EL CLUB DE FANS

P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.

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Todos los periódicos dedican alguna de sus muchas páginas a la "pornografía del alma".

Iluminan la dimensión carnal de las estrellas fugaces de la música, el deporte…como si necesitáramos compartir cinco minutos de alcoba y aspirar sus intimidades.

Nada más peligroso que un fan total.

Hasta los viajes papales se cubren más como culto al personaje que como eventos religiosos.

La cultura ha perdido hondura para convertirse en diversión y en producto desechable.

A muchos católicos sorianos se les antoja contradictorio un sermón divertido,- sermón rima con tostón-, como a mí me parece imposible que ahora enseñen unas matemáticas lúdicas y divertidas, para mí siempre fueron imposibles.

Los santos, sí los santos, tienen también su club de fans y un culto desaforado.

Los santos pueden ser una distracción total.

Albert Camus, autor de la Peste y el Extranjero, se preguntaba, "¿es posible ser santo sin Dios?".

George Washington, Abraham Lincoln, Martin Luther King, Gandhi…y una pléyade de hombres y mujeres ejemplares son los santos del calendario secular.

El calendario de la Iglesia, selección olímpica de los hombres de Dios, es más selecto y restringido.

Aunque la Iglesia no hace santos, es tarea al alcance de cualquier cristiano que se deja guiar por el Espíritu y viaja por la autopista Jesús, la Iglesia los certifica y "eleva a los altares" y sus imágenes de escayola suben al podium.

De los 1340 hombres y mujeres que Juan Pablo II beatificó y los casi 500 que canonizó, ninguno es más famoso e icónico que el Padre Pío.

En Italia, país de la Madonna, es más venerado y rezado, ironía de las ironías, que la mismísima Virgen María.

El Padre Pío, conocido en el mundo entero, es un santo popular, a pesar de no haber viajado a ninguna parte.

Nadie nace sabio ni santo. Hay que hacerse.

Los biógrafos del Padre Pío le atribuyen el monopolio de la santidad prácticamente desde su nacimiento.

Don de bilocación y de profecía, el milagro de los estigmas y las noches luchando, no con un ángel como Jacob, sino con el diablo disfrazado de gato negro, de animal repugnante, de superior y, como no, de mujer joven y lasciva que quiere poner a prueba su castidad. De esas noches todos sabemos algo aunque no amanecemos como el Padre Pío ensangrentados y con moratones.

Lo que me llama la atención es el furor de sus fans. Setenta y cinco mil ya han reservado día y hora para ver su cuerpo recién exhumado y cosmetizado entre el mes de mayo y el de diciembre.

Yo confieso ser fan, seguidor, adorador y esclavo, del único Santo, del Señor Jesucristo a quien no puedo ver en ninguna peana. El fervor por los humanos, santos o celebridades de todos los pelajes, me deja muy frío.

El ser humano es por naturaleza idólatra. Necesita ídolos, seres tangibles, necesita adorar la obra de sus manos. El hombre más sexy, más fuerte, más rico, más santo…

Le seguimos la pista, le pedimos autógrafos, besamos su foto o su estampa.

¿Pertenece usted a algún club de fans?

No me imagino yo invirtiendo mi fe y mi ilusión en una celebridad tan mortal y estúpida como yo.

La fiesta que más me gusta es la de Todos los Santos, fiesta en la que me incluyo y le incluyo a usted. .