NO SE NECESITA TRAJE

   

Tenía la invitación en la mano y leía sorprendido el texto: “Entre tal como esté. No se necesita traje”.

Encontré el lugar que el GPS no localizaba y, antes de entrar, eché un vistazo. Vi gente alegre y bien vestida comiendo en ese elegante restaurante.

Yo iba vestido de calle y muy sucio y no me atrevía a entrar, pero el texto: “Entre como esté. No se necesita traje”, me hizo perder el miedo y me animó a entrar.

Abrí la puerta y el jefe de recepción me preguntó mi nombre. Tartamudeé y le dije: “Miguel Rivadeneira”.

“Hay una mesa reservada para usted. Sígame”

Mi nombre estaba escrito en grandes letras rojas en una tarjeta sobre la mesa.

Me senté y miré al menú: Paz, alegría, fe, esperanza, amor, misericordia… Caí en la cuenta de que éste no era un restaurante cualquiera. Se llamaba “Gracia de Dios”.

El camarero me dijo: “Le recomiendo el menú del día y con él puede tomar raciones de todo lo demás.

-¿Y cuál es el menú del día?, pregunté.

-La salvación.

-Lo tomo, pero no tengo dinero para pagarlo.

-No se preocupe. La cuenta ya ha sido pagada. ¿Ve aquel Señor que camina por el restaurante? Es Jesús. Él la ha pagado.

-Jesús vino hacia mí y me dijo: “Hijo, todo es tuyo y recuerda esta mesa está reservada para ti”.

-Yo le dije: “Por favor, límpiame y dame nueva vida”.

-“Ya está. El menú del día está servido y la salvación es tuya”.

Antes de salir del restaurante me recordó: “Todas esas mesas están reservadas, pero los invitados, ¿ves sus nombres?, no ha aceptado la invitación. ¿Por qué no les llevas sus invitaciones? Te lo agradecería muchísimo.

-Lo haré con mucho gusto, le contesté.

Desde aquel primer día sigo pidiendo el menú del día con pequeñas raciones de fe, esperanza y amor.


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