LA ORACIÓN DE OBAMA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Jerusalén es la ciudad tres veces santa.

Judíos, cristianos y musulmanes la visitan no como turistas sino como peregrinos, hombres de fe, en busca del primer mojón de una historia común que nos une y nos separa.

Dos veces he peregrinado a Jerusalén y me digo como los buenos judíos: "Si me olvido de ti que se me paralice la mano derecha".

La puerta de Damasco, abierta y siempre vigilada, me introduce en un mundo laberíntico, pero la puerta Dorada, la puerta tapiada, sólo se abrirá al final de los tiempos, me intriga y no sé a qué paisaje me introducirá.

Contemplar, un viernes cualquiera desde un café, el denso enjambre humano, sólo hombres y jóvenes sonrientes y excitados, que a la salida de la mezquita de Al Aqsa llenan las calles es un espectáculo superolímpico.

Los cristianos, en un arrebato irenista, oramos codo con codo con los judíos ante el Muro de las Lamentaciones, reliquia y símbolo de un ayer glorioso, hoy, muñón que aún sangra y llora.

En sus rendijas, rito secular, introducimos un papelito con una petición siempre egoísta.

El recién coronado a la presidencia de USA, Barack Obama, en su viaje triunfal por el mundo hizo escala en Jerusalén.

Como buen peregrino llamó a muchas puertas, fue recibido por las autoridades y aclamado por el pueblo y también oró ante el Muro de las Lamentaciones.

Un periódico israelí, al día siguiente, publicó la oración de Obama.

"Señor, protege a mi familia y a mí. Perdóname mis pecados y ayúdame a liberarme del orgullo y la desesperación. Dame sabiduría para hacer lo que es recto y justo. Y hazme instrumento de tu voluntad".

Alguien hurgó en el muro hasta dar con ese papelito no firmado. Contrastada su escritura con la dedicatoria que Obama estampó en el libro de huéspedes famosos del hotel King David, ambas coincidían.

Siempre he pensado que la religión es para Bush fachada y decorado, un albatros alrededor del cuello; la religiosidad de Obama es pura, sincera y brota de un manantial profundo.

Toda su vida ha estado afiliado a una iglesia negra pastoreada por el Reverendo Jeremaiah A. Wright. Éste le casó, bautizó a sus hijas y le inspiró, vía sermón, el título de su autobiografía "The Audacity of Hope".

¡Cuántos sermones escuchados, coreados y aplaudidos! La Biblia contaminada por la política, la experiencia social y racial, desde la visión incendiaria de su pastor negro.

Últimamente las televisiones airearon sus afirmaciones más controvertidas.

"El gobierno les da drogas, construye prisiones más grandes, aprueba leyes de cárcel de por vida y quiere que nosotros cantemos God bless America? No, no, no. Dios no bendiga América. Dios------ América".

El escándalo mediático condenó al pastor que dejó inmediatamente su cargo. Obama, apesadumbrado, puso tierra de por medio y se dio de baja.

Ahora, huérfano y sin casa de oración pero no muerto espiritualmente, Obama busca una nueva iglesia, un nuevo muro, donde depositar sus oraciones.