¿UN PAPA NEGRO?

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

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“Recordad este día”, noviembre 4, 2008, inculcan los padres a sus hijos.

Este día pone punto final a la guerra civil, al sueño de Martin Luther King y a todos los Moisés, guías del pueblo por el desierto de la esclavitud.

Obama, superando miles de obstáculos, es nuestro Josué, nos ha introducido en la Tierra Prometida.

Todas las iglesias negras y muchas blancas con oraciones, cantos, aplausos y lágrimas han celebrado en liturgias dominicales vibrantes y desmesuradas el regalo de Dios, el nuevo presidente electo Barack Obama.

En los formularios oficiales hay que contestar a una pregunta que, para algunos, resulta ahora más insultante, ¿cuál es su raza? ¿Negro, hispano, oriental, blanco…?

¿Por qué no eliminar todas estas etiquetas y definirse simplemente como “americano”? se preguntan los negros.

El país espera “una más perfecta Unión” y el mundo espera un cambio político, social y climático más amigable cuando Obama sea ungido presidente.

Muchas esperanzas sobre los frágiles hombros de un mero hombre.

Si Dios ha huido al sur y Jesucristo es más invocado en el sur que en el norte ¿por qué no soñar con un Papa negro?

Los católicos blancos y europeos somos minoría.

El pasado de nuestros abuelos nos asusta y el más allá no nos inquieta. Como Narciso nos miramos en el espejo del hoy y ya no añoramos nada ni a nadie.

El eurocentrismo abstracto, frío y moralista tras muchos siglos de poder imperial está llamado a retroceder.

El sur, negro y multicolor, nuevo refugio de Dios, es más ingenuo, más espontáneo, más espiritual y más lleno de papá Dios.

Mgr Wilton Daniel Gregory, arzobispo de Atlanta y primer presidente negro de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos afirma que la Iglesia Católica ya está preparada para elegir un Papa negro.

“Si Obama en la Casa Blanca es como el primer hombre en la luna, lo mismo puede suceder un día en la cátedra de San Pedro”.

Elegir un papa negro y africano “es ciertamente posible. Gracias a la sabiduría de los cardenales podría llegar en el próximo cónclave”, después de la muerte de Benedicto XVI, afirma Mgr Wilton.

Si el Obispo Wilton, americano y negro, que sabe más que nosotros de humillaciones y sueños diferidos, así lo cree, habrá que creerle.

La vieja Europa que ya sólo produce bienes y sueños materiales y pastillas para alargar y alegrar nuestra vejez, agotada espiritualmente, hace mutis por el foro y entrega el relevo de la fe a un mundo nuevo, joven y fecundo.

Todos nos resistimos a morir. Y la Iglesia, guardiana de tradiciones milenarias e instalada en la Roma imperial, se resiste a escrutar los signos de los tiempos y a cambiar.