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P. Félix Jiménez Tutor, escolapio...

     

 

El Heraldo Soria celebra una década prodigiosa de vida y diariamente chequea su salud encuestando a sus lectores.

Soria celebra el centenario de Machado y llena las fachadas con sus versos y poco más.

Los pueblos celebran las victorias y silencian las derrotas y todos revisitamos el álbum de fotos de nacimientos, bodas, ordenaciones, graduaciones…

Prisioneros del pasado, peso granítico, no tenemos fuerza para despegar hacia el futuro.

Sólo el pueblo judío diseñó la gran fiesta del futuro. Cada cincuenta años celebraréis jubileo. Programa de la libertad, los esclavos quedan libres. Programa de la justicia, se recupera la propiedad perdida y se regresa a casa. Programa del gozo de vivir, descanso para todos, incluidos los animales y la tierra.

Este futuro utópico, nunca puesto en práctica, ahí está, en el libro del Levítico, como un gran sueño para todos los que sueñan un mañana mejor.

Lo nuestro, casi siempre, es tapar los agujeros de la memoria y, desenterrando los huesos de los otros, nos erigimos en mediocres protagonistas.

Los Escolapios, junto con nuestros profesores, nuestros alumnos y sus familias, también miramos atrás y celebramos.

Este año recordamos que hace 450 años nació José de Calasanz, en Peralta de la Sal, Aragón.

El 14 de enero 2007, el Nuncio y los Obispos de Aragón se dieron cita en Peralta de la Sal e inauguraron el Año Jubilar Calasancio.

Dicen que José de Calasanz, doctor en teología, cansado de hacer el circuito rural de los pueblos broncos de la montaña, en 1592, se fue a Roma en busca de una canonjía. Quería un buen título y un buen sueldo, un seguro de vida en la Roma de las oportunidades para clérigos. Un cura en paro trabajando los pasillos del poder para no trabajar. Al fin y al cabo, ¿qué es una canonjía?

En la Roma de los Césares y de los Papas, con sus ruinas milenarias, José de Calasanz, abandonada la ambición diabólica de la dolce vita, descubre las ruinas más preciosas: los niños.

Los hombres pueden dar canonjías, títulos, riquezas y poder. Sólo Dios puede dar a los que se dejan guiar por su espíritu una vocación, una visión nueva, una epifanía.

"En Roma he encontrado la manera de servir a Dios, en los niños, y por nada del mundo la dejaré". Ya no miró atrás ni siquiera para regresar a la patria.

En 1597 abre la primera escuela pública, popular y gratuita de Europa.

En España se publicaba la ley Moyano sobre la gratuidad de la enseñanza en 1857 y tardará casi medio siglo en crear un Ministerio de Educación.

José de Calasanz fue un pionero de la educación para todos y, en línea evangélica, especialmente para los pobres. La reforma de la sociedad comienza, continúa y termina por la educación.

José de Calasanz acuñó para sus escuelas el lema de Piedad y Letras, fe y cultura, dimensión trascendente dimensión terrenal. Quería que sus alumnos tuvieran no sólo una cabeza bien llena sino también un corazón bien orientado. Tenían que aprender el idioma de la ambición profesional y el idioma del servicio incondicional a los demás. Reto cada día más difícil, la brújula moderna ya sólo señala el Yo.

Este Año Jubilar Calasancio mira al pasado, a Peralta y a Roma y mira al futuro de toda la geografía escolapia.

Futuro frágil y tembloroso, visionado desde la orilla humana, demasiado colesterol malo, pero la savia del futuro brota de fuentes inagotables.

A los alumnos de ayer y a los de hoy les invitamos a celebrar con nosotros este Año Jubilar Calasancio.
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