¿Pasará la Religión como pasa la Moda?

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Los hombres satisfechos no necesitan la satisfacción evanescente que la religión les ofrece.

El primer mundo se muere de aburrimiento. La sociedad inventa cada día nuevos gadgets para entretenernos y matar la ociosidad. El fútbol, siempre el fútbol, orgasmo mundial, religión laica, llena estadios y vacía iglesias, canta himnos, adora a hombres millonarios, aviva la superficie y anestesia la profundidad, la conciencia. Todo es espuma blanca, perfumada, millonaria, bautismal.

Me decía ayer una señora: “Mis hijos no dejan de asustarme con sus profecías. Dos cosas, dicen, están llamadas a desaparecer: la Iglesia Católica y la monarquía”.

Yo, párroco light, nada apocalíptico, siento una gran tristeza. La iglesia más que un hospital de campaña me parece una morgue. Tomo el pulso a los que aún se acercan al templo a consumir su ración de tranquilidad, su pastilla contra la condenación y no lo siento. Son personas con un pie en el estribo a punto de partir. Son ovejas que no necesitan pastor y no le piden nada. El sermón lo aguantan resignadamente, pero no lo necesitan en esta prórroga vital superdolorosa.

¿Será verdad que la Iglesia muere lentamente?

Años atrás, en tiempos de Benedicto XVI, el culpable era el Concilio Vaticano II.

Apertura, aggiornamento, glasnost, inculturación, ecumenismo…eran palabras malditas que nos robaron el misterio y la trascendencia para instalarnos en la superficie, en la espuma de la religión.

Gracias al Concilio los templos románicos y las catedrales góticas además de ser visitadas por miles de turistas superficiales aún abren sus puertas para el culto. A pesar de los hombres, el Concilio fue obra de Dios, fue un éxito, un fuego vivo que muchos intentan apagar.

Hoy ya nada es como ayer.

La palabra pecado es una palabra en desuso y ha perdido su densidad religiosa. Los menores de cincuenta años ya no la pronuncian, es tan ajena a su vocabulario como la expresión cólico miserere. Unos jóvenes, dos días antes de su Confirmación, no sabían qué era pecado e ignoraban lo de mortales y veniales.

¡Y pensar que la religión tiene como centro y razón de ser lavar los pecados de los hombres!. “Our sins are the reason”. “Nuestros pecados son la razón”, cientos de sermones llevan este título. Si elimináramos la palabra pecado, la mitad de la teología desaparecería.

Los pocos que aún acuden al confesionario emplean una fórmula secular: “Yo no robo, no mato, sólo fornico de pensamiento y no hago daño a nadie”. Se sienten buenos y libres de pecado aunque sean adictos al chocolate y a la crítica. Conocen la palabra pecado pero no su realidad.

Si algo se ha perdido en la posmodernidad es la conciencia de pecado. Todo está permitido. Somos la generación del okay. Todo está okay. Ser gay, masturbarse, cohabitar, divorciarse, ver pornografía, programar la natalidad de la familia, no ir a misa…puede estar en la lista de pecados de la Iglesia, pero no está en la lista de los hombres. ¿Estarán en la lista de Dios?

Un rabino después de su muerte se apareció en sueños a un amigo y éste le preguntó: ¿Cuál es la actitud en el más allá para con los pecados de juventud? “No son tratados con severidad, pero la falsa piedad es castigada con gran severidad”, le contestó.

Si no existe el pecado, no necesidad de salvación. Salvación para todos.

Si no existe el pecado, no necesidad de religión.

A los curas les interesa engrasar la maquinaria de la religión, sus múltiples ruedas que giran y giran y trituran conciencias.

Los hombres de hoy, sin conciencia de pecado, sin sentido de la trascendencia, viven instalados en el presente, en este paraíso terrenal saturado de alimentos terrestres ajenos a una salvación en el más allá. Felices en su finitud dan la espalda a la religión. Libres de pecado, no tiran piedras a nadie y no condenan a nadie. Sí critican la falsa piedad del clero y de su religión, que si no la desprecian, sí la ignoran y no la necesitan.

La religión, en espíritu y verdad, no es una moda y por tanto no pasará como la moda.

La religión, ligue con Dios, no pasará nunca, pero los múltiples ropajes con los que los hombres la visten pasarán como la moda.