CRISTIANOFOBIA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

Yo estoy de acuerdo con Richard Dawkins, el apóstol de los ateos, que ejerce de árbitro y saca tarjeta roja a la mayoría de los cristianos ingleses y de Europa por etiquetarse de cristianos cuando no son verdaderos creyentes.

Los que se llaman cristianos no han abierto nunca una biblia, no sabrían poner nombre a ninguno de sus libros, no van nunca a la iglesia o son llevados por acontecimientos sociales, no conocen la doctrina de sus iglesias o la ignoran en la vida cotidiana.

La etiqueta cristiana, pasada de generación en generación, es más un amuleto que una creencia.

Los ateos nos echan en cara tanta tibieza y tanta ignorancia porque están interesados en rebajar las hinchadas estadísticas y para negar la afirmación de Cameron: “Nosotros somos un país cristiano”. La defensa a ultranza de la identidad cristiana de un país implica, no pocas veces, desprecio y negación del derecho a existir de las religiones minoritarias.

Los líderes conservadores de las religiones se sienten tan amenazados que se han unido para afirmar que es mejor creer en Dios, no importa su representación o nombre, que no creer en ninguno y para combatir el secularismo militante y vociferante que pretende silenciar y arrinconar a los creyentes. Nunca hasta hoy los ateos habían estado tan presentes en el escenario social. Son entrevistados en televisión, dan conferencias por el mundo y sus libros alcanzan ventas millonarias. Lo que no consiguen es el prestigio social que otros grupos minoritarios han conseguido en estos últimos años.

Lady Warsi, musulmana y ministra en el gabinete de Cameron, con otros seis ministros fueron recibidos por Benedicto XVI para discutir el cambio climático y poner la religión en el mapa de la sociedad europea.

Lady Warsi, apóstol de las religiones, cree que “los políticos tienen que dar un asiento a la fe en la mesa de la vida pública”. “Durante siglos, el cristianismo en Europa ha inspirado, motivado, fortalecido y mejorado nuestras sociedades”.

El Vaticano está entusiasmado y alienta a estos apóstoles a defender la fe y a luchar contra el secularismo y el relativismo moral.

Rechazar la etiqueta y la compañía de los ateos es suficiente consuelo para algunos porque lo que importa no es creer sino pertenecer a la manada, compartir unas tradiciones folclóricas y ser leal a la historia de mi pueblo, gestos intrascendentes que nos diferencian y separan de los hombres totalmente desarraigados.

La sociedad en la que vivimos no necesita ni cristianofobias ni santas cruzadas. Necesita vivir y dejar vivir sin miedos ni favoritismos, todos iguales bajo las mismas leyes.