PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

.  

 

No me molestan las críticas. Pensar que todos pensamos lo mismo es ridículo, pero sí me duelen los anónimos y las cartas de mis indignados dirigidas a las altas instancias, sin decirme nada, me parece una falta de lealtad.

Las más de treinta y tres mil iglesias cristianas que existen en el mundo invocan al mismo Señor, a Jesús de Nazaret.

Todas piensan estar en la verdad y tener en propiedad exclusiva a Jesús de Nazaret.

Todas piensan que su interpretación de los evangelios es la auténtica y miran con sospechas a las demás iglesias.

Todos están convencidos de que su iglesia, arca de Noé, es la única que garantiza la salvación.

La Iglesia Católica durante siglos, hasta ayer, lo expresó con una fórmula lapidaria: Extra Ecclesiam nulla Salus”, Fuera de la Iglesia no hay salvación.

Afirmación orgullosa, repetida en múltiples documentos de los Papas y Concilios, hoy ha sido borrada de los libros, pero no de la mente y de los labios de muchos eclesiásticos fundamentalistas.

Algunos de estos extraterrestres me invitan a leer el catecismo de la Iglesia a la que he servido toda mi vida y a convertirme.

Ignoran estos que Jesús de Nazaret, que no fue un cura rancio como ellos sino un hombre libre, no es un catecismo ni un credo.

Jesús no vino para uncirnos al yugo insoportable de la religión, cúmulo de tics y de frases lapidarias, de normas y rúbricas, sino par uncirnos al yugo del amor de Dios y de la libertad de su espíritu.

Jesús puso en jaque a las autoridades religiosas de su tiempo, desobedeció las prácticas rituales impuestas por los hombres y redujo la fe a la compasión, el amor y el perdón.

Este Jesús es patrimonio de todas las iglesias, de toda la humanidad y también mío.

El problema de los fundamentalistas de todas las religiones es que confunden la fe, adhesión vital, con las creencias, opiniones cambiantes y con fecha de caducidad.

Ayer, por ejemplo, el limbo era dogma de fe, hoy, reciclado está en el cubo de la basura. ”Danos hoy nuestra fe de cada día, pero libéranos de nuestras creencias”, escribe acertadamente Aldous Huxley en una de sus novelas.

El pasado idílico de la Iglesia es el de la fe sin ortodoxias y herejías, el del espíritu no secuestrado por ninguna autoridad, inimaginable para nosotros, pero único horizonte a divisar.

En este mundo sin fronteras, Jesús y su mensaje universal es una invitación a viajar hacia adentro. Ahí nos encontramos y encontramos nuestra común humanidad, la que nos hermana a todos y nos capacita para vivir las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret.

“Cristo sufre agonía hasta el final de los tiempos” y está indignado, como lo estamos todos, porque su Shalom no es acogido por todos, a veces, ni por su Iglesia.

Los de JMJ ¿están indignados o implemente encandilados?