EL PÓRTICO DE NOVIERCAS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

Años atrás, los domingos los hombres de Noviercas, los de otros pueblos también, llegaban hasta el pórtico de la iglesia, las mujeres entraban a misa y ellos conversaban en el pórtico.

El pórtico era el atrio de los gentiles, patio abierto a todos, creyentes y no creyentes, frontera entre lo profano y lo sagrado.

Los hombres, rebeldes espirituales, viven con total autonomía y al margen de todo conflicto moral y religioso.

Los hombres, emigrantes de la religión, sin crisis, sin portazos, se despiden de Dios sin decirle adiós y no pasa nada.

Los hombres, neopaganos, buscan religiones terrenales, new age y sucedáneos de autoayuda.

Los de Noviercas siguen en el pórtico de siempre hablando de sus cosas.

Hoy, hay que agrandar el atrio de los gentiles, y reducir el atrio de los creyentes.

La frontera entre lo profano y lo sagrado es cada día más difícil de franquear.

Acaba de celebrarse en París, en la Sorbona y en la catedral, un diálogo entre creyentes y no creyentes.

El atrio de los gentiles, título bíblico muy sugerente, se llenó de creyentes, los no creyentes, a excepción de los intelectuales invitados, siguieron unos arando sus tierras, otros probando sus coches, otros consumando el matrimonio…cada uno en su pórtico.

Cruzar la frontera de lo invisible y del Invisible es esfuerzo sobrehumano.

Los filósofos de la sospecha certificaron la muerte de Dios y predicaron que el mundo es hecho por los hombres y para los hombres.

Ya no hay ateos como los de antes, los de verdad, los que gritaban, insultaban y panfleteaban. Y sin embargo la a de a-teo otorga una gran dignidad a la aventura humana.

Calmados con el placebo del bienestar, de las nuevas tecnologías, del fútbol…Dios se hace innecesario.

Todos somos más agnósticos, más indiferentes. Si lo tenemos todo, ¿para qué almacenar un trasto más?, ¿para qué entrar en el atrio del que no tiene papeles ni DNI?

Mientras sigamos preguntando el por qué del amor y de odio, de la moral y del sentido de la vida, seguiremos usando y abusando de la palabra Dios que es la palabra de todo principio.

“Creyentes y no creyentes no se dan cita en el atrio de los gentiles para confrontarse por enésima vez sino para combatir juntos en el mismo frente –oponernos a la mayor crisis global que conocemos- que es una crisis de sentido, dijeron los intelectuales.

Ayer la palabra Dios era sinónimo de premio y castigo en el pórtico de Noviercas.

Hoy, en el atrio de lo sagrado, evoca solamente confianza y esperanza.