LA NAVIDAD, NI TE LA IMAGINAS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio...

   

 

La Primera Navidad, la única, la de verdad, ésa ni te la imaginas.

Nuestros reporteros, los evangelistas Mateo y Lucas, hablan de oídas y Marcos y Juan guardan silencio. Y los periodistas del Heraldo Soria, más despistados que los Magos de Oriente, no saben a quién consultar.

El día de la noticia, nadie para contarla, sólo silencio en la tierra y en el cielo.

La Primera Navidad, cuando la palabra aún no hablaba, la que aceleró las agujas del tiempo, fue tan anónima y normal como la del futuro presidente de España que ha nacido hoy en un rincón cualquiera de la península.

El día después, con la meta conquistada y la vida dada, los reporteros, los evangelistas, los poetas, los curas… descifraron y embellecieron lo no visto, lo no oído, la anodina Primera Navidad.

A todos nos gustan las grandes mentiras, los cuentos con final feliz.

La Primera Navidad, el nacimiento del niño Jesús, es historia verdadera. Pero sin adornos, sin compañía, sin el buey y la mula y sin la coral angélica. Desnuda y pobre sabe mejor. ¿Para qué soñarla idílica e imperial?

María, la madre alquilada, pare a la luz en la oscuridad y anonadada pone en los brazos de José, padre que no engendra, a Jesús y sí lo recibe con amor.

La Navidad del día después, la del 2006, es la fiesta de la felicidad azucarada, es el surtidor gigantesco que chorrea por todos los rincones del planeta deseos de paz, cese de hostilidades, sonrisas porque sí y brotes tiernos de una nueva humanidad.

La Navidad del día después ha sido contaminada con los buenos sentimientos, con palabras incomprensibles y ha sido secuestrada por la sociedad del consumo que la ha convertido en fiesta vacía y sacrílega. Sólo la venden bien los grandes almacenes.

Macy’s, desde 1867, es la mayor galería navideña del mundo. La Navidad no está en las iglesias sino en los escaparates de la Quinta Avenida.

La Navidad, a pesar de este maquillaje esperpéntico, es la mejor fiesta que tenemos los mortales.

Gracias a la Navidad,

  • las familias se reúnen y reconcilian,

  • los compañeros de trabajo comen juntos,

  • escribimos postales a los amigos olvidados,

  • las ciudades se iluminan,

  • sin saber por qué, abrimos el corazón y el bolsillo a los necesitados,

  • se hacen regalos sin ton ni son,

  • tenemos paz en medio de la tormenta,

  • y damos gracias a Dios por el regalo de su hijo Jesús.

Ojalá la Navidad ambiental se meta un poco dentro de nosotros y la fiesta externa ilumine tímidamente nuestro interior.

Para este mundo seducido por lo efímero, narrador de catástrofes, consumidor de apariencias, instalado en el presente, la Navidad es una fantástica ocasión para celebrar la eterna presencia del AMOR.

Regalo de Dios que nos invita a regalar; presencia de Dios que nos exige hacernos presencia generosa y amable en el mundo.

Nochebuena con perolo, alegría, villancicos, velas , manteles, exuberante y perfumada porque si Dios se dio con desmesura en la Primera Navidad, nosotros también podemos vivir con desmesura nuestra Navidad.
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