LOS COMULGANTES

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Todas las sociedades celebran sus ritos de paso, tiempo de pruebas viriles y de discernimiento. “Los ritos son necesarios”, leo en el Principito.

Las sociedades occidentales, en esta postmodernidad de la asepsia, arrinconan los mitos, silencian las religiones, besan los árboles, viven en lugares sin humos, practican el sexo seguro, vacunan contra todo virus y tiran el niño con el agua.

Los españoles hace tiempo que eliminamos nuestro rito de paso nacional, la “mili”.

Los jóvenes dejaban pueblo, familia y amigos y en África o en Zaragoza, tras largos meses de cruel iniciación monástico-militar, eran devueltos a sus lugares de origen funcionalmente machos.

Los católicos a los ritos de paso los llamamos sacramentos, tiempo de pruebas ñoñas y de poco discernimiento. Un buen católico está bautizado, comulgado, confirmado y casado por la Iglesia.

En el bautismo celebramos un nuevo nacimiento, “me lo entregaste moro, te lo devuelvo cristiano”.

MAYO florido es el mes de los Comulgantes.

Las calles hierven con la alegría de los niños vestidos de blanco, las familias se reúnen, los restaurantes hacen el agosto y los Comulgantes celebran los segundos Reyes Magos.

Las Primeras Comuniones cuanto más laicas, -sin conexión con la Iglesia- más consumistas y más estrafalarias se vuelven.

Los curas denunciamos con escaso éxito la banalización de este rito de paso en que los niños pasan de la exclusión a la inclusión en la mesa de la hospitalidad de Jesús.

Sus padres, los grandes autoexcluidos, son los eslabones perdidos de esta milenaria cadena de la fe.

Comulgantes, gloria y corona de las parroquias, alegría de las familias, envidia de compañeros alejados, celebrad vuestro día sin olvidar que todos los días son nuestro día.

Con temor y temblor, tiempo de crisis económica y religiosa, vivo este día que me plantea más interrogantes que respuestas.

Padres, no me preocupan las comuniones laicas, sí me irritan las comuniones laicas celebradas en la Iglesia.