El Camino de Santiago de Compostela. Capítulo I.

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Un camino para la soledad,

Un camino para curar la soledad.

Un camino para huir del rebaño, de la acedía y del tedio del cotidiano vivir.

Un camino para agradecer a Dios la belleza de la naturaleza, por ti madrugo Señor, para experimentar la necesidad del Otro y de los otros.

Un camino para contemplar rostros alegres y ver el triunfo del espíritu sobre el de la carne.

Cada mañana, al despertar, estreno un camino nuevo, en nada parecido al de ayer, lleno de sorpresas.

Un camino que se hace más con el corazón, brújula del amor, que con los pies.

En medio del rebaño todo es frío, aburrido, solitario y artificial. Sonrisas artificiales, saludos protocolarios, abrazos congelados, miradas indiferentes...hasta la religión es una flor artificial, más rito encorsetado que libre y gozosa vibración de las cuerdas del espíritu.

Moisés, el profeta que hablaba cara a cara con Dios, el guía del pueblo de Israel a la libertad, el mago que burló a todos los magos del Faraón, el más grande de todos los profetas bíblicos, el legislador que nos dejó las “Diez Palabras”, no tiene quien peregrine a su tumba. Nadie peregrina a abrazar a Moisés.

Moisés, !qué sabio!, no quiere ser adorado, ni venerado, ni visitado y, perdido en el desierto, nos ha ahorrado un lugar de peregrinación.

Elías, el único miembro del partido de Yahvéh, el que ardía de celo por las cosas de Yahvéh,
sólo dejó caer su manto y dos tercios de su espíritu sobre su discípulo Eliseo y, en un carro de fuego, fue arrebato a lo alto. Elías, capricho de los dioses, no tiene una tumba en la tierra.

Elías volverá como telonero del Mesías. Nos ha ahorrado también un lugar de peregrinación.

Los judíos, muy sabios y mejores teólogos, no han inventado tumbas imaginarias a las que peregrinar, saben muy bien que el Señor es uno y no hay otro, todos y todo lo demás está de más, es pura fantasía.

Nosotros, nueve siglos más tarde, encontramos, pura casualidad o dedo divino, la tumba de Santiago. Bendita leyenda que nos ha dado la tumba de un Apóstol, la tumba de Santiago.

A las leyendas no se les pide que sean verdaderas ni verosímiles, se les pide que sean consoladoras y piadosas, y hoy, que sean gloriosas y turísticas.

Ayer, un ayer lejanísimo, el Camino era recorrido por peregrinos que querían expiar sus pecados, que querían pagar sus deudas con la justicia, que querían salir de la cárcel haciendo el Camino, verdadero Vía Crucis, por senderos inhóspitos, sin Albergues, sin señales, sin australianos, sin coreanos, mendigando cobijo y pan.

Yo acabo de hacer el Camino, comenzado en Sarria, el 19 de junio y completado el 24, día de San Juan. Como peregrino-turista-deportista del siglo XXI la dureza del Camino es mitigada por la compañía de los peregrinos del mundo entero y por los cientos de chiringuitos plantados en sus orillas y encrucijadas.

En una de mis conversaciones, una señora australiana me comentaba entusiasmada cómo conoció el Camino. La novela de una escritora australiana, ambientada en el Camino que hacían los peregrinos a sueldo en la Edad Media, fue el aguijón que la puso en el Camino.

Me explicaba que en la Edad Media había personas que pagaban a otros para que hicieran el Camino en su lugar y estos peregrinos a sueldo, vicariamente, cargaban con sus pecados y los depositaban a los pies del Apóstol.

Eso mismo hacemos nosotros todos los días, le dije yo, Cristo carga con nuestros pecados y nos sentimos libres y limpios. Y una parte de nuestro Camino, de Portomarín a Palas de Rei, se convirtió en animada conversación teológica.

La novela leída por un cura católico dio lugar a una abultada correspondencia entre novelista y cura. Correspondencia que mi amiga peregrina leía en este momento. Al atardecer intenté buscarla para heredar título y nombres propios, pero los encuentros en el Camino son cálidos y fugaces, a veces, son indispensables para sacarte de un apuro como para vencer el vértigo a la hora de cruzar un arroyo por unas estrechas piedras. Antonio, gracias por tu mano firme y segura. Al final de una de las etapas tuve un bajón de azúcar y caminaba como borracho y ciego. Un señor, con el que nunca crucé una palabra, me dio su botella de agua y unos plátanos, verdadero chute de energía para poder continuar. En la misa de la tarde, allí estaba él, le di el abrazo de la paz y me sonrió. A mí ese abrazo me supo a gloria. En otro momento del Camino una joven americana regalaba free hugs y a mí me regaló uno, largo y cálido. Cada peregrino sigue su ritmo y goza del Camino a su manera.

A las 7 de la tarde misa en la iglesia de San Tirso. Los peregrinos llenamos la pequeña iglesia.

Sermón con una bonita historia, “No olvides lo esencial” historias que comenzó contando Jesús y ahora contamos los curas, ésta la he contado yo más de una vez, para acercar el mensaje. El cura nos sorprendió a todos con su don de lenguas. No es un aficionado sino un experto. Habló en español, en inglés, en francés y en italiano y unas palabras en portugués. Encontrar un cura en un pueblecito de Lugo con esta capacidad lingüística es un lujo, una sorpresa mayúscula.

La siguiente etapa de Palas de Rei a Melide fue más corta y menos accidentada. “Buen Camino”, mantra repetido por todos los peregrinos sea cual sea su origen, me dijo un italiano de Monza al pasar a mi lado. Había comenzado el Camino en Saint Jean Pied de Port y caminaba solo. Le saludé con un “Buen Camino” y me dijo: Oggi,settanta sette anni. Mi cumpleaños. Le felicité con un abrazo y nos despedimos. El seguía el Camino a Santiago y a Finisterre. La meta final para muchos peregrinos empedernidos ya no es Santiago sino el Finis Terrae para contemplar el último ocaso.

En el vocabulario básico del Camino además de las dos palabras mágicas “Buen Camino” que te alegran el oído y el corazón y la palabra Albergue, los hay a cientos, hay otra expresión que resulta útil y familiar a todos: where are you from? Pregunta que puedes hacer a un neozelandés o a un soriano, son tantos los peregrinos de los cuatro puntos cardinales que es la mejor llave para que te abran la puerta de su vida.

Un joven trotamundos al que le hice la pregunta, me contestó que era from Japan. ¿Y cuál es la razón por la que haces el Camino de Santiago? Le pregunté. “Estaba visitando Fez y un marroquí me dijo: “Tienes que hacer el Camino de Santiago. Y aquí estoy”. ¿Y sabes quién es Santiago? Un famoso Samurái, supongo. Y siguió caminando.

Los alumnos de la ESO de Soto del Real, de Sanchinarro, de Cuenca, colegio público que hacía el Camino con la profesora de religión, de Cataluña y más tarde los de Oviedo pusieron durante el Camino el colorido, la música, la alegría, la bulla, el vocabulario profano y el culo al aire.

En Arzúa tuve una discusión artística con los sacristanes de la iglesia dedicada a San Pedro. En el retablo del altar mayor tienen a San Pedro con las llaves y las insignias de su oficio, una talla policromada y magnífica que nadie mira. Pero necesitaban algo más tangible, más creíble, más moderno y más hortera y crearon un San Pedro de tamaño natural vestido con una sotana blanca, un fajín con el escudo vaticano, una tiara, una cruz papal y una muceta roja de armiño y lo colocaron a nivel del suelo. San Pedro disfrazado para un día de carnaval.

Intenté hacerles ver, sin éxito, que esa imagen estaba de más. San Pedro nunca vistió así y los Papas de hoy tampoco usan ya tiaras y pasan de semejantes aparejos.

¿Y si al cura de la India que celebró la eucaristía le gusta? Sí, seguro que le gusta.

El San Pedro, fuera de su tiempo y de su espacio, seguirá allí hasta que un cura más inteligente lo almacene en el desván.

La etapa de Arzúa a O Pedrouzo fue corta, pero no llanita como dicen los del lugar. Cuestas incontables e interminables y los riñones empiezan a crujir. Conocí a una familia mejicana, abrazos y fotos e historias que compartir.

Me detuve frente a The Wall OF Wisdom-El Muro de la Sabiduría y leí algunos aforismos: “Hay comida rápida, pero no hay sabiduría rápida, para entender nuevas ideas, debemos estar abiertos a ellas”.

En O Pedrouzo me permití el único lujo gastronómico del Camino, un chuletón a la piedra. El restaurante en el que entré no servía otra cosa.

La misa de la tarde la presidió el mismo cura de la India del día anterior. Este no tenía el don de lenguas sino la falta de la lengua.

Cinco de la mañana. Suena el despertador. Bendita ducha matinal y, en ayunas, a la oscuridad de la mañana. Todo es silencio, algunos peregrinos buscan los mojones del Camino. Nos orientamos por el bosque, oscuridad total, vamos buscando la claridad de la mañana. Hay que llegar a Santiago y hacerse presente en la misa de 12, la Misa de los Peregrinos.

Llegué con tiempo y me presenté en la Oficina de Acogida al Peregrino y acredité mi condición de Peregrino. Presenté mi Credencial de Peregrino con sus 20 sellos y solicité la “Compostela”.

El funcionario estampó el último sello que dice: CUMPLIÓ LA PEREGRINACIÓN.

Ganada la Compostela me dirigí a la catedral a ganar alguna indulgencia innecesaria, en el Camino gané un rosario de valiosas indulgencias, me senté en el suelo junto a una pareja de coreanos y me quedé dormido. ¿Creen ustedes que me perdí un sermón vibrante? Me despertaron para la comunión, se dieron cuenta de que tenía hambre.

El Camino de Santiago es un pretexto, un maravilloso pretexto, para bucear en la profundidad del yo y del espíritu y para codearte con los otros en un ámbito de libertad.

Y
como el Camino crea adicción necesita una nueva edición corregida y aumentada. Amén