LA VOZ Y LAS VOCES

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

El día 5 de febrero, Benedicto XVI, la voz oficial de la Iglesia católica, en su homilía pedía a los obispos que “tuvieran el valor de oponerse a las corrientes del momento”. El obispo “no es un esclavo del espíritu de su tiempo”.

Dos días antes, el 3 de febrero 2011, casi la mitad de los 400 profesores de teología católica en las universidades alemanas, las voces atentas a los signos de los tiempos, firmaban un manifiesto titulado: “Iglesia 2011: una renovación indispensable”.

Fue publicado por el periódico Süddeutsche Zeitung.

Los teólogos alemanes levantan sus voces porque están convencidos que después de la escandalera de los abusos sexuales del clero católico “la idea se ha impuesto a numerosos cristianos y cristianas responsables, ordenados o no, de que unas reformas de fondo son necesarias”.

Hay que elegir, dice el manifiesto, entre el diálogo por turbulento y tumultuoso que resulte y el silencio de muerte que apagaría todas las esperanzas.

La Iglesia no es un fin en sí misma. Su misión es anunciar a Jesucristo, el liberador, el que ama a todos los hombres.

La Iglesia que vive en un mundo real tiene que dar soluciones a los problemas reales que tiene la gente real.

La escasez de vocaciones es un problema real y el manifiesto pide una vez más, lo que tantas voces autorizadas y aisladas han pedido ya tantas veces.

La Iglesia necesita hombres casados y mujeres en los ministerios eclesiales”.

Esta petición no es noticia, sí un buen titular.

El manifiesto pide a esta Iglesia real cosas reales.

Pide que “los fieles participen en los nombramientos de los obispos y de los párrocos”.

Pide que “los fieles puedan hacer valer sus derechos en la Iglesia del derecho”.

Pide que “no se excluya a los que de manera responsable viven el amor, la fidelidad y la atención recíproca en el seno de las parejas del mismo sexo, los divorciados y los recasados”.

Pide “solidaridad con los pecadores y tomar en serio el pecado que existe dentro de la Iglesia”.

Pide “que la fiesta de la fe tenga en cuenta la vida real de los fieles”.

Pronto Benedicto XVI visitará Alemania y allí las voces sabias y críticas de los teólogos resonarán con más fuerza, pero no desde las páginas de un periódico sino, ojalá, desde un diálogo que armonice todas las voces.

Recuerdo que un obispo de Osma-Soria a quien invité a dialogar con los alumnos del colegio me envió la siguiente nota: Iré, pero no para que me examinen sus alumnos sino para examinarlos yo a ellos.

La voz que silencia todas las voces.

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