Expedientes Matrimoniales

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Estoy verdaderamente preocupado, el Papa Francisco después de hablar de perros y gatos, del bautismo de los marcianos y de la samba school, no ha dicho nada interesante y los portales que yo visito no mencionan al Papa. ¿Se le ha agotado el repertorio de insultos inocentes?

El Papa Francisco, según sus colaboradores, es un workaholic y le han recomendado unas siestas más largas o unas vacaciones terapéuticas en Castel Gandolfo.

Todos pensábamos que el efecto Francisco, tan admirado y omnipresente en los media en su primer año de reinado, iba a taponar la hemorragia de la fe, e iba a cerrar las esclusas para que los católicos no emigraran por el Canal de Panamá a las iglesias evangélicas y pentecostales, pero no ha sucedido. Francisco se ha convertido en una celebridad, alimento para la prensa, para llenar la Plaza de San Pedro, pero los números no suben.

Los católicos no emigran, se quedan en casa o viajan al campo de fútbol. Los templos se vacían, sólo se abren a los turistas y esperan una nueva reencarnación en estos tiempos de increencia y de entretenimiento. Destruirlos sería un crimen contra la civilización, pero mantenerlos abiertos sin ingresos es una temeridad.

El arzobispo de Utrecht, Willen Eijk, calcula que para el año 2025 se habrán cerrado en Holanda más de mil iglesias católicas. La religión en Europa se ve más como una excentricidad que como una necesidad.

El Papa Francisco para mis treintañeros, que vienen al despacho parroquial a tramitar su expediente matrimonial, es un gran desconocido. Vienen a cumplir un trámite ineludible, un papeleo irrelevante. De hecho llevan ya años de verdadero matrimonio sin papeles y sin bendiciones. El matrimonio es cosa de dos, sin testigos, sin espías. Ya ni sus abuelos ni sus padres ponen el grito en el cielo, aceptan resignadamente la nueva normalidad.

Para los novios y para mí la rutina exploratoria es un momento de distensión, de alusiones subliminales y de risas. A este cuestionario hay que responder con un sí o un no. No es una quiniela de apuestas múltiples.

Una de las preguntas de este examen de conciencia light es: ¿Religión?

Sin pestañear, todos responden: Católica.

Sí, pero ¿muy católico, bastante, poco, nada?

Ninguno se atreve a calificar su catolicismo. Después de pensar unos segundos pronuncian la palabra maldita: lo normal.

¿Y qué es lo normal?, les pregunto.

Lo normal es ir a la iglesia cuando muere un familiar, cuando se bautiza o hace la primera comunión un sobrino o un primo. Lo normal.

Estos muchachos saben sacarle el jugo a su religión católica.

La religión católica se muere de tanta normalidad.

Preguntar a estos muchachos, tan distantes de la Iglesia como del sol, por el impedimento de impotencia es de una comicidad esplendorosa. ¿Acaso no llevan años practicando la gimnasia rítmica en el siempre nuevo y gozoso tálamo nupcial?

El único impedimento matrimonial es la falta de amor porque el amor, incluso el carnal, cubre todos los pecados.

Nos despedimos con normalidad y los muchachos, el trámite cumplimentado, se pierden en la normalidad de su raquítica o nula catolicidad.