LOS DE LA ESO

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

 

 

Los alumnos de la ESO son con frecuencia blanco de mis iras y de mis alegrías en mis homilías dominicales.

Estos muchachos con pocas inquietudes intelectuales y cero espiritualidad necesitan jugar y poco más. Atados al pupitre con el cinturón de seguridad durante seis horas diarias viven más en el infierno que en el cielo.

Hace unos días, estudiando el tema de los Medios de Comunicación Social, respondieron a unas preguntas sobre su uso y sus preferencias.

Los periódicos y la radio les son ajenos. Si algo leen son las páginas deportivas y si algo escuchan son los 40 principales. Son medios del pasado. Si desaparecieran ninguno lloraría su pérdida.

Estos muchachos son los hijos de la televisión y de Internet. Pegados de 2 a 4 horas diarias a la tele consumen imágenes y reciben enseñanzas impactantes. Pero su escuela secreta es Internet: google, twenty, Messenger… No se sonrojan al confesar que hojean “las páginas guarras” y “las cosas que sólo salen en Internet” y bastantes citan RedTube, página de pornografía explícita.

No me sorprende que algunos alumnos, de mayores, quieran ser “gigolós”, “haces lo que te gusta y además te pagan”, dicen con toda candidez.

Los padres conservadores se oponen a la asignatura de la Ciudadanía y los progresistas a la de Religión.

Los muchachos, indiferentes a ambas, prefieren y atienden a la escuela pasiva y silenciosa de la tele y el ordenador en su habitación. No testigos y no gritos del profesor.

Yo no me imagino a ustedes, los padres, a esa edad con tantas imágenes eróticas almacenadas en el álbum de su vida.

Todos, padres, profesores y curas llegamos tarde. Los muchachos ya han recorrido muchas millas por miles de laberintos peligrosos y han quemado muchas etapas. Sordos a los consejos de los adultos, más allá del bien y del mal, ignorando toda culpa y pecado, palabra obsoleta, viven su vida y sus fantasías solos en sus cubículos amurallados.

Los de la ESO, educados en tantas escuelas paralelas, tienen que ejercitarse en la escuela de la disciplina y del respeto y escuchar con paciencia los consejos sabios de los mayores.