F Ú T B O L

P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.

   

 

Fútbol, más fútbol, por favor. Los hombres nos hemos quedado sin dioses y queremos adorar el balón.

Los hooligans, nacidos en Inglaterra muchos años atrás, se han globalizado como la economía y ahora llenan la tierra toda. No hay país que no tenga su marca propia, denominación de origen.

La pasión por el equipo nacional o local, como la pasión por todos los dioses, exige sangre y guerra. “Sólo existe el dios en cuyo nombre se mata”. La marca de un grupo turco reza: KFI= Kill For You.

Las últimas imágenes entre los hinchas argelinos y egipcios me repugnan. Que algo tan trivial como un partido de fútbol se convierta en duelo fratricida y que sea atizado por las autoridades debería ofendernos a todos y que el hijo del presidente Mubarak amenace con machacar la cabeza de los argelinos es intolerable.

Religión y guerra han viajado juntas durante siglos. Fútbol y sangre y guerra, entretenimiento místico de las masas de hoy, viajan por televisión y por Internet, premio a pagar por la fama y es que la mística secreta del deporte se llama dinero, mucho dinero.

El bate de los Yankees, grande y duro, es la religión del falo primigenio. El balón, grande y redondo, es símbolo de la fertilidad victoriosa.

Nuestros dioses más humanos pero menos atrevidos que los del Olimpo tienen rostros humanos, bolsas llenas, bolsillos profundos y más seguidores que los olvidados santos del almanaque.

Hoy, guiado por la curiosidad y la envidia he visionado varias veces con asombro extasiado un vídeo del Liverpool F.C.

Ver a más de setenta mil feligreses en éxtasis, entonando el canto de entrada litúrgico antes de que los dioses oficiantes salten al campo casi me arranca las lágrimas.

“You will never walk alone”, siempre el mismo himno, siempre la misma pasión, siempre la misma congregación febril, mística, fantástica.

“Caminad, caminad con  esperanza en vuestros corazones y nunca caminaréis solos”.

Bufandas, banderas al aire, rostros ensimismados y una gran pancarta: Make Us Dream, Hacednos Soñar.

Más que una liturgia terrenal, una celebración celestial.