Los Funcionarios del Templo

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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“A fin de elevar la estimación que merece el templo, se rodeaba de grandes honores a sus ministros, distinguiéndose del resto a los sacerdotes y levitas. Se ordenó que los sacerdotes vistieran con hermosas y preciosas ropas, “sacras túnicas”, para la gloria y la belleza. No se permitirá oficiar al sacerdote que tuviera tacha o baldón, y aun al que presentara anormal apariencia; porque la muchedumbre no estima al hombre por su verdadera y eterna forma, sino por la perfección de sus miembros corporales y la belleza de su atuendo, siendo menester que el templo fuera tenido en gran reverencia por todos". Guía de Perplejos. Capítulo XLV: El Templo, sus Vasos y sus Ministros.

Los sacerdotes del N.T., a pesar de la distancia sideral que nos separa, conservamos muchos tics de los sacerdotes del A.T.

Los que tienen un solo ojo o un testículo o son exageradamente feos, amén de otros pequeños defectos físicos, no pueden ser candidatos al sacerdocio ministerial.

Los sacerdotes del A.T., oficio hereditario, tenían como tarea ofrecer sacrificios. Estos funcionarios del Templo no necesitaban ser oradores, servidores de la Palabra. La Palabra era propiedad de los profetas, esos hombres libres que lo mismo maldecían a los sacerdotes que al rey y que al Templo. El Templo era el bunker de la religión y los profetas eran los dinamiteros del Templo.

Los sacerdotes del N.T., funcionarios de los templos y celebrantes del Gran Sacrificio, su tarea más exigente, han minusvalorado durante cientos de años el ministerio de la Palabra. El sermón, complemento decorativo, ignoraba, no sabía qué hacer con la Palabra, ésta se camuflaba en palabra humana para dar consejitos morales inútiles e innecesarios. La tarea de los feligreses consistía en aguantar el chaparrón o dormir. El sermón no es el gozo dominical sino el sacrificio dominical.

Sobran las encuestas para saber el tiempo que los funcionarios de los templos católicos dedican a rumiar la Palabra. Sus funciones son tantas, tan tontas y tan variopintas que dejan que el Espíritu Santo, E. T. perdido en el espacio, su olvidado interlocutor, les inspire y les ahorre el duro trabajo de pensar, emocionar y sorprender a sus fieles.

No se puede lavar la cara a los católicos con el agua sucia de siempre.

Hoy en día está de moda el coaching. Las personas que por razón de su trabajo o de su presencia en los medios se relacionan con el público se ponen en manos de un coach personal que les aconseja en el difícil arte de la comunicación. El envoltorio es más importante que el contenido. Los profesionales del templo no necesitan un confesor al que musitarle sus malos pensamientos, necesitan un buen coach que les enseñe a predicar.

El S O H – Servicio de Optimización de las Homilías- o los laicos al rescate de los predicadores. Los equipos S O H, leo en el periódico La Croix, están presentes en diez diócesis de Francia y en algunas de Bélgica.

Católicos laicos, profesores, médicos, comediantes, políticos…comprometidos y habituados a hablar en público se reúnen y ofrecen talleres de comunicación a los sacerdotes para que sean mejores predicadores y sepan responder a las aspiraciones de los fieles de hoy.

Más de mil predicadores en estos países han sido acompañados por estos coaches, expertos en el arte de la comunicación y deseosos de que sus predicadores sean los mejores.

Su objetivo es hacer las homilías “atractivas”, que el envoltorio sea tan vistoso y llamativo que fije la mirada desde el principio; “comprensibles”, la abstracción, la lección magistral no pertenece al púlpito. Mi “droga” es Dios, decía yo ayer a mis feligreses y lo entendían y reían; homilías “memorizables”. Más de una vez recibo algún mensaje de feligreses recordándome alguna cita bíblica favorita del cristiano o mensajes memorizados y guardado en el corazón.

El predicador eficaz es el que consigue que sus feligreses lean y firmen el Seguro de Vida que con mucho entusiasmo y gran elocuencia les ha presentado. Las firmas son la prueba del algodón.