P R E D I C A R

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Hay católicos que van a misa por obligación penal y los hay que van por necesidad vital.

Hay curas que predican por exigencia del guión y los hay que predican porque "han alimentado su vientre y saciado sus entrañas con el libro de Dios". Ezequiel, 3,3

Para Olegario González de Cardedal "una HOMILÍA oscila entre la clase magisterial y la charla familiar, sin poder ser ni la una ni la otra. Parte siempre de la palabra de Dios, para llegar hasta la vida de una persona, de un grupo, de una comunidad".

De las muchas tareas que tiene que hacer un cura, ninguna más importante y exigente que la de predicar.

Ante él, una congregación que viene al área de descanso, la iglesia, alegre o triste, esperando o no esperando nada. Hay congregaciones ávidas de saborear la palabra de Dios y otras resignadas ante la obligada ración dominical.

Yo, pobre cura, me pongo a sudar y se me ponen los pelos de punta ante semejante responsabilidad. El predicador, como el torero, no hace buena faena si no llega al corazón.

Con temor y temblor, con oración e insomnio, con lectura y música, y con horas de trabajo se ha de preparar la tarea más fundamental de la semana: predicar.

¿Cuántas horas dedicará el Fr. Burghardt, jesuita, número 10 en el ranking de predicadores americanos, a escribir sus homilías? Según él, horas sin cuento. En su seminario "Preaching the just word" anima a los curas del país a tomarse muy en serio este oficio profético.

Pasaron los tiempos de los predicadores literatos y teólogos que dictaban clases magistrales para las élites. Sus exhibiciones en la catedral de Notre-Dame de París eran acontecimientos más sociales que religiosos.

Hoy, en esta cultura del videoclip, de anuncios de perfumes erotizados, de cabreados predicadores políticos en los ondas, la homilía, creo yo, debería tender más a la charla familiar, desenfadada, salpicada de notas personales, familiares y comunitarias.

Joel Osteen que predica a miles de personas, en sesión única dominical y a los miles que lo siguen en TV, les hace reír con incisos sobre su esposa, sus hijos y anécdotas de la vida cotidiana. Todos se sienten aludidos y retratados.

Los evangelios son cascadas de escenas en un día de la vida de Jesús.

La vida cotidiana, dar de comer, pasear junto al lago, charlar con la suegra de Pedro, conversar en el pozo, lugar de citas, con la samaritana, bendecir a la adúltera... –no marmóreas elucubraciones- la cotidianidad vista desde la fe.

"Hemos pasado hoy, según Olegario González, a unas HOMILIAS tomadas y leídas del primer libro que se encuentra, sin poner nada personal y sin una palabra concreta que decir a un oyente individual o colectivo necesitado".

En Internet existe una página para "predicadores desesperados". Y hay una serie de redactores de HOMILÍAS que ahorran a los curas el trabajo de orar, pensar y estremecerse, una vez más, ante la belleza y el poder de la palabra de Dios. ¿Qué fuego puede arder en el corazón de un predicador lector de homilías ajenas?

En el currículum escolapio no existía el verbo predicar. Te enseñaban a decir misa que tiene "un valor infinito". Lo de predicar era un adorno vanidoso y peligroso, no tenía valor.

Yo, pobre cura, he tenido la suerte de escuchar a los mejores predicadores, los protestantes y, a veces, he tenido la osadía de imitarles.

¿Y los fieles? Sí, tienen aún el derecho al aplauso o al pataleo.
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