MATRIMONIO PARA TODOS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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El Tribunal Constitucional, sede de la infalibilidad nacional ha hablado y todos nos hemos callado. Iustitia locuta causa finita.

Legalizados los matrimonios del mismo sexo, una manifestación menos hormigueará por las calles del país. Vivimos en una continua y agria verbena callejera.

Nos imponen recortes sin cuento, pero ya era hora de que no nos recortaran ni el romanticismo ni el sexo en las relaciones humanas. 

La Iglesia recorta el sexo de los curas con el celibato y por lo que nos cuenta la prensa parece tener poco éxito.

Esta madurez española, este vivir y dejar vivir, es un ejemplo para muchos países que viven convulsionados por el tema de los matrimonios del mismo sexo.

Francia, tan laica y tan moderna, debate apasionadamente el Matrimonio para Todos y organiza sus manifestaciones pour Tous. El obispo de Lyon,como un ciudadano más, se unió a la manifestación porque aprobar la ley es abrir la puerta al incesto.

La extrema derecha ensucia el debate con sus mensajes apocalípticos.

Amenazarnos con la desaparición de la población resulta risible. Para el año 2050, nueve mil millones de seres humanos poblarán esta mota de polvo cósmico que es la tierra. Hasta Soria se repoblará.

Amenazarnos con la zoofilia no asusta a nadie. El zoo humano, gigantesco y maravilloso, es más que suficiente para satisfacer los apetitos más terrenales.

Amenazarnos con el descenso a los infiernos resulta sarcástico. El infierno de la guerra, la marginación y la pobreza es más real que el imaginario infierno del más allá.

La ley natural, vaca sagrada siempre invocada para que nada cambie no es una ley para la eternidad. Reinterpretada y revisada nos ha hecho más humanos y mejores.

Hubo que luchar contra la ley natural y morir por ella para que las mujeres, seres inferiores, pudieran votar y para que los negros tuvieran alma y derechos civiles y para abolir la esclavitud.

Ahora hay que luchar para que todos los matrimonios sean iguales ante la ley. Esta es la batalla de occidente.

En el occidente civilizado hasta la palabra matrimonio suena rara y arcaica. Las parejas cohabitan, no hay esposos, sí compañeros sentimentales, no hay matrimonios, sí uniones de hecho, no hay eternidad, sí provisionalidad.

La batalla de oriente es más primitiva. Hay que luchar para que no me mutilen, no me casen a los 8 años, no me sometan a la prueba de la virginidad, no me vendan... La igualdad es conquista en occidente y utopía en oriente.

Este mes de noviembre se ha jubilado el obispo episcopaliano V. Gene Robinson. Obispo gay, ha habido otros muchos obispos gays , incluso entre los católicos, pero este es el primero en declararse oficialmente gay y casarse en un matrimonio del mismo sexo, según sus feligreses, ha sido una inspiración para todos y especialmente para la comunidad gay.

En nuestra Iglesia, hospital para pecadores, se congregan las que han abortado, los que usan métodos anticonceptivos, los divorciados, los contaminados por todas las enfermedades que sufrimos los humanos junto con los dicen “eso lo que cumplido desde mi juventud”, los buenos y todos somos acogidos y sanados.

Nos queda una frontera que cruzar, una tierra que conquistar, la de la igualdad de todos, la de acoger a todos, incluidos los homosexuales, sin asco y con amor.

Frontera que la Iglesia no quiere cruzar. Hay pasaporte para todos los pecadores y sus pecados, pero no para los homosexuales.

La Iglesia no da por perdida la batalla y seguirá disparando desde su trinchera. 

Se han perdido muchas batallas y ésta, tarde o temprano, será una más.

Parafraseando a C. S. Lewis se podría decir que “son muchas las personas del mundo que no son cristianas y no se les puede exigir que vivan vidas cristianas. Debería haber dos clases de matrimonios: uno legislado por el gobierno con normas dirigidas a los ciudadanos y otro regulado por la Iglesia con normas obligatorias para sus miembros. La distinción debe ser muy clara de tal manera que cualquiera sepa qué parejas están casadas por la Iglesia y cuales no”.