto y de aceptación de lo nuevo triunfó y las puertas de la comunidad y de la iglesia se abrieron a todos sin necesidad de circuncisión.

Eso pasó hace dos mil años. Y sigue ocurriendo hoy bajo otras formas, con otros nombres, sobre otros ritos y otras realidades, entre otros grupos, entre iglesias cristianas y dentro de la misma comunidad.

Hermanos, qué hermosa lección para todos nosotros..

Buscar siempre la unidad en lo esencial, unidad en lo que afecta al corazón de nuestra fe, unidad en lo que nadie puede quitar ni discutir.

Y lo esencial es Cristo, él es el fundamento de nuestra vida y la piedra angular de nuestra comunidad. Si eliminamos a Cristo todo el edificio se viene abajo. Cristo es la cabeza del cuerpo, de la iglesia, dice San Pablo.

Y nosotros tenemos que celebrar a Cristo en su iglesia, comer a Cristo en su iglesia, recibir el perdón de Cristo en su iglesia, obedecer a Cristo en su iglesia, recibir el Espíritu de Cristo en su iglesia, vivir a Cristo en su iglesia, porque sólo Él es esencial.

Y en lo que no es esencial, dejemos que florezca la diversidad y la pluralidad.

Dejemos que suene el órgano y las guitarras, las trompetas de los Mariachis y las palmas y que suene también el silencio.

Pero no dejemos nunca de invocar a Dios Padre, de amar a Cristo y de obedecer al Espíritu Santo.

Y no permitamos que ningún predicador de segunda mano y sin autoridad venga a enseñarnos: si no os circuncidáis según la ley de Moisés u otra doctrina novedosa.

Si no oran como yo, si no hacen esta novena, si no… no se pueden salvar.

Y Jesús que también supo de conflictos, rechazos y condenas, nos dice hoy en el evangelio de Juan: "El que me ama guarda mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y habitaremos con él siempre".

¿Qué mejor circuncisión que la presencia amorosa de Dios en nuestro corazón?

Dios es amor y sólo mi respuesta de amor me salva, me santifica, me redime, y me hace casa en la que Dios habita para siempre.

El que me ama, judío o gentil, negro o blanco, el que me ama es fiel, escucha mi palabra, me obedece, se fía de mí me experimenta vivo, presente y eficaz. Ése habitará en mí y yo en él. El que me ama recibirá el don del Espíritu que le enseñará todo lo necesario y lo necesario es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo.

La herencia que Jesús nos deja es su Espíritu y su paz. De esta herencia tenemos que vivir porque no se agota.

La Palabra no es bla, bla… es alguien, es el Espíritu Santo que hace presente la acción del Padre.

El Espíritu Santo es el maestro de la iglesia, por eso cambia.

El Espíritu Santo es tu maestro, por eso cambias y comprendes más y mejor cada día.

El Espíritu Santo es el maestro de la fidelidad para la iglesia y para cada cristiano.

 

HOMILÍA 2

En Polonia vivía un rabino muy famoso y un turista soriano que había oído hablar de su santidad y de su sabiduría decidió hacerle una visita. Le sorprendió mucho que la casa del rabino fuera sólo una habitación, limpia y ordenada, que sólo contenía un catre, una mesa, dos sillas y unos libros.

¿Rabino, le preguntó el turista, dónde están los muebles? El rabino le contestó con la siguiente pregunta, ¿y dónde están los suyos?

¿Mis muebles? Yo sólo soy un turista, estoy aquí de paso. 

Chaim, el rebino, le contestó: Yo también estoy de paso.

El domingo pasado recordábamos el testamento vital de Jesús, su undécimo mandamientos, el “como yo os he amado”.

En el evangelio de hoy que suena a despedida, Jesús nos dice: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Jesús también estaba de paso y ahora está de mudanzas. Cumplida su misión deja la casa de la tierra y se muda a la casa del cielo, a la derecha del Padre.

Uno de los signos de los tiempos es la movilidad. Los hombres somos hoy más nómadas que en el pasado. Por razones económicas, sociales y religiosas estamos de mudanzas continuamente, dejamos una ciudad, un país, una casa, un trabajo…estamos de paso y de mudanzas continuas.

Jesús vuelve al Padre, a la ciudad que no necesita sol ni luna, a la ciudad sin templos porque el Señor es el templo.

Dios siempre fue nómada, compañero de camino de su pueblo. Un día lo encerraron en el gran Templo de Jerusalén y sólo fue liberado cuando los romanos lo destruyeron y no dejaron piedra sobre piedra. Desde entonces sigue viajando en busca de una morada en el corazón de los hombres.

Nosotros nos instalamos y nos acomodamos tan profundamente que ya no queremos movernos, ni siquiera la promesa del cielo y la tierra nueva nos interesan. No me pregunten cómo será el nuevo cielo, sólo sé que allí todo será wireless.

Mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él, dice Jesús.

Dios no necesita templos. Nosotros, los que lo amamos, los que escuchamos y vivimos de acuerdo con sus enseñanzas, somos el nuevo templo, la morada en la que Dios quiere habitar.

C.S. Lewis nos recuerda en uno de sus escritos que en la vida todo son necesidades: tengo sed, tengo hambre, tengo frío, necesito cobijo y algo alguien provee a nuestras necesidades. Ahí tienes agua, ahí tienes comida…

Sólo hay una necesidad, la necesidad de vivir siempre, la vida eterna, que ningún gobernante puede prometer ni dar. 

Ninguno queremos desaparecer, las mudanzas al camposanto, nos aterran porque no nos fiamos de las promesas de Dios, el único que puede satisfacer la necesidad más profunda y más humana que anida en el corazón del hombre.

Jesús, en sus últimas recomendaciones, nos dice que el Espíritu Santo será quien nos recuerde todo lo que yo os he dicho. En esta aparente orfandad, en esta ausencia dolorosa, los creyentes contamos con la eficaz presencia del Espíritu Santo al que tenemos que preparar nuestro interior para que Él se mude y sea el dulce huésped del alma.

Aquí, en la asamblea dominical, no enseñamos nada nuevo, simplemente nos recordamos lo que ya sabemos. 

El Espíritu es el despertador del cristiano, el voicemail, el Messenger, el whatsapp, el GPS, el mejor gadget que Dios puede darnos y que nos indica las direcciones para ir, sin titubeos, a la casa del Padre en el día de la mudanza definitiva.

Yo sé que ustedes hacen muchas novenas a todos los santos. Si puedo darles un buen consejo, bíblico y seguro, es que la mejor devoción y la mejor novena es la que hagan al olvidado Espíritu Santo. ¿Han preparado ya su vida interior para que el Espíritu Santo encuentre una morada habitable y hospitalaria el día de Pentecostés?

Nuestra fe en Jesucristo resucitado no nos hace optimistas e ilusos, sí nos hace hombres esperanzados, no nos quita la ansiedad ante la mudanza final, sí nos da valor, no elimina las turbulencias que sufrimos en este mundo cambiante, sí nos da la paz. “La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la del mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”.