El Gran Hermano te Vigila

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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1984, la novela de George Orwell, es una profecía cumplida, la antiutopia convertida en realidad ante nuestros ojos.

Ya no vivimos bajo la mirada de Ojo de Dios que todo lo veía, nos hemos liberado de su presencia amenazante y podemos pecar alegremente.

Google es hoy el Ojo de Dios. Lo sabe todo y lo exhibe todo sin pudor. Cámaras secretas nos vigilan en los servicios públicos, en las tiendas y hasta cuando rezamos en las iglesias.

La Agencia Nacional de Seguridad, NSA, en su complejo de dos mil millones de dólares en Arizona controla nuestros celulares, nuestro emails y nuestros suspiros. “El Gran Hermano te vigila”.

La Policía del Pensamientos registra cualquier sonido emitido por usted y es escuchado por alguien, leo en 1984. Su protagonista termina con esta trágica confesión: Se habría vencido a si mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano”.

Aún no hemos superado el shock del 9/11. Los terroristas que derribaron las Torres Gemelas aparentemente siguen vivos, encarnados en los lobos solitarios y en cientos de fanáticos que consideran a Occidente como el Gran Enemigo. Evitar el terrorismo es la única justificación del poder para que todos seamos vigilados, todos seamos considerados como terroristas potenciales. Pasar los controles de algunos aeropuertos, más que una mortificación, es una verdadera violación. Gracias a esta constante vigilancia, nuestros vigilantes pueden presumir de haber evitado nuevos 9/11 no sólo en América sino en el mundo.

Obama, paloma entre halcones, prometió bajo juramento que “su administración sería la más transparente de la historia”. Obama me ha decepcionado. Su afirmación: “No se puede tener 100 % de seguridad y al mismo tiempo 100 % de privacidad y tener cero inconvenientes”. Inconvenientes de ninguna manera exigidos por hipotéticos actos de terrorismo. Obama ha edificado el imperio de lo secreto y de los secretos. Yo prefiero mi privacidad a mi seguridad. No quiero amar a ningún Gran Hermano.

Frente a esta tiranía de la tecnología, el nuevo Ojo de Dios, siempre surgen rebeldes, pequeños David que pretenden matar al gigante Goliat, matar a dios y devolvernos la libertad. Son los whistleblowers, los informantes, los denunciantes de todos los atropellos del poder.

Sin el informante Deep Throat no Watergate. Sin Bradley Manning no Assange ni Wikileaks. Sin el Mayordomo del Vaticano no Gay Lobby. Sin Edward Snowden no habríamos conocido la dimensión gigantesca del espionaje electrónico llevado por la National Security Agency. Espionaje que afecta a miles y miles de ciudadanos americanos e incluye en sus listas ministros y embajadores del mundo.

Snowden, traidor para unos, entre ellos Dick Cheney, vicepresidente de George Bush, para otros es el héroe del momento.

Snowden , como ayer Bradley Manning, jóvenes e idealistas, no son movidos por el dinero o la fama, saben que se juegan la liberad y la vida, sólo aspiran a rebajar el patriotismos barato, ciego e irracional y transformar América en un país más transparente, más responsable y más libre.

“Mi único motivo, confiesa Snowden, es informar al público de lo que se hace en su nombre y de lo que se hace contra él. No puedo en buena conciencia permitir que el gobierno de U.S. destruya la privacidad de Internet, la libertad y las libertades básicas de las gentes del mudo con esta maquinaria gigantesca del espionaje electrónico que está organizando secretamente”.

Son muchos los congresistas americanos que quieren meter en la cárcel ya al último whistleblower para que no siga envenenando la red con más informes clasificados como Top Secret.

Los que lo defienden y aclaman y quieren toda la verdad y el mismo Snowden se justifican citando a Benjamin Franklin: “Los que renuncian a la libertad por la seguridad no tendrán, ni merecen tener, ninguna de las dos”.