¿POR QUÉ NO LLAMAS A LAS PUERTAS?

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Ayer, en mi buzón, encontré este mensaje de mi amigo Eloy: “Sigo leyendo tus artículos y me gustan unos más que otros, claro está. Nuestra Diócesis de Osma-Soria va a llevar a cabo una misión diocesana con el lema: Despertar la Fe. En esta primera etapa los misioneros nos vamos a formar y luego llamaremos a las puertas”…

¿Por qué no llamas tú también a las puertas desde Zaragoza?

Llamar a las puertas es muy americano. Llaman a las puertas los Testigos de Jehová y los Mormones y llaman también los políticos durante la campaña presidencial. Los católicos para liberarse de los celosos predicadores en busca de clientes clavan en las puertas unas pegatinas personalizadas con todo tipo de eslóganes: “Soy Católico. No Molestar”. Amo a la Virgen…

Los políticos llaman a nuestra puerta cada cuatro años para pedirnos su voto a cambio de nada. Los predicadores llaman a nuestra puerta para ofrecernos un mundo celestial y futuro cuando lo único que nos preocupa y ocupa es este mundo.

Yo he llamado a muchas puertas en mi territorio parroquial de Manhattan, era territorio amigo, yo era alguien en el barrio, yo era voz que atronaba en las esquinas, yo era presencia en los precintos de policía y en los negocios del barrio. Presencia en los ámbitos no eclesiales.

En nuestra sociedad individualista, indiferente y distante, todas las instituciones están bajo sospecha y la Iglesia Católica, ayer poderosa, vive hoy divorciada de la sociedad que ni la busca ni la necesita.

Llamar a las puertas para vender la Iglesia es misión imposible. La Iglesia Católica española tiene que ser humilde, vivir sin privilegios, bajar de los pedestales de un pasado clausurado y viajar desnuda y descalza. Mientras se nos presente como más santa e importante que su Señor será invendible.

La posmodernidad ha arrinconado los grandes relatos, los grandes nombres del pasado no nos dicen nada, las instituciones milenarias languidecen y sólo brillan en sus celebraciones privadas. Las monarquías europeas, reliquias del pasado son sospechosas y más falsas que las de nuestros relicarios. Los parlamentos son la casa de la mentira, la CEOE ha bajado a los infiernos y los templos, Jesús dixit, son cueva de ladrones.

Los hombres vivimos en la superficie y lo efímero nos seduce, pero para todos “la más hermosa emoción que podemos experimentar es la de lo misterioso” dice Einstein en una carta y “los que son incapaces del éxtasis o del sobrecogimiento es que están muertos, son velas apagadas”.

La Fe es la respuesta a lo que nos sobrecoge, lo que nos hace enmudecer. La religión, paquete de teorías y doctrinas, no sobrecoge, esclaviza.

Los hombres prefieren definirse como espirituales y cuanto más espirituales menos religiosos.
La religión es muchas veces imposición de creencias y sus vendedores, decepcionados, terminan como Willy en La muerte de un viajante de Arthur Miller, fracasados y suicidas.

Los cristianos no vendemos creencias, mundo de lo opinable, que no emociona ni nos hace mejores y que son de temporada como la piel de la serpiente.

Los cristianos despertamos la Fe, modo de estar en el mundo, experiencia de la profundidad y de lo que nos concierne totalmente. La Fe es lo más opuesto a las creencias, siempre mutantes.

Aldous Husley hace decir a uno de sus personajes en Island: “Danos hoy nuestra Fe de cada día pero líbranos de las creencias”.

Estos mensajeros sorianos que van a llamar a su puerta, después de un cursillo de marketing, espero sean mensajeros de la Fe, no vendedores ambulantes de teorías baratas y mal empaquetadas. 

Sólo la Fe en Jesús de Nazaret es la tierra firme que tenemos que pisar. 

Jesús, el mundo habitado, a pesar de la crisis, se llena de lucecitas para celebrar no sé qué Navidad y reinventa tu historia para contarla un año más.

Tú, faro luminoso sigues ahí, iluminaste el camino de muchos hombres buenos: Gandhi, Martin Luther King, Teresa de Calcuta, Dorothy Day, Oscar Romero… e iluminas las sendas tortuosas de los hombres de hoy.