CERRADAS 364 DÍAS AL AÑO

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Ya no hay ateos como antes. Ahora sólo hay pasotas.

Para ser ateo se necesita pasión, conocimientos, lucha fálica y obsesión por acabar con Dios. Estos fanáticos de Dios son necesarios.

Los pasotas, instalados plácidamente en la finitud, no tienen inquietudes religiosas ni metafísicas, dejan que la vida, kleenex desechable, fluya a ninguna parte. Son ateos sin militancia y son legión.

“Estamos más cerca de Dios cuando hacemos preguntas que cuando presumimos de tener todas las respuestas”, afirma el rabino Abran Heschel.

La geografía española y, sobre todo, la soriana están sembradas de ermitas e iglesias cerradas 364 días al año.

¿Cerradas por falta de curas o por falta de fe?

Los hombres, ateos-pasotas en su inmensa mayoría, sólo van a la iglesia cuando son llevados a hombros.

Las mujeres, servidoras y consumidoras de ritos, son huérfanas sin la presencia del cura.

Las iglesias lloran y mueren detrás de los cerrojos.

Las iglesias ni son ni están en función del cura. Son de la comunidad y son los creyentes, si alguno queda, los que tienen que dar vida a esos magníficos templos.

Los pueblos han dado vida al viejo ayuntamiento transformándolo en bar y lugar de encuentro comunitario. Han convertido la escuela en biblioteca, han iluminado el lavadero…

¿Por qué no dar vida a las iglesias?

Los templos son nuestra herencia y cada cristiano y cada comunidad cristiana, por diminuta que sea, tiene que asumir la responsabilidad de su mantenimiento y demostrar su amor habitándolos.

Podrá no haber curas, pero el templo está ahí presidiendo y dando prestancia al pueblo. Los pueblos sorianos retratados en la última página de Heraldo Soria exhiben casi siempre la fotografía de la iglesia, su único edificio noble y artístico.

Los cristianos pueden darle vida haciendo una oración, leyendo un texto bíblico, llevando unas flores, cantando una salve, descansando en el área de descanso…pequeños gestos de amor, latidos y sensación de vida antes que extender un certificado de defunción.

Antes de que hubiera iglesias, basílicas y catedrales había casas, templos domésticos, donde los santos se congregaban para orar y celebrar su fe en Jesús.

Hoy, existen las cenas “Alpha”, movimiento que surgió en una parroquia anglicana de Londres y que se ha extendido por el mundo católico.

La idea es sencilla y atractiva. Unos feligreses invitan a amigos, vecinos, compañeros de trabajo a una cena para conversar sobre la fe y responder a sus preguntas. Invitación a los ateos, a los alejados de la iglesia a redescubrir la otra cara de la iglesia.

Los laicos, hombres que con amor y humor, testimonian sus vivencias y permiten a sus comensales expresar sus reproches, ideas, prejuicios… y éstos descubren el otro rostro de la iglesia.

La casa, templo, y el cristiano creyente son las nuevas carreteras por las que, en estos tiempos de iglesias cerradas y falta de curas, debe viajar el mensaje de Jesús.