Perdona, Perdona

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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PARA EL AÑO DE LA MISERICORDA

¿Quieres dejar esta tierra con algo o alguien sin perdonar, incluyéndote a ti? Probablemente no. Dado que el perdonar tiene tres partes, haz tres listas: "Personas a las que he herido". "Personas que me han herido a mí". "Incidentes que debo perdonarme a mí mismo".

PERSONAS A LAS QUE HAS HERIDO TÚ

Con cada persona de tu lista, comienza decidiendo si pedirle perdón personalmenete, en una carta o a través de una plegaria. Lo mejor es hacerlo cara a cara. Reza por esa persona antes de reunirte con ella, después háblale desde una postura humilde y con total honestidad. Reconoce el daño que has hecho y dile que te arrepientes. Si hay algo que tú puedes hacer para reparar el daño, disponte a hacerlo y cúmplelo rigurosamente. Si no tienes seguridad acerca de cómo reparar, pregúntale qué es lo que puedes hacer.


Si no es posible hacerlo cara a cara -si la persona ha muerto, está enferma o lejos-, escríbele una carta. Imagínate a ese individuo cerca de ti y léela en voz alta, para que tú puedas oírla profundamente. Si tienes alguna duda sobre si enviar la carta será beneficioso para la otra persona, sigue leyéndola cada día, hasta que sepas si debes mandarla. Puede que después de leerla repetidamente sientas que ya ha sido transmitida. Reb Zalman dice: "Hay un espacio en que las almas están conectadas, y cualquier expresión o petición de perdón viaja a través de ese espacio. Las personas pueden sentirse tan perjudicadas que el mensaje no consiga abrirse paso, pero tú habrás hecho lo que has podido. Su psique sabe que tú te has puesto en contacto".


Si has herido a la gente hablando mal de ella, difundiendo algo que no es cierto, o chismorreando, eso requiere de una acción especial. Los sabios establecieron que el daño que se hace al hablar es más serio que cuando se roba o engaña. El dinero puede ser devuelto, pero el daño , no.


Un hombre iba por su comunidad contando mentiras sobre el rabí. Más tarde se dio cuenta de que había actuado mal y sintió remordimiento. Fue a ver al rabí y le rogó que lo perdonara, diciendo que haría cualquier cosa para reparar su acción. El rabí le dijo: "Toma una almohada de plumas, ábrela, ve a la ventana, y esparce las plumas al viento. El hombre pensó que era algo raro, pero sencillo, de modo que rompió la almohada, fue a la ventana y esparció las plumas. Cuando volvió a ver al rabí para decirle que ya había hecho lo indicado, el rabí le dijo: "Ahora ve y reúne las plumas y vuelve a meterlas en la almohada. Porque no puedes reparar el daño que han hecho tus palabras, del mismo modo que no puedes recuperar todas las plumas".
Si has dicho cosas que han dañado la reputación de la gente, sus relaciones, o su capacidad para hacer su trabajo, escribe una retractación y entrégala a las personas a las que les has hablado mal de esa gente. Después pídele perdón a la persona de la que has hablado, entendiendo que no hay manera de saber hasta dónde pueden haber llegado tus palabras.

PERSONAS QUE TE HAN HERIDO A TI

¿Hay personas a las que te cuesta perdonar? He oído a hombres y mujeres decir:"Lo que ha hecho esa persona es imperdonable", o "Nunca lo olvidaré". Lo que es importante es saber si eres capaz de perdonar a todos. Todo lo que tienes que hacer es liberar la energía negativa que te mantiene atado a esa persona. No necesitas que se disculpe, discuta la cuestión o que vea tu punto de vista. No tienes que condonar u olvidar lo que ha hecho, entiéndelo, analiza su infancia para ver qué es lo que puede haber provocado que la gente haya actuado de esa manera, o haz amistad con ellos. Simplemente, deja ir el resentimiento o el enfado que estás teniendo. Sitúa tu atención en hacerlo y sigue reafirmando tu intención hasta que sientas que lo has dejado ir.
Si encuentras dificultoso hacerlo, nota cómo sientes tu cuerpo cuando eres despiadado. Eres tú quien transporta las semillas amargas que envenenan tu sistema orgánico y socavan tu bienestar. Simula que lo estás dejando ir. ¿Cómo se percibe?

PERDONATE A TI MISMO

Esta puede ser la práctica más difícil de todas. Reb Zalman sugiere que te sientes en un sitio cómodo, que te calmes respirando profundamente y que escojas cinco incidentes de tu vida por los que te sientes culpable.Para cada uno de ellos, trasládate hacia atrás en el tiempo, lugar y situación en la que estabas entonces. Percibe cada situación de estrés, enfado o miedo que hayas tenido. Recuerda lo que estás pensando. Con la sabiduría que has ganado y que tienes hoy, ¿harías lo mismo otra ve? Si respondes que no, entonces siente arrepentimiento. No culpabilidad: trata de mantener eso en suspenso. Simplemene arrepiéntete. Después identifica tus motivos y lo que provocó que actuaras como lo hiciste. Trata a tu yo más joven con cuidado afectuoso y perdona a esa persona más joven, que no tenía el conocimiento y la perspectiva que tú tienes ahora. En lugar de llamar a tu pasada acción errónea, entiende que tú tenías una necesidad que estabas intentando llenar y que ahora te arrepientes. El auténtico arrepentimiento puede reducir el poder de la culpa.


Reb Zalman hace esta distinción entre arrepentimiento y culpa. La culpa es sentir algo como: "Me toca pagar y nunca seré capaz de liquidar completamente la deuda". El arrepentimiento es: "Sé que no debí haber hecho eso, y si la situación se diera otra vez, no lo repetiría. He aprendido y prometo no hacerlo más". La culpa lleva la expectativa de castigo.
Reb Zalman me dijo: Te voy a contar un cuento. En 1956, antes de que la Fundación Hillel de Winnipeg me contratara como director insistieron en que me afeitara la barba, algo que estaba prohibido en la comunidad Lubavitch. Yo necesitaba el trabajo y obedecí. Más tarde cuando visité a los Lubavitch en Brooklyn entré allí como un perro con la cola entre las piernas. Apareció un amigo mío y gritó: "Qué verguenza, has vendido tu alma por el vil metal. ¿Has tenido suficiente? Ahora ven y disfruta". El sabía que yo esperaba ser avergonzado, de modo que dejó que me sintiera así y después dijo: suficiente! Y eso me ayudó muchísimo.
Intenta hacerlo contigo mismo. Despotrica y fustígate hasta el agotamiento. Después sigue con tu vida y disfrútala. Si todavía no puedes dejar a tu culpa: "llévasela a Dios. Dile: No me he portado bien, pero he aprendido del error, y ahora necesito que Tú me liberes".


Texto tomado del libro:
El Proyecto de Diciembre. Sara Dadvidson