UNA CARTA INESPERADA

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

Terminado el tiempo del Ramadán, tiempo de ayuno, oración y limosna, tiempo casi cuaresmal, 138 musulmanes, teólogos de todos los países y tendencias diversas han escrito una hermosa carta sobre el amor.

La carta tiene como destinatarios los líderes de las Iglesias cristianas del mundo.

Encabeza la lista Benedicto XVI, Bartolomé I Patriarca de Constantinopla, Rowan Williams Arzobispo de Canterbury…

"Musulmanes y cristianos juntos constituyen más de la mitad de la población mundial.

Sin paz y justicia entre estas dos comunidades religiosas no puede haber una paz significativa en el mundo. El futuro del mundo depende de la paz entre musulmanes y cristianos".

Con este prólogo se abre esta carta-invitación, carta-cita, carta-sermón basado en el mensaje nuclear de ambas religiones: el amor.

Coincidencia involuntaria o premeditada con la primera encíclica de Benedicto XVI, "Dios es amor".

La carta quiere emplazar a sus destinatarios , no en el terreno más visible y más tóxico de la violencia televisada día tras día, sino en "una palabra común entre Nosotros y Vosotros". Proximidad lingüística y simbólica.

La palabra amor no es una palabra coránica y Dios que es celebrado con 99 nombres e invocado 17 veces al día en la recitación de la Fatihah nunca es piropeado como amor. El amor es más obediencia que pasión.

La carta compara y cita los textos del Corán y de la Biblia que hacen referencia al amor de Dios y al prójimo.

Si todas las religiones son terapéuticas es porque centran este ser menesteroso y arrojado que es el hombre en lo que puede darle sentido y plenitud: el Otro, Dios, profundidad absoluta y necesaria y el otro, el hombre, rostro y rehén que nos universaliza. Dos amores que nos divinizan y humanizan.

En la carta del 11 de octubre se dice: "En cuanto musulmanes, decimos a los cristianos que no estamos contra ellos mientras no nos declaren la guerra por la religión, no nos opriman y no nos echen de nuestros hogares".

El Arzobispo de Canterbury ya se ha hecho eco de la carta: "La llamada al respeto, a la paz y a la buena voluntad debe ser ahora tenida en cuenta por los cristianos y los musulmanes a todos los niveles y en todos los países".

Es de esperar que este gesto más que cortés apacigüe las tensiones entre ambas religiones y acalle su prolongado silencio sobre tanta violencia.

Más problemático es saber si los radicales, atrincherados en el odio, aceptarán sentarse en torno a la mesa del amor.

Dos mundos diferentes, dos religiones con distintos acentos, dos estilos de vida contrapuestos, pero llamados a conocerse y, tal vez un día, hasta quererse.

Cuenta Carla Power que, un día, entró en la oficina de un profesor pakistaní y lo encontró en oración, cerró la puerta y, mortificada, se marchó. Más tarde, éste le dijo: "Esta es la gran diferencia entre nosotros. Vosotros, los occidentales, hacéis el amor en público y rezáis en privado. Nosotros, los Musulmanes, hacemos exactamente lo contrario".

.