EL COPYRIGHT DE DIOS

P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.

   

 

Un doctor en Filología Hispánica me confesaba cándidamente que los duros trabajos de una tesis doctoral consisten en desenterrar viejos huesos y revestirlos de modernidad.

Asistí, años atrás, a la defensa de una de esas tesis que nada aportan y al doctorando le reprocharon haber despertado unos muertos ingleses cuando los de Soria y España los tenía más cerca y se ajustaban mejor a la realidad que intentaba describir.

Los que no escriben ni hacen discursos y, sobre todo, no predican no citan a los muertos. Sólo citan a los vivos, a los que salen en la televisión o a los que hacen programas kilométricos en la radio.

Ahora que todo lo divino y lo humano está en Internet, incluidos miles de sermones, ¿existe aún el copyright?

Un simple click e imprimes la Biblia entera. Si Dios es su autor, no tenemos problemas. ¿A quién le pagaremos los derechos de autor?

Una nota, leída en Internet, titulada "¿plagiar o no plagiar?" despertó mi curiosidad sobre el eterno problema de la predicación.

La Iglesia polaca se ha tomado en serio el tema de los sermones plagiados y multará a los curas que lean los sermones literalmente como si fueran suyos y no citen a su autor.

En Estados Unidos dos Reverendos, Glenn Wagner y Robert Hamm, admirados por sus elocuentes y vibrantes sermones tuvieron que dimitir de todos sus cargos cuando los feligreses descubrieron que no los habían sudado, simplemente los habían robado.

En algunas iglesias, los fieles, conocedores de la fuente de los sermones de sus párrocos, acuden el domingo con el sermón fotocopiado y, para mayor INRI, lo leen mientras el cura lo hace desde el púlpito.

En el pasado nadie se indignaba si el cura leía de un libro y el desesperado predicador ni siquiera era consciente de estar robando y aburriendo al personal.

Predicar es una responsabilidad monumental.

Los fieles, los que tienen hambre de la Palabra de Dios, esperan una predicación inspiradora, no una sarta de ideas ininteligibles y ajenas al diario vivir.

Yo, cada domingo, me siento pequeño y nervioso. ¿Aburriré, inspiraré, despertaré a alguien? Ahora hay miles de sermones online en todas las lenguas, la tentación de robar uno es grande. ¿Quién se va a enterar? Yo me acuso de haber plagiado.

Buscar inspiración en esa selva espesa mientras escuchas la Primavera de Vivaldi o "es más fácil llegar al sol que a tu corazón" de Maná, es distinto de plagiar. Una palabra, una metáfora, una historia…pistas sencillas que pueden iluminar y guiar la imaginación.

Predicar no es ejercer de ventrílocuo, es dar testimonio de mi experiencia de fe, de mi esperanza en el hoy y el mañana y de mi amor descarado por Jesucristo.

Palabras y gestos que nadie me puede prestar. Tienen que estallar -como la lava- del corazón del volcán.

Por favor, no multas a los predicadores perezosos para que el tráfico no se paralice. Sí sentir el peso de la misión y dedicar tiempo a examinarlo todo y quedarse, sin estropearlo, con lo mejor.