EL VOTO DE OBEDIENCIA DE LOS DIPUTADOS

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

Detrás de cada herejía hay un hombre pensante y desobediente. En cada hoguera arde un desobediente.

La historia de las desobediencias nos enseña más y es más elocuente que los silencios y los aplausos de los aduladores.

Nuestros diputados, hombres silentes, desconocidos y obedientes, no votan según su conciencia y pueden permitirse el lujo de ignorar el sentir de sus electores.

Deben su acta de diputados al jefe que, no por sus méritos sino por su obediencia, los ha incluido en la lista milagrosa. Estos prisioneros de la lista han encontrado un buen pesebre a costa de la libertad.

Los congresistas americanos no hacen voto de obediencia a ningún jefe. Tienen que sudar la camiseta y enfrentarse a candidatos del mismo partido para obtener el voto de los electores.

Libres y soberanos votan en múltiples ocasiones en contra de la línea oficial del partido. Sólo son deudores de sus votantes y a ellos rinden cuentas, a nadie más.

Para eliminar la tiranía obscena de las listas cerradas, voto de obediencia laica, se necesita mucha democracia, mucha libertad y mucho dinero. Cosas de las que andamos escasos por estos pagos.

Los que hemos hecho voto de obediencia solíamos hablar de obediencia ciega, obediencia del cadáver, hoy hablamos de obediencia dialogada y de posible objeción de conciencia al mandato del superior.

Desobedecer a los hombres es, a veces, un acto de virtud que abre, a pesar de las sanciones inevitables,  nuevos caminos en el mapa mudo de las ideas.

Siempre nos queda la verdad bíblica de que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.

¿Cómo votarán nuestros diputados la ley del aborto?

¿Tiene límites la disciplina de voto?

Hay temas rutinarios y temas que llegan al nervio; temas que nos dejan indiferentes y temas que incendian la sociedad.

El tema del aborto, bandera disputada, constituye un test para nuestros prisioneros de las listas cerradas.

Ojalá se callen los jefes y esta ley, no votada en ningún programa electoral, sea votada en libertad.