HOMILÍAS - PARA LOS TRES CICLOS

  Jueves Santo - Misa de la Cena del Señor

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Éxodo 12, 1-8.11-14; 1 Corintios 11, 23-26;
Juan 13, 1-15

EVANGELIO

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

Jesús le replicó: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.

Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.

Jesús le dijo: Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. (Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios".

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

HOMILÍA 1

La vida de Jesús, "el borracho y comilón", difícilmente se puede entender sin sentarlo a una mesa. Especialmente la mesa de la ÚLTIMA CENA.

 

Los hombres de todos los tiempos y lugares celebran la vida de familia, la hospitalidad y la amistad en torno a una mesa.

¿Cuándo el señor de la casa se siente más Señor?

Cuando reúne a sus invitados en torno a su mesa.

¿Cuándo el señor de la casa se siente más feliz?

Conversando en torno a su mesa.

¿Cuándo el señor de la casa se siente más padre?

En torno a su mesa.

¿Cuándo los niños se quejan más, piden más, dan más trabajo?

En torno a la mesa.

¿Cuándo sentimos más el gozo de la compañía y la amistad?

En torno a la mesa.

¿Cuando tenemos algo que celebrar, en qué pensamos primero?

En poner la mesa.

Los primeros cristianos decían: "No podemos vivir sin celebrar el día, la mesa, del Señor".

"Deja todo el día del Señor y corre a tu asamblea porque es tu alabanza de Dios. De otro modo, ¿qué excusa presentarán a Dios los que no se reúnen para escuchar la palabra de vida y alimentarse con el divino alimento que perdura para siempre? (Didascalia)

Durante la persecución de Diocleciano, desafiando al emperador, los mártires de Abilinia confesaban : "Sin miedo celebramos la Cena del Señor porque no podemos faltar, es nuestra ley". "Sí, yo fui a la asamblea y celebré la Cena del Señor con mis hermanos porque soy cristiano".

La Eucaristía que celebramos cada domingo desde aquella primera Eucaristía que celebró Jesús en el cenáculo nunca ha dejado de celebrarse. Tal vez sea el único mandato de Jesús que la iglesia ha cumplido fielmente hasta hoy.

La Eucaristía hace tres cosas.

Reunión. Congrega a los seguidores de Jesús en torno a una mesa. Reúne a gentes de toda raza, lengua y nación para compartir el único banquete de Cristo. Los bautizados sabemos que no nos salvamos solos sino como miembros del Cuerpo de Cristo, del pueblo de Dios.

Afirmación. "Ninguna actividad de la iglesia es tan vital y constructora de la comunidad como la celebración del día del Señor y de la Eucaristía". Es el abrazo de Cristo a todos los marginados, a todos los no queridos ni amados del mundo. Todas las etiquetas que discriminan a las personas son superadas en torno a la mesa del Señor Jesús.

Reto. Nuestra participación en torno a la mesa del Señor declara que los comensales se comprometen a redimir el mundo por el amor. Caminamos hacia el "último Día del Señor", al domingo sin fin. Anticipamos la fiesta escatológica de las "Bodas del Cordero". Apocalipsis 19,9.

El día de Jueves Santo recordamos las dos tradiciones de la Última Cena.

La tradición cultual, narración de la institución, de Pablo, Lucas, Mateo y Marcos y la tradición testamento de Juan 13,17.

Ambas tradiciones son necesarias. "Haced esto"… en el culto, en el sacrificio de alabanza y "Ejemplo os he dado"… en el diario sacrificio de la vida, en el servicio, en el lavatorio de los pies. El ritual del servicio y la estima de los hermanos más pobres. Lavar los pies de los huéspedes es un trabajo de esclavos. No se puede afirmar de una manera más elocuente que lavar los pies de los hermanos corresponde a la naturaleza del compartir eucarístico: alimentar los cuerpos y las almas se hace tanto mejor cuanto se respeta la dignidad y la libertad de aquellos a los que se lava los pies.

HOMILÍA 2

"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo".

Es fácil decir "te quiero"; pero es más difícil ser fiel al amor y demostrar el amor.

¿Cómo dijo Jesús, "te quiero"? ¿Cómo nos demostró Jesús su amor?

El amor no puede morir mil veces pero Jesús muere cada día, cada hora, muere en el altar. Este es el amor que se hace Eucaristía.

En su última cena, en aquel primer Jueves Santo, Jesús dijo:

Me voy, pero quiero quedarme. Y se fue. Y también se quedó.

Os dejo, pero quiero permanecer con vosotros. Y nos dejó. Y se quedó con nosotros.

No me veréis, pero quiero dejaros mi verdadera presencia. ¿Cómo? "Esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre"…

En su ausencia, nos dejó su presencia real. La Eucaristía no es un regalo de una sola cara. Exige una respuesta. El amor llama al amor. La Eucaristía es un intercambio. Y nuestra respuesta tiene que ser la de un intercambio de amor.

Jueves Santo. ¿Cómo dijo Jesús, "te quiero"? ¿Cómo nos demostró su amor?

El amor se pone el delantal y lava los pies.

Lo que Jesús hace humildemente aquella noche es símbolo de lo que hará al día siguiente en el Calvario por todos los que ama.

"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?"

Cuando me llamasteis, yo no me hice el sordo.

Cuando seguisteis vuestro propio camino, yo os esperé.

Cuando dudasteis de mí, yo no os rechacé.

"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?"

En un tiempo en el que el poder cuenta, yo vine a vosotros como niño.

En un mundo de fuerza y violencia, yo me hice el menor entre vosotros.

En un mundo en el que el dinero habla, yo os hablé como un pobre.

En un mundo en el que todos pisotean a los demás para trepar, yo os lavé los pies.

"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?"

Vosotros buscáis expertos para la liberación, yo traigo una sabiduría diferente.

Vosotros ponéis vuestra confianza en un gobierno fuerte, yo vine como servidor.

Vosotros creéis en almacenar y guardar, yo me desprendí de todo.

Vosotros trabajáis mucho para comer y beber, yo os alimenté sin cobrar nada.

Vosotros derramáis la sangre del hermano para salvaros, yo derramé mi sangre para salvar a mi pueblo.

"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?

Vosotros me llamáis Señor y Maestro… Os he dado ejemplo. Haced lo mismo.

Jueves Santo. Amor en delantal, amor en acción, amor para siempre.

HOMILÍA 3

Esta es la mesa donde la iglesia comienza.

Hoy el Señor comparte con nosotros el pan de la Alianza.

Pone en nuestras manos la señal de la Pascua.

Nuestros corazones se asombran y quieren mejor entender, pero es la palabra quien habla.

Jesús nos pregunta: ¿Cómo mediréis el amor que os doy?

Esta mesa, este altar, donde la iglesia comienza y es alimentada es el eslabón que une lo que Jesús hizo y lo que nosotros hacemos cada vez que celebramos la Eucaristía.

Hermanos, sí, queremos ver a Jesús, queremos escucharle, queremos que esté cerca de nosotros y sentir su presencia.

Si Jesús, nuestro Señor y Maestro, estuviera aquí, decimos, las cosas serían muy distintas y nosotros seríamos también muy distintos. Pero no está aquí, está ausente. Esta es la razón por la que las cosas y las personas son como son.

Hay muchas maneras de estar presente sin estar presente en persona.

La Eucaristía es el sacramento de la presencia del Señor en su ausencia. El pan que el Señor comparte con nosotros es el signo de su presencia. El pan que compartimos con los hermanos es el sacramento de su presencia. Este tipo de presencia a muchos se les antoja soso y poco elocuente y por esa razón la Eucaristía no les interesa y no la frecuentan.

Esta es "la tradición que nosotros, los católicos, nosotros, los discípulos hemos recibido del Señor". Y Jesús nos dice: "Haced esto en memoria mía". Una tradición todavía viva, que tenemos que guardar y entregar a otros y que tenemos que amar.

Los primeros cristianos solían decir: "No podemos vivir sin celebrar el Día del Señor, sin celebrar la Eucaristía". La Eucaristía es el corazón de la iglesia y de la fe y se remonta a la mesa de la amistad del mismo Jesús.

Esta reunión, esta comunidad no tiene sentido, es aburrida y vacía, si se celebra sin fe y sin compromiso. A Jesús sólo se le ve con los ojos de la fe. Sólo está presente en los corazones de los creyentes. Sólo se revela a los que alimentan su fe en su mesa.

En la Última Cena Jesús hizo un gesto profético. El Lavatorio de los pies es una revelación. Conocemos a Jesús no tanto por lo que dijo sino por lo que hizo. Y esta noche, sin decir una palabra, Jesús nos ofrece su mejor discurso.

El Lavatorio de los pies significa:

Humildad: todos hijos de Dios, todos tratados como tales.

Obediencia: Dios quiere que Jesús sea para los demás.

Servicio: Vine a servir, no a ser servido.

Hermandad: Vosotros sois hermanos.

Compromiso: Lucha por la justicia y la paz.

Acción: Haced algo tangible para demostrar el amor.

Qué difícil es entender el mandamiento de Jesús y sus gestos y qué difícil es ponerlos en práctica.

Vivimos en la jungla donde sobreviven los más fuertes y Jesús lavó los pies para decirnos que los más fuertes deben cuidar y amar a los más necesitados.

El primer efecto de cada eucaristía que celebramos debería ser el de la hermandad. Y nuestra hermandad debería ser una oración y un grito de alegría, de amor y de servicio por la paz y la justicia.

Haced esto en memoria mía. La Eucaristía dominical es nuestra maravillosa rutina, rutina de amor. Hoy, invitados todos a sacudirnos la rutina porque en el amor no puede haber rutina. Hoy, invitados a pedirle a nuestro querido Dios que nos dé la gracia de acogerle y recibirle como si fuera nuestra Primera Comunión, nuestra última Comunión, mi única Comunión.

El alimento que nos da el Señor es un alimento peligroso. Es alimento para el servicio, alimento para derramarse en el día a día , alimento de muerte y de resurrección.

Haced lo mismo. No es un consejito piadoso. Es un mandamiento.

HOMILÍA 4

Estamos aquí esta noche porque no queremos olvidar. No queremos olvidar nunca cómo vivió y murió Jesús. No queremos olvidar nunca cómo se preocupó de los pecadores y abrió su corazón a sus sufrimientos. No queremos olvidar cómo sanó a los enfermos y consoló a los que sufrían.

Pero de una manera especial queremos recordar, en esta noche santa, cómo comió y bebió con sus amigos más íntimos. Queremos recordar cómo su gracia disipaba el sentimiento de culpa de los corazones humanos. Queremos recordar cómo su gran compasión daba valor a los que se sentían aplastados. Y cómo daba fuerza a los que se sentían derrotados.

Es bueno que recordemos cómo eran las cosas entonces y saber cómo son aún hoy las cosas. Cuando partimos el pan y compartimos la copa en su Espíritu, Jesús está realmente presente entre nosotros. Nos invita a salir de la escasez a la abundancia, del pecado a la salvación, de la soledad al amor, del aislamiento a la comunidad.

Venimos a la mesa del Señor no porque tenemos que, obligación, sino porque podemos. Venimos no porque estamos llenos, sino porque nuestro vacío grita por la plenitud de Dios.

Venimos a la mesa con el peso de la culpa arrastrándonos por tierra; venimos con preguntas y preocupaciones albergadas en nuestro corazón; venimos con nuestros miedos e incertidumbres que plagan nuestras mentes.

Venimos porque y a pesar de todo no hay un sitio mejor a donde ir. En el cielo y en la tierra, la alegría es estar con Jesús.

Esta noche, en la última cena del Señor, aceptamos su invitación al banquete del amor. Aceptamos el reto de vivir más plenamente como uno de sus amigos más íntimos. Nos atrevemos a abrir nuestro corazón al que nos conoce mejor que nosotros mismos. Y que desea nuestra felicidad más que nosotros mismos. Porque su corazón es más grande que nuestro corazón.

Eso, sobre todo, no lo olvidaremos.

Fr. James Smith

HOMILÍA 5

En 1969, un día de julio, a las 3:30 p.m. hora de Houston, Buzz Aldrin y Lance Armstrong, aterrizaron en la luna.

Llamaron a Houston e invitaron a todos a hacer un momento de silencio.

Este es su testimonio:

“Para mí era el momento de comulgar. Abrí las bolsas de plástico que contenían el pan y el vino y eché el vino en el cáliz que mi parroquia me había entregado.

Era maravilloso pensar que el primer líquido jamás vertido en la luna y el primer alimento jamás comido en la luna eran el vino y el pan consagrados.

Antes de comulgar leí la Palabra de Dios: “Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto porque sin mí no podéis hacer nada”.

Me sentí unido a mi iglesia y a la Iglesia universal.

Primera eucaristía celebrada en la luna, a millas de distancia de la tierra.

CELEBRIDADES VS. SERVIDORES

Las encuestas dicen que la religión está en retirada y no se equivocan.

Las jóvenes, enamoradas de Justin Bieber, cantan sus canciones como si fueran oraciones, sí, estas son sus únicas oraciones.

Los niños y los jóvenes, adoradores de los astros del deporte, no dedican ningún tiempo a la religión.

Hoy, la mayor religión es la de los no practicantes, los que han emigrado a ninguna parte.

La religión, premio o castigo en la otra vida, sólo le preocupa al clero.

Hoy, Jueves Santo, día en el que estamos invitados a compartir la cena con Jesús, somos pocos los que hemos aceptado su invitación.

Hoy, predicamos y se predicará, en todas las iglesias de la cristiandad, con gran entusiasmo sobre la primera eucaristía celebrada en el cenáculo, pero constatamos que cada día son menos los que la recuerdan y celebran.

Hoy, predicamos y se predicará con miedo y reservas sobre la institución del sacerdocio, pero cada día son menos los jóvenes ricos los que se embarcan en esta gran aventura.

Hoy, predicamos y se predicará con pasión sobre el mandato de Jesús “ejemplo os he dado, haced lo mismo”, sed servidores de los necesitados.

Mandato que se hace verdad en la vida de tantos hombres y mujeres que despojándose del ropaje del primer mundo se ponen el delantal y sirven a los pobres del tercer mundo. Es la iglesia que ha optado por los pobres.

La religión, culto y ritos fríos, cede su puesto a la religión servicio: misioneros sin fronteras, médicos sin fronteras, periodistas sin fronteras, ONG sin fronteras, voluntarios sin fronteras…lavatorio de los pies de Jesús presente en los pobres.

Albert Einstein, un día, decidió quitar de las paredes de su casa los retratos de Isaac Newton y de James Maxwell, hombres famosos por sus descubrimientos, y colgar los retratos de Mahatma Gandhi y de Albert Schweitzer, hombres sencillos pero grandes porque fueron más que nada servidores.

Olvidemos los hombres éxito y celebremos los hombres servidores.

“Jesús se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando la toalla, se la ciñe y se pone a lavarles los pies a los discípulos”.

Jesús no quiere ser objeto de culto.

En la cena del Jueves Santo, Jesús nos enseña con palabras y acciones que el culto se lo tenemos que dar a través del servicio a los pobres. Ese es el culto que le agrada y premia.

Jesús, despojado del vestido de la gloria de la divinidad, se revistió de nuestra humanidad, se puso el delantal, se arrodilló, se hizo el más pequeño de todos y en la cruz, vacío total, expiró como el mayor servidor de todos.

Jueves Santo es la noche en que Jesús nos complica de verdad y para siempre la religión.

La religión, culto a Dios, nos resulta relativamente cómoda a los que aún la practicamos.

La religión, comunión del pan y del vino, bien celebrada, puede ser estética y valiosa.

Pero la religión, comunión y culto a los hermanos, es la gran complicación que Jesús nos exige cada vez que celebramos la Cena del Señor. “Cuando Jesús acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”. Ejemplo os he dado…

Como no hay eucaristía sin comunidad, tampoco hay Iglesia sin servicio y sin amor.

Nosotros, en esta noche santa, vamos a realizar también el gesto del lavatorio de los pies.

Sí, resulta un poco teatral y cómico porque nosotros, calzados con zapatos, no nos hemos manchado con el barro y el polvo de los caminos y como Pedro no necesitamos que nos los laven, nos creemos limpios.

Al repetir el gesto de Jesús, queremos recordar dos enseñanzas:

Lavar los pies de los demás simboliza vivir la vida como servicio, como perdón y como donación.

Dejarse lavar los propios pies simboliza dejarse perdonar por Dios y por los demás, purificación interior y sanación de nuestras motivaciones egoístas y ególatras.

ME LAVÓ LOS PIES

En el aire flotaba la pesadez y la santidad.
No podíamos explicar el estado de ánimo,
Sagrado y afligido.

Reunidos alrededor de la mesa,
Comiendo aquella solemne y santa cena,
Nos parecía la comida más importante
Que jamás hubiéramos compartido.

Estábamos inmersos
en el corazón del MISTERIO.
A pesar de la oscuridad de la noche,
La esperanza estaba justificada
Como si algo malvado
fuera a ser conquistado.

Y de repente
El-que-Amaba nos sorprendió a todos,
Se levantó de la mesa,
Y se puso el delantal.
¡DIOS EN DELANTAL!

La ternura nos invadió
Cuando Él se arrodilló ante nosotros
y nos dijo:
"Yo elijo lavaros los pies porque os amo".

Dios en delantal, arrodillado.
Mis ojos no lo podían creer.
Me sentí perplejo hasta que sus ojos
se encontraron con los míos.

Me sentí valioso. Él tocó mis pies
y los lavó.
Aún siento el agua
Aún siento el contacto de sus manos.
Aún siento la mirada de sus ojos.

Luego me dio la toalla y me dijo:
"Haz lo que yo he hecho.
Aprende a agacharte, a arrodillarte.

Deja que la ternura abrace
A todos los que encuentres.
Lava sus pies,
no porque tienes que hacerlo,
Sino porque quieres hacerlo.

Hay tantos pies que lavar,
me digo una y mil veces.
"No".

Dice la voz de Dios
que resuena a través del tiempo.
"Sólo mis pies".
Lo que haces por los demás
Lo haces por mi y a mí.
.

 

 

 

 

HOMILÍA 6

 

Un solo amor, un gran amor, el de Jesús de Nazaret, que nosotros celebramos en los tres últimos actos de su vida.

Hoy, Jueves Santo, Día del mandato, celebramos la última Cena de Jesús con sus discípulos. La Cena, la Fracción del pan, la Acción de gracias, la Eucaristía, la Misa…que todos hemos vivivo, unas veces como algo necesario, poderoso, nutritivo y gozoso y muchas veces vivimos como algo rutinario, obligatorio, rito, aburrimiento, sin ningún impacto humano ni espiritual.

En esta noche, la noche de más intimidad, de Jesús con sus doce amigos, noche de despedidas, de cuchicheos, de confidencias, de traiciones y de amor, Jesús el Señor, el Maestro nos entrega dos mandatos.

El primer mandato: Haced esto en conmemoración mía. No me olvidéis.

Jesús nos parte el pan y nos da a beber la copa del perdón, de la vida y de la bendición.

La segunda copa, la del huerto de los Olivos, la bebió y la apuró Jesús, es la copa del sufrimiento, del juicio y la ira de Dios, la de la muerte y la maldición. La bebió Jesús para liberarnos a nosotros del mal y del maligno.

Nosotros, obedientes, seguimos partiendo el mismo pan y bebiendo la misma copa de la salvación.

Haced esto en memoria mía. Aquí estamos, este Jueves Santo, haciendo lo que los seguidores de Jesús hicieron como dice Pablo: “Yo he recibido una tradición que viene de Jesús”…lo que hacemos nosotros y lo que se seguirá haciendo en el futuro, de generación en generación.

Esta es la hora del culto, la hora de la asamblea santa, la hora de la oración, la hora de la escucha de la Palabra, la hora necesaria sin la cual los cristianos no podemos vivir.

El segundo mandato: “Ejemplo os he dado, para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.

El evangelio de Juan se olvida de la dimensión cultual y nos sitúa en el corazón de la vida entera de Jesús. “No he venido a ser servido sino a servir”. Este es el mandato del Jueves Santo: Haced lo que Yo he hecho. Servid como Yo he servido. Palabras sagradas y codificadas que cada cristiano está llamado a descodificar a lo largo de su vida. El cristiano sólo tiene un modelo que imitar: Jesucristo. Son muchos los modelos que los hombres nos proponen: santos pequeños y grandes, celebridades…al fin y al cabo hombres que no nos exigen nada. Imitar y obedecer a Jesucristo es arriesgar la vida.

Hoy, Jesús nos entrega su última lección. No es una lección teórica, no es un gran sermón, no es una encíclica maravillosa, es una lección práctica.

Jesús se levanta, se quita el manto de púrpura, echa agua en la jofaina, se arrodilla y lava los pies a sus amigos. 

Jesús, despojado de todo poder, de todos sus títulos, asume el papel del esclavo y lava los pies sucios de los caminos a sus discípulos.

Dios arrodillado ante el hombre. 

Lección, en vivo, es fácil de comprender, basta abrir los ojos y asombrarse, pero difícil de practicar.

Tenemos que arrodillarnos ante los demás no para adorar a nadie sino para servir, ayudar, y proteger a los hermanos. El servicio, el amor es el mandato del Jueves Santo.

A pesar de haber sido amados hasta el final cuánto queda por sanar, cuánta miseria que eliminar, cuánto odio que superar…y es que ninguno de nosotros nos atrevemos a hacer el sacrificio más radical, el de matar nuestro yo omnipresente.

“Lavar los pies” no es el octavo sacramento de la iglesia para consumo mágico de sus fieles, pero Jesucristo sí es el sacramento original, sin Él no sacramentos, no Iglesia, no Eucaristía, sin Él nada. 

Jesús sí nos lava los pies y el corazón todos los días para que nosotros, con o sin sacramento del lavatorio de los pies, servidos por Jesús, sirvamos a los demás. 

Si Jesús se arrodilla ante el hombre ¿qué debemos hacer nosotros?