LAS SEMILLAS DEL EMPERADOR

   

Un Emperador en su ancianidad era consciente de que su tiempo se acababa y que tenía que designar un nuevo emperador. Decidió no elegir a uno de sus consejeros ni a uno de sus hijos. Así que convocó a todos los jóvenes de su reino y les anunció: “Ha llegado para mí la hora de renunciar y de nombrar a mi sucesor. He decidido que será uno de ustedes. Les voy a dar, hoy, una semilla muy especial. Quiero que la planten, la rieguen y que al cabo de un año vuelvan todos con la planta que la semilla haya producido.  Entonces decidiré quién será el próximo emperador”.

Un muchacho llamado Ling estaba allí aquel día y como todos los demás jóvenes recibió su semilla. Cuando llegó a casa le contó a su madre la historia.

La madre le dio una maceta, plantó la semilla y la regó cuidadosamente.

Ling la regaba cada día, la vigilaba para ver si crecía.

Al cabo de las cuatro primeras semanas todos los jóvenes hablaban de la hermosura de sus plantas. Ling seguía vigilando su planta, pero no crecía nada. Se sentía desilusionado y fracasado. Las semanas pasaban y su maceta seguía como el primer día. Pensó que había matado la semilla, pero seguía esperando.

Pasó el año y en la fecha fijada todos acudieron al palacio del emperador.

Ling se resistía a acudir, pero su madre le dijo que tenía que ser honrado y contar lo que había pasado.

Cuando Ling llegó vio todas las hermosas plantas que habían llevado los demás jóvenes. Eran bellísimas. Las había de todos los colores y de todos los tamaños. Se reían y algunos sentían lástima por él.

Cuando entró el emperador saludó a todos. Ling se ocultó en el fondo del gran salón.

“Fantástico, han traído hermosísimas plantas. Hoy uno de ustedes será designado como el nuevo emperador”, les dijo el emperador.

El emperador vio a Ling con su maceta vacía y ordenó a uno de sus guardas que lo llevaran a la primera fila. Ling estaba muerto de miedo. El emperador sabe que soy un fracasado, pensó para sus adentros. Tal vez me mande ajusticiar.

Cuando estuvo frente al emperador, éste le preguntó su nombre. “Mi nombre es Ling.” Los otros se burlaban y reían de él.

El emperador les mandó callar y miró a Ling y anunció ante todos: “Miren a su nuevo emperador. Su nombre es Ling. “.

Ling no salía de su asombro. Si no pude conseguir que mi semilla creciera, ¿cómo podría ser emperador?

El emperador les dijo: “Hace un año les di a todos ustedes una semilla. Les mandé plantarla, regarla y traérmela hoy. Pero yo les di una semilla hervida que no podía crecer.

Todos ustedes, menos Ling, me han traído plantas y flores. Cuando se dieron cuenta que la semilla no producía nada sustituyeron mi semilla por otra.

Ling es el único que ha tenido el valor de traerme la maceta con la semilla que yo le entregué. Por tanto es el único que se merece ser el nuevo emperador”.