O M N E S   G E N T E S

P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.

   

 

El próximo domingo, octubre 21, los católicos celebraremos el Domund 2007.

Atrás quedan las huchas y la inocente ignorancia de unos niños convertidos en postuladores, por un día, a favor de los negritos y los chinitos que, hoy tenemos ya en casa, todo "Made in China".

Los católicos hemos perdido el entusiasmo misionero. La mala conciencia del pasado y la a ventura americana de la espada y la cruz es un lastre que nos intimida.

El fanatismo religioso lo dejamos en manos de los musulmanes y de los protestantes.

En una entrevista al P. Alberto Hartmann, director de los medios de comunicación social de Brasil, éste reconocía que "la Iglesia no está en la cultura de los medios, son todavía mundos yuxtapuestos".

Nuestros hermanos protestantes, más fanáticos, más misioneros, más ricos, han convertido la radio en un gran púlpito y así la Palabra llega a millones de personas en sus lenguas tribales.

Un solo predicador llega a los que nadie llega en África, Mongolia, Oriente Medio y los conecta con Jesucristo a través de la radio.

La Iglesia católica no ha descubierto el poder evangelizador de la radio.

Un misionero in situ llega a una pequeña comunidad, un predicador desde las ondas llega a Omnes Gentes.

En 1980 en África sólo existían dos emisoras no estatales. Hoy hay 3000.

Sólo Trans World Radio, red de emisoras protestantes, con un presupuesto de 40 millones de dólares, retransmite sus programas a través de 2800 emisoras locales.

Apuesta misionera que produce muchas conversiones.

La Misión no es una película, es la esencia del evangelio.

La Misión no es cosa nuestra, nuestra cruzada, nuestra aventura, nuestra propagan da…es la Misión de Dios.

Y Dios es antes que todo y que todos. Y su amor se derrama sobre toda la creación, todas las culturas y todos los hombres.

Nosotros, como comadronas, somos invitados a alumbrar lo que existe desde el principio, el amor de Dios.

En este mercado global de las religiones donde todos pretenden tener el monopolio de la salvación y de la verdad, los misioneros de hoy, sin la arrogancia del ayer, y en humilde diálogo con los demás no tienen que llevar nada, ni el evangelio. Sólo tienen que dejarse llevar por el poder del evangelio.

La Misión ya no está allá, en ultramar, está acá, dentro de nuestras fronteras.

El paisaje religioso se ha pluralizado y los católicos de siempre, desenganchados de la práctica religiosa, necesitan encontrar el camino que lleva a la casa del Padre.

La Misión, pasar el mensaje de generación en generación, es tarea y misión de todos.

La Misión, en cuanto tarea humana, nos necesita a todos y necesita también nuestra ayuda económica, nuestros euros, para crear medios eficaces y poderosos que nos permitan llegar a Omnes Gentes.