C A Í N

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

Marc Chagall afirma que la Biblia es “un alfabeto en el que todos los artistas han mojado sus pinceles”.

Saramago, viejo, comunista y ateo, conoce bien el alfabeto bíblico y, con ironía, humor e irreverencia, lo manipula para curarse, - ¿y curarnos?- de ser meramente mortal.

Caín no es su primera aventura por el continente bíblico. En “El evangelio según Jesucristo” nos da una visión de un Jesús hombre zarandeado por Dios y por Satán, más compinches que enemigos.

Caín, mito y símbolo del primer homicida, goza de mejor salud que su hermano Abel, el bueno, el olvidado a pesar de ser el favorito de Dios.

Algunos opinan que Caín mata a Abel, nada nuevo bajo el sol, por una mujer. La prometida de Abel era más hermosa que la suya y, en un ataque de celos, lo mata para unirse a ella.

Saramago, como los ateos genuinos, siente el vértigo de Dios, vive obsesionado por Dios y necesita matar a Dios. Su Caín le espeta a Dios: “maté a Abel porque no podía matarte a ti, pero en mi intención estás muerto”. Y Caín sigue matando a los hijos de Noé y a sus nueras.

Este poder, esta libertad le hace igual a Dios que con absoluta indiferencia mata a los niños inocentes de Sodoma y Gomorra y a los niños inocentes de Belén.

Ya Albert Camus renegaba de un Dios que permite la muerte de un niño inocente.

Caín discute con Dios y con los mejores argumentos hace callar a un Dios bárbaro y cómico adornado con la ya arrinconada triple corona papal.

Pero a Dios no se le mata con argumentos, sólo se le mata con la indiferencia.

Caín, fuerte y astuto como la serpiente del jardín del Edén, judío errante, primer tatuado en la frente, tatuaje creciente, es para Saramago el portador y transmisor del gen del egoísmo y la cámara que filma y da testimonio de todos los acontecimientos del libro del Génesis: sacrificio de Isaac, torre de Babel, destrucción de Sodoma, tribulaciones de Job y la cómica construcción del arca de Noé en la que se ríe de los ángeles trabajadores y de los ángeles zánganos.

Caín vive castamente hasta que llega al país del barro. Ahí es conocido por la Reina del país que lo convierte en su semental. Caín “monta a la yegua Lilith y la hace relinchar como nunca”. Al final monta a la esposa de Noé y a sus tres nueras antes de tirarlas por la borda del arca.

“La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él”.

Caín y Abel, gemelos presentes en cada corazón humano.