HOMILÍAS - PARA LOS TRES CICLOS

  Funerales

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Romanos 6, 3-9; Juan 11, 17-27

EVANGELIO

Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero ya sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día.

Jesús le dice: -Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?

Sí, Señor; yo creo en que tú eres el Mesías, el Hijo de dios, el que tenía que venir al mundo.

HOMILÍA

“Cuando uno muere se acaba la vida, no se acaba una relación”.

Blasco Jiménez, protagonista de “El alma de la ciudad”, exclama en Santiago de Compostela, al final de su viaje:

“Señor, cuando llame yo a la puerta de tu casa, cansado de luchar, abatido y desnudo, ¿me reconocerás?

Padre mío, si un día voy donde Tú estás sin poderte llevarte otra cosa que mis infidelidades, mis amargos desengaños, mis batallas inútiles, todo el mal que hice a los demás…¿sabrás quién soy?

Señor, hoy sé que no soy quien yo hubiera querido ser. Ni siquiera sé si me asemejo en algo a lo que esperabas de mí. No soy un santo…¿me aceptarás así?

Porque puedo sentir que he sido el hombre perdido que viniste a buscar; el enfermo a quien sólo Tú podías sanar. ¿Me reconoces así?

Soy un pobre ser que reclama tu amor, sólo tu amor.

Y veo que mis manos están sucias y que voy vestido de mugre; pero creo ser ese hijo tuyo para quien reservas un traje de fiesta, un anillo y, sobre todo, esa ternura infinita que emana de ti, para poder sentir el abrazo del encuentro y entrar en tu casa, y celebrar una fiesta que nunca ha de terminar”.

Cuando uno muere y llega al cielo dicen que se suele llevar tres sorpresas.

La primera es mirar a su alrededor y ver un montón de gente, borrachos, prostitutas, ladrones, gays… que nunca hubiera pensado encontrar allí.

La segunda es no ver a los que siempre pensó que estarían allí, su párroco, las beatas de la misa de nueve, los endomingados, los consumidores de novenas, los cumplidores de la letra y de las leyes…

La tercera sorpresa será exclamar: Yo lo he conseguido. No sé cómo, pero aquí estoy.

La comunidad cristiana se reúne domingo tras domingo para proclamar a Jesucristo como el centro de su vida. Y se reúne en otras ocasiones para celebrar los acontecimientos importantes que atañen a la comunidad.

Hoy, hermanos, estamos aquí para orar y celebrar no la muerte sino la vida eterna, con tristeza sí, pero también con alegría.

Hoy, estamos aquí con todos vosotros y oramos con vosotros por X .  Cada uno de vosotros conserva y atesora recuerdos íntimos y cotidianos de X. Lloráis a uno que es parte de vuestra sangre y de vuestra carne.

Hoy, todos debemos orar, esperar y aprender esta lección silenciosa. Sí, todos  estamos destinados a morir. La muerte es el último deber que todos tenemos que cumplir y tenemos que hacerlo bien.

Este viaje último lo hacemos sin billete de vuelta. No lo necesitamos. En el aeropuerto del cielo, alguien está esperando a X. Viaje para el que no se necesita ni pasaporte, ni maleta. El que nos espera nos conoce bien.

Lo único que necesitamos es dirigir nuestros ojos en el único que salva, en el que puede dar sentido a nuestro vivir y a nuestro morir: Jesucristo.

Jesucristo pasó por la experiencia de vivir y morir para mostrarnos que el amor es más fuerte que la muerte, que hay un nuevo comienzo, que la última palabra es pronunciada por Dios, un Dios que es amor y que es nuestra victoria.

San Pedro dijo muchas veces: “Ustedes dieron muerte al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de los muertos y nosotros somos sus testigos”.

Hoy, nos toca a nosotros ser los testigos y proclamar que así como Cristo vive, también vive nuestro hermano X.

¿Crees esto, Marta? ¿Creen esto ustedes los cristianos?

La primera parte del evangelio es creer y la segunda es vivirlo.

Creer en Jesucristo que es la resurrección y la vida.

Vivir como Jesús que nos amó y murió por nosotros.

Hermanos, por la manera cómo X vivió está vivo con Dios.

Por la manera como nosotros vivamos, guardaremos vivo en nosotros el recuerdo de X.

Una nota de humor.

Piloto a la torre de control. Piloto a la torre de control. Estoy a 600 kilómetros de tierra…a 200 metros sobre el agua…me estoy quedando sin combustible…por favor instrucciones.

Torre de control a piloto…aquí torre de control…repita conmigo: “Padre nuestro que estás en el cielo…”

Esta es nuestra torre de control dando instrucciones a tantos pilotos en peligro. Les invito a repetir conmigo: La vida es eterna. El amor de Dios no se agota nunca. La muerte es sólo un horizonte y hay vida más allá de este horizonte.

Sí, Señor, tú eres mi final y mi nuevo y bendito principio.