BENEDICTO XVI ESTÁ DE MUDANZAS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido 
los pocos sabios que en el mundo han sido.


“Nos hemos quedado huérfanos” decía lastimeramente el Cardenal de Madrid, Rouco Varela. Yo me indigné y me dije, yo no me he quedado huérfano. Siempre me queda Jesucristo y me queda la Escritura.

Los hombres necesitan hombres que admirar, seguir y adorar. El culto a las celebridades, fenómeno de masas potenciado por los medios de comunicación, es una gilipollez posmoderna que afecta desgraciadamente también a los líderes religiosos. El Papa, bajo cualquier nombre, se convierte, desde el primer día, en una celebridad y produce un montón de merchandising hortera como todas las celebridades: fotos, estampas botones, camisetas y eslóganes como cualquier estrella del rock.

La canción de la vida solitaria de Fray Luis de León dedicada al emperador Carlos I en su retiro en el monasterio de Yuste vale, hoy, para Benedicto XVI que está también de mudanzas a un monasterio romano.

No deja de ser una ironía que Benedicto XVI, el Papa más tradicional, siempre mirando y estudiando el pasado, siempre añorando la Iglesia gloriosa del ayer, termine su mandato abdicando y preparando su futuro personal, hecho nada tradicional. Y más irónico será que sea recordado sólo por haber dimitido y no haber muerto en los aposentos vaticanos.

Los Papas dejaron de ser reyes pero siguen pensándose como monarcas de lo espiritual, no igualados por ningún otro ser humano y como tales tienen que morir con la tiara puesta.

Abdicar no era una opción. Juan Pablo II, en sus últimos años, nos ofreció un triste espectáculo y quiso morir en el trono de la cruz.

Benedicto XVI, más inteligente y más humilde, ha elegido el camino de los pocos sabios que en el mundo han sido. Desconocemos las razones que le han llevado a tomar esta decisión revolucionaria, pero seguro que en el futuro será la decisión ordinaria. Todos los obispos tienen que presentar su renuncia al cumplir los 75 años, el obispo de Roma aunque le den una prórroga también debe hacer lo mismo.

Los periódicos y los noticieros del mundo nos han ofrecido miles de razones, todas verosímiles. No una razón sino un conjunto de problemas que no se pueden solucionar mirando al pasado y guiándose por lo que fue, porque el mundo, la sociedad, las religiones y las gentes de hoy conectadas y enmarañadas unas con otras son un futuro nuevo y trepidante.

Benedicto XVI, profesor, creador de un Instituto para el estudio del latín y que anunció su dimisión en latín, no tiene la madera del manager de lo temporal. La Curia romana, tiene más poder que el mismo Papa. El Papa que logre desmantelar esa maraña de intereses nada evangélicos y enviar a todos los monseñores a trabajar a pie de obra habrá empezado a regenerar la Iglesia. ¡Qué lindo seria el Vaticano sin tanta sotana y tanta seda!

El mayordomo “viendo el mal y la corrupción por todas partes de la Iglesia” según su testimonio, creó con la ayuda de la envidia clerical el Vatileaks, el gran escándalo aún no aclarado de la trama vaticana.

Enemigos dentro, los peores, y enemigos fuera han paralizado a Benedicto XVI. Este vendedor del “evangelio eterno” no ha conseguido cortar la hemorragia de la fe en Europa que se descristianiza vertiginosamente. Para los jóvenes, a pesar de los rivavals bullangueros de los veranos, la Iglesia no existe.

Benedicto XVI no ha conseguido inspirar ni al mundo ni a la cristiandad. Su teología, estancada en el pasado, no mira al futuro: no cree en las mujeres y ha investigado a las monjas americanas como si fueran herejes, sus ataques feroces a los matrimonios gay han sido injustos y estériles y a pesar de los perdones lacrimógenos la pedofilia sigue dando muchos titulares.

Europa perdida y América cada día más protestante han inundado la barca de Pedro no de peces sino de problemas.

Como Pedro el día de la pesca milagrosa, Benedicto se ha despedido decepcionado y ha confesado que lleva años trabajando, que se ha quedado sin energías y que no ha pescado NADA.

Confieso que la noticia no me ha sorprendido, sí me ha alegrado. La Iglesia, en el siglo XXI, necesita un hombre del siglo XXI. Ese hombre existe, pero desgraciadamente no entrará al cónclave.