Los Trapos Eclesiásticos

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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“No fue el alma lo que Adán descubrió como resultado de su autoconciencia sino su desnudez”. Y con la hoja de parra comenzó la historia de la moda. El paraíso es la primera pasarela del primer Fashion Week de la historia. La galería de cuadros que evocan ese primer sonrojo más que abundante es turbadora. Desde entonces los trapos que cubren la desnudez de los cuerpos han eclipsado las gasas vaporosas que cubren las almas.

Vestir la desnudez de los cuerpos es una tarea a la que se han dedicado todas las sociedades.

Cada día se visionan en el mundo unos tres mil millones de videos gracias a YouTube.

Unos son buscados, tienes que ver éste, nos aconsejan y otros se cuelan en la pantalla sin quererlos ni buscarlos. La Vía Láctea palidece frente a este nuevo universo que lo abarca todo: el mejor gol de la semana, el beso más largo, el sermón más aburrido, el volcán escupiendo lava, los conejos copulando…

En este continente incontinente viajé a la galaxia de la moda y Lilith me mostró la “Moda eclesiástica. Versión Felliniana. Pasarela Cibeles”. Sátira satánica de un ayer no del todo clausurado porque se resiste a morir. Cierto, han desaparecido los hábitos estrambóticos con los que, adrede, mortificaban cruelmente a las monjas, los manteos y sombreros de los curas, los roquetes de puntillas y la innecesaria tonsura clerical. Un mundo medieval que se ha prolongado durante demasiado tiempo.

El Concilio Vaticano II, bendición para unos y maldición para otros, liberador para los de mente abierta y luteranizador para los nostálgicos, prendió una gran hoguera donde se han quemado reliquias falsas, tradiciones abíblicas y hábitos de todos los colores.

El clero bajo, terminología pasada de moda, aún existe. Somos los curas de pueblo, los pastores que aún huelen un poco a oveja, los que, en países de misión o en países que pasan de la misión, se relacionan con el pueblo y se hacen pueblo, somos los que hemos quemado los hábitos para que nos conozcan no por los trapos eclesiásticos sino por una manera de vivir: sencilla, acogedora, alegre, abierta a todos. Somos los que, a veces, nos confunden con los camioneros porque un sueldo de ocho cientos euros no da para muchos trapos. Somos los que creemos en el sacerdocio universal de los fieles. Una barrera menos.

El clero alto, esa cúpula dorada y venerada, aún existe. Obispos, Arzobispos, y Cardenales, no han quemado sus trapos. No sé por qué razones no renuncian a la Haute Couture Vaticana de las sedas rojas, las sotanas de los treinta y tres botones de seda roja, los solideos, las mitras doradas…

Viaja por la red una imagen que sonroja a los creyentes, que hace las delicias de los enemigos de la Iglesia, que da pie a todo tipo de chistes cachondos, una imagen, en fin, que propina un puñetazo mayúsculo al evangelio de los pobres.

El flamante arzobispo de Valencia, Cañizares, camina majestuosamente hacia no sé qué podio luciendo la capa magna de seda roja, de cinco metros de cola que unos sacristanes asustados estiran para que la podamos contemplar, jurar y maldecir.

Camioneros los quiero yo, que en la Iglesia de Jesús no hay sitio para príncipes y si algo sobra son todos los títulos nobiliarios. “No llaméis a nadie”….dice Jesús.

¿Acaso su desnudez necesita más trapos y más caros que la del resto de los mortales?

¿Acaso sus títulos aristocráticos necesitan para ser ejercidos responsablemente uniformes llamativos?

La vanidad humana no tiene límites. A mí no me escandaliza nada, ni siquiera la moda eclesiástica, pero sí me irrita y desearía que el Papa Francisco, sé que la detesta más que yo y no la sigue, la simplificara tanto, tanto, que dejara de existir.

La Iglesia cuanto más bíblica menos burocrática, menos vertical, menos títulos, menos trapos…pero más libre, más horizontal, más pobre, más desnuda.

¿Pero quién se atreve a desempolvar el evangelio de Jesús desnudo en la cruz?