HOMILÍA DOMINICAL - CICLO A

  Primer Domingo de Adviento

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Isaías 2, 1-5; Romanos 13, 11-14; Mateo 24, 37-44

EVANGELIO

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando venga el Hijo del Hombre pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de la casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre".
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HOMILÍA 1

Muchos siglos atrás un rabino preguntó a sus alumnos si sabían cuando terminaba la noche y comenzaba el día.

Un alumno sugirió –"cuando ves un animal en la distancia y puedes decir si es una oveja o una cabra".

Otro dijo –"cuando ves un árbol en la distancia y puedes decir si es un manzano o una higuera".

Cada uno de sus alumnos iba dando respuestas parecidas y ninguna parecía satisfacer al maestro.

Éste les dijo-"amanece de verdad cuando miras a la cara de cualquier ser humano y ves en esa cara el rostro de tu hermano o tu hermana, si no ves esto, sea la hora que sea, para ti es todavía de noche".

¿Qué visión alimenta nuestro caminar cristiano?

En este primer domingo de Adviento, nosotros dirigimos nuestra mirada al futuro.

Jesús nos dejó pero sabemos que volverá y nosotros esperamos su venida.

Adviento es tiempo de espera.

¿Y por qué no nos dejó una tarjeta de visita con el día y la hora de la cita?

¿Por qué nos mantiene en este suspense?

"Vigilen porque no saben el día en que su Señor vendrá". A la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre.

Hágase esta pregunta: ¿estas palabras de Jesús qué despiertan en su corazón? ¿Miedo o alegría?

Porque hay esperas y esperas.

La espera del que no puede dormir porque el miedo le tortura y la espera del que no duerme por la ansiedad ante un encuentro largamente esperado.

¿Qué pretende Jesús con este silencio sobre la hora y el día de su segunda venida?

¿Meternos miedo o darnos una grata sorpresa?

Todo depende de tu corazón miedoso o confiado.

Todo depende de la experiencia y relación que has tenido con Él a lo largo de tu vida.

Muchas veces te has podido encontrar con El.

Muchas veces se te ha revelado la belleza y el amor de Jesús.

Muchas veces, en el pecado, en la frialdad y en el abandono has experimentado el perdón de Jesús. Jesús para nosotros no es nuevo, no es una sorpresa, no es una cita ciega. A lo largo de nuestra vida lo hemos ido conociendo y olvidando, amándolo unas veces y odiándolo otras. Una amistad con muchos altibajos.

A la hora que menos lo pienses y de la manera más imprevista, te encontrarás de nuevo con Él.

¿Cómo sería nuestra vida si creyéramos de verdad en la segunda venida del Señor?

Cada domingo, en el Credo, decimos:

"Y de nuevo vendrá con gloria a juzgar"…

Y en cada eucaristía decimos: "Ven, Señor, Jesús".

Cada año, en Adviento, hacemos un paréntesis para reflexionar y orar por la venida del Señor en su parusía, en el último día. ¿Pero quién se lo toma en serio? ¡Eso está tan lejos!

Adviento es tiempo de despertar, vigilar y esperar.

¿Cómo sería nuestra vida si de verdad creyéramos en la segunda venida del Señor?

¿Cómo debemos esperar al Señor?

Pablo nos aconseja: "Revestíos del Señor Jesús".

Revestirse del Señor es una invitación a vivir un estilo de vida que ciertamente tiene su precio.

Cuando un marido o un amigo tiene que hacer un regalo o tomar una decisión en nombre de otro, piensa: ¿qué le gusta, qué haría él?

Intenta ponerse en su lugar, meterse en su piel para acertar. Y esto exige vivir una relación de intimidad, confianza y amor.

Revestirse del Señor Jesús es también pensar: ¿Cómo actuaría Jesús? ¿Cómo debo actuar yo en nombre de Jesús? No puedo acertar si no tengo una relación de confianza y de amor con Él.

Revestirse del Señor Jesús es soñar con el profeta Isaías en una vida en la cima de la montaña donde el Reino de Dios es luz, paz y justicia.

Nosotros venimos aquí a ponernos el traje, el vestido de Jesús.

Y esto es más complicado que poner un sticker en el coche que dice: Jesús loves you o ponerse una camiseta con un mensaje religioso: Jesús is my homeboy o lanzar un grito: Viva Cristo.

El traje de Jesús es tener el deseo y el sueño de vivir para la justicia y el amor y que ese sueño nos posea y nos impulse a luchar contra toda injusticia y todo odio.

El vestido de Jesús no viene en XL L, M, S, sólo tiene una talla para todos. Y no tiene precio, es un regalo de Dios.

Pero hay que llevarlo con dignidad.

Hay que llevarlo en la lucha por la justicia.

Hay que vigilar para no perderlo.

Hay que amarlo hasta dar la vida por él.

El Señor viene. Aquí y ahora. Celebrémosle.

HOMILÍA 2

¿POR DÓNDE VIENE DIOS?

Yo soy un experto en huellas. Estudiando las huellas he detenido a muchos ladrones y asesinos.

Un día me llamó el director del departamento de seguridad y me dijo: tengo un nuevo caso para usted. Quiero que descubra el camino por el que va a venir Dios. Usted es un experto en huellas, confío en que lo resolverá.

Salí a la calle, recorrí caminos y avenidas, pregunté a los seguidores de ese tal Jesús, examiné muchas huellas y por primera vez en mi vida sentí que el caso se me escapaba de las manos.

Decidí abandonar el caso y, una mañana, muy desilusionado, me dirigí a la oficina del director de seguridad.

En mi camino leí el rótulo de un escaparate que decía: “Los zapatos de Dios”.

Entré y le expliqué al anciano que la regentaba mi gran problema. Éste me escuchó con mucha atención y entró en el interior de la tienda y me sacó unos zapatos desgastados, sin marca alguna y que no eran de mi número. Eran más pequeños.

Tanto me insistió el buen hombre que me los puse y salí a la calle con los zapatos puestos.

Lo que pasó a continuación es un misterio.

La tienda fue destruida para edificar apartamentos de lujo. Yo decidí largarme a Nueva York.

Así que amigos, como el caso está aún sin resolver, les invito a hacerse cargo de él.

Tenéis dos pistas fiables. Primera. Debéis poneros los zapatos de Dios, calza el mismo número que tus hermanos más pobres y menos queridos.

Segunda. Las huellas de Dios son las huellas de la humanidad pobre y necesitada.

Si seguís estas huellas descubriréis el camino por el que Dios viene a vuestra vida y experimentaréis la alegría de la salvación.

Dios no anuncia su venida en las vallas publicitarias de Soria, ni en youtube, ni en la web de la parroquia de Ntra. Sra. Del Pilar.

Vosotros y yo tenemos que hacer de detectives y descubrir sus huellas en nuestro corazón.

Hermoso trabajo para el tiempo de Adviento, es decir, para toda nuestra vida.

 LA SALA DE ESPERA

Érase una vez un padre de familia muy anciano. Sus hijos, muy modernos y muy ocupados, no le prestaban ninguna atención y se sentía cada día más como un estorbo que como una presencia necesaria.

Un buen día desapareció.

Tardaron un tiempo en darse cuenta de su ausencia. Los hijos decidieron buscarlo pero no lo encontraron.

Ahora se hacen muchas preguntas: ¿se fue porque quiso?, ¿se fugó del país?, ¿se suicidó?, ¿volverá algún día?

La verdad es que sus hijos no sienten ninguna culpabilidad, entregados a sus negocios, ni lo echan ya en falta ni lo necesitan.

El tiempo pasa y no parece dar señales de vida. Seguro que ha muerto.

ADVIENTO, palabra que repetiremos muchas veces a lo largo de estas cuatro semanas, es el tiempo en que esperamos al Jesús que nos dejó su tarjeta de visita el día de Navidad y que nos prometió revisitarnos un día sin previo aviso.

La historia del padre desaparecido es la historia de Dios.

Dios para muchos de nuestros contemporáneos ni es necesario ni es esperado y no significa nada.

El evangelio de este primer domingo de Adviento nos exhorta a estar en vela, porque no sabemos qué día vendrá nuestro Dios.

Esta sociedad de las prisas quiere que todo sea rápido, odia esperar. Sólo se vive para ganar más, para gastar más y para gozar más.

Mandela pasó 27 años, diez mil días con sus diez mil noches, en la cárcel, su tiempo de Adviento, incubando el gran sueño de la libertad para todo un pueblo.

El creyente es alguien que espera, no cualquier acontecimiento, espera el gran acontecimiento de la implantación total del Reino de Dios, el nuevo orden de cosas que no se parece en nada al orden en que vivimos en esta sala de espera que es nuestro mundo y nuestra Iglesia.

El creyente espera gozar de la visión, hoy sólo barruntada, dibujada por el profeta de la esperanza, Isaías: “De las espadas forjarán arados y de las lanzas podaderas, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob ven; caminemos a la luz del Señor”.

El creyente curará la inevitable miopía propia del presente, del todavía no, para gozar de la visión total.

El creyente es alguien que espera a Dios, que se hizo presente en Jesús, pero que siempre está viniendo porque es el futuro, el destino de la humanidad.

¿Y cómo llenar este tiempo de espera en este vientre terrenal?

 “Yo amo a Jesús, que nos dijo:
Cielo y tierra pasarán.
Aunque cielo y tierra pasen,
Mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad”.
                Antonio Machado

 Velad con confianza, estamos en buenas manos. Sabemos de quien nos hemos fiado.

Velad viviendo “con dignidad” nos dice Pablo. Nada de lujos, con sencillez, queriendo no querer nada inesencial.

Velad y “vestíos del Señor Jesús”. Él se vistió de nuestra carne mortal. A nosotros nos toca vestirnos con los sentimientos del Señor Jesús. Humildad, compasión, servicio, amor…”Velad, y reforzad lo que queda y está a punto de morir”. “El vencedor será vestido con vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida”, dice el Apocalipsis.

Velad, llenemos el tiempo de la espera no sólo con los negocios de este mundo sino ocupándonos de las cosas de Dios nuestro Padre.

Velad, orad y resistid a la tentación y al tentador que nos susurra: Don’t worry. Be happy. Nadie te espera.

Al que esperamos y lo que esperamos van configurando, sin darnos cuenta, nuestras vidas. Somos lo que esperamos.

“La vida en la cárcel me recuerda mucho el Adviento. Uno espera y confía y da vueltas pero lo que hacemos tiene poca importancia. La puerta está cerrada y sólo se puede abrir desde afuera”, escribe Bonhoeffer.

 

HOMILÍA 3

Adviento es mucho más que una palabra sabia que los curas emplean durante cuatro semanas en la liturgia de la Iglesia. Adviento es un estado de ánimo, símbolo de la Gran Espera, la Espera eterna.

Adviento no es una pregunta sino una respuesta a la pregunta: ¿Qué estamos haciendo aquí?

Vladimir y Estragón en la obra de teatro de Beckett “Esperando a Godot” se preguntan: ¿”Qué estamos haciendo aquí? Estamos esperando a Godot.

¿Y si no viene? Nos ahorcaremos mañana. ¿Y si viene? Estaremos salvados”.

Los evangelios de los últimos domingos nos invitaban a preparar el Gran Final: “No quedará piedra sobre piedra. Habrá grandes terremotos, hambre…

Resulta un tanto molesto y aburrido comenzar el Adviento con el miedo al ladrón que viene sin avisar durante la noche. Ni ustedes ni yo, por más viejos que seamos, le tenemos miedo al ladrón, ¿verdad que no? Ni ustedes ni yo lo esperamos hoy, ¿verdad que no?

El evangelio de este primer domingo de Adviento es una invitación a vigilar, a estar despiertos.

¿Qué hacen los conductores cuando les entra el sueño? ¿Qué hacen los feligreses cuando el rollo del cura se prolonga más de lo habitual?

Las recetas contra el sueño son numerosas: unos salen a estirar las piernas, otros toman dos cafés, otros se lavan la cara con agua fría, otros optan por dar una cabezada, con mucho la mejor solución.

¿Y nosotros los cristianos, ignorantes del día del Señor, que podemos hacer para salir del letargo espiritual que nos domina?

Mirar al pasado es cosa de viejos y sin embargo el pasado está lleno de lecciones que no debemos olvidar. Es la historia de nuestra familia, de nuestro pueblo. Hay pueblos vacíos que ahora viven en la red. Sus habitantes dispersos por el mundo viven conectados en la red. Se niegan a enterrar el pasado y a morir.

Nuestro pasado cristiano tiene un nombre, Navidad. La primera Navidad que preparemos cada Adviento con la misma ilusión que cuando éramos niños.

Adviento hace memoria de un pasado vital, sin el acontecimiento Jesús ninguno de nosotros estaríamos aquí. Mira a un pasado no congelado en el frigorífico de la historia sino vivo y activo, siempre recordado y reactualizado.

El Adviento nos invita a mirar al futuro. Jesús vendrá como ladrón en la noche, no para asustarnos sino para plenificarnos. Nosotros estamos aquí, no tenemos que ir a ninguna parte. Él viene a nosotros. Cinco veces hemos leído en el evangelio el verbo venir.

A nosotros nos toca vivir la espera de lo inesperado con ilusión. Los cristianos no brindamos por el pasado, por glorioso que haya sido, brindamos por el futuro porque el futuro es Dios y nosotros seremos de Dios.

La primera venida la vivimos cada Navidad. La segunda la viviremos en gloriosa majestad.

Velad. Hoy, en este presente de nuestra vida, dos cosas son las que Dios quiere que hagamos: trabajar, ser fieles a nuestros compromisos humanos, hacer un mundo más amable, más justo, más fraterno, cuidar la creación, amar a los hermanos que son los que nos necesitan.

Amar a Dios, nuestro presente y nuestro futuro.

Y esperar. Godot vino, viene y vendrá. Y seremos salvados.