HOMILÍA DOMINICAL - CICLO C

  Segundo Domingo de Pascua

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio ...

   

 

 Escritura:

Hechos 5,12-16; Apocalipsis 1,9-13.17-19;
Juan 20, 19-31

EVANGELIO

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo".

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros". Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente". Contestó Tomás: "Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto". Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

 

HOMILÍA 1

Érase una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo.

El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?"

Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.

El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".

El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no puede evitar la suciedad a no ser que sea usado todos los días."

Exacto replicó el sacerdote, exacto.

¿Miedo a usar todos los días la religión y a ser atrevidos?

Dicen que la televisión es una gran ventana por la que nos asomamos al mundo. Vemos los tornados de hoy y las pirámides de los faraones de ayer; contemplamos el mundo de los animales y el de los hombres, el hundimiento del Titanic y el lanzamiento de un satélite.

Una ventana que mira al pasado, al presente y al futuro. Una ventana mágica. Pasan miles de cosas y a mí no me pasa nada. Soy un espectador de lujo.

La Palabra de Dios es muchas cosas pero es también la ventana por la que nos asomamos al ayer: a Jesús y a la primera comunidad cristiana; al hoy: esta iglesia del Pilar ¿ con qué ojos mira al ayer, con qué esperanza vive la Pascua y celebra la Pascua?

La Palabra de Dios mira también al futuro como dice el libro del Apocalipsis: "escribe lo que ves ahora y lo que está por suceder".

La Palabra de Dios es ventana, pero no mágica, no es un desfile de personajes de la Operación Triunfo ni una ventana escaparate para mirarla sin más.

San Juan nos dice hoy "otros muchos signos hizo Jesús que no están recogidos aquí. Éstos los he escrito para ayudarles a creer que Jesús es el Mesías, el hijo de Dios y así a través de esta fe tengan vida en su nombre".

San Juan nos ha abierto esta ventana, la de Jesús, no para satisfacer nuestra curiosidad, no para informarnos, no para que yo o ustedes tengamos algo de que predicar o comentar como loros los domingos, San Juan nos ha abierto esta ventana para que creamos que Jesús es el hijo de Dios.

Cuando yo me asomo a la ventana de la Palabra de Dios tengo que sentir la llamada de Jesús, tengo que sentir el vértigo de la fe, tengo que sentir el latido de la vida. Si te sientes mero espectador es que no has mirado, mejor, no te has dejado mirar por el que está al otro lado: el hijo de Dios. Tu salvador.

¿Qué vemos hoy por esta ventana de la Palabra?

Vemos a los discípulos reunidos el día primero de la semana, el domingo.

Durante la semana están en sus trabajos, tenían que atender el negocio, la casa, la escuela…No podían estar reunidos siempre. Pero los vemos reunidos el domingo y no es por casualidad que el Señor se les aparezca cuando están todos reunidos. Jesús se les aparece en la reunión semanal, en la eucaristía dominical.

Hermanos, la fe no es un asunto individual. Nosotros constatamos que la presencia de Jesucristo Resucitado se experimenta en plenitud en el marco de un encuentro comunitario.

Los discípulos estaban juntos, reunidos, en iglesia.

Vemos que están con las puertas bien cerradas.

Tenían miedo. Eran tiempos de persecución. Algunos habían desertado, habían abandonado la fe. Pero los fieles al Señor seguían reuniéndose el domingo, a pesar de todo.

Y allí en el Cenáculo se presenta Cristo Resucitado.

Cada domingo se renueva el signo de aquel primer domingo: Cristo Resucitado misteriosamente se presenta en Jerusalén, en Éfeso, en Roma y en la parroquia del Pilar, allí donde están los suyos reunidos. Ahí, en el corazón de nuestras vidas está el Señor, Él nos hace vivir y sin verle estamos llamados a creer en Él.

Los primeros discípulos habían puesto cerrojos a sus puertas. Y Cristo las rompió.

Cada domingo el Señor quiere romper el cerrojo de nuestro corazón, de nuestros miedos, de esa situación imposible en la que vives…

Venir a este cenáculo es venir a abrir las puertas al Salvador y a su presencia liberadora.

¿Qué les dice el Señor en esta visita?

Shalom. La paz sea con vosotros.

La paz y la alegría después del miedo.

El domingo es el día de la paz, de la alegría, de la familia…

"Como el Padre me ha enviado, yo también les envío".

Si Jesús abrió los candados era para que salieran, para darles una misión, para anunciar la buena noticia de la vida: Jesús vive.

Cada domingo el Señor viene a decirnos: tú, hombre, tú, mujer, tú, joven …tienes un mensaje que decir a tus hermanos. Tú tienes que ser una ventana por la que otros se asomen a la vida de Dios.

"Recibid el don del Espíritu Santo".

Con su fuerza sed liberadores del mal y del pecado. Sed portadores de la misericordia divina y de la gracia pascual y proclamad la última bienaventuranza del Señor: "dichosos los que sin haber visto han creído".

La vida interna de la comunidad, en cada cenáculo, es muy importante. El culto, la alabanza, la alegría y la fiesta de la eucaristía son indispensables para creer en el Resucitado pero la misión, la vida externa, el anuncio, es la otra cara del ser cristiano sin la cual no existe plenitud y fidelidad.

 

HOMILÍA 2

El calendario de la Iglesia, el litúrgico, corre tan alocadamente como el calendario civil. Vamos de una fiesta a otra, consumimos tantas historias y tan de prisa que no las digerimos y no nos alimentan. Tan pronto consumidas como olvidadas.

La Pascua de Resurrección debería ser la excepción en este laberinto de fiestas religiosas.

La Pascua dura 50 días y celebra el ser o no ser de la fe. Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe y locura es esta ilusión.

Los aquí reunidos, en el día primero de la semana, somos el pueblo de la Pascua, pueblo llamado a morir la muerte del egoísmo, de la vanidad, de la autosuficiencia, de la indiferencia ante el sufrimiento de los otros, pequeñas muertes que son el pórtico de la gran muerte y de la Resurrección con Cristo.

Durante 50 días proclamamos sólo una historia, una victoria, la de Cristo Resucitado y escuchamos a los testigos de este gran acontecimiento, ilusión que hace daño cuando uno es el único que cree en él, pero que es acontecimiento salvador cuando creemos al único testigo digno de ser creído y confiado, el mismo Jesucristo.

Pascua es el tiempo en que Jesús mismo se hace presente a María Magdalena, su mejor pregonera, a Pedro, a Juan y a sus apóstoles reunidos en comunidad. Se hace presente en la Palabra, presente en el pan, puntos de apoyo para ellos y para nosotros.

En el evangelio de hoy encontramos a Tomás, el incrédulo, el ausente, el que se atreve a decir a sus compañeros: Si no lo veo no lo creo cuando le dijeron : no sabes lo que te perdiste el domingo pasado.

Tomás no creyó su testimonio. Quería pruebas, quería ver y tocar las cicatrices del muerto resucitado. Tomás tuvo su oportunidad el siguiente domingo en la celebración comunitaria.

Señor mío y Dios mío, fue su profesión de fe.

Tomás en arameo significa gemelo, hoy podríamos decir que cada uno de nosotros somos el hermano gemelo y sin nombre de este Tomás, hombre más que atrevido práctico e inquisidor.

Tomás es el patrón de todos los que dudan, de todos los buscadores de Dios y de la vida divina. El dudador tiene mil preguntas sobre la vida y el amor, sobre la existencia de Dios y la divinidad de Jesús de Nazaret.

Tener dudas no sólo es okay es justo y necesario.

Tener dudas es el efecto secundario de la fe. 

Tener dudas es mejor que vivir en la certeza perezosa y anestesiada.

Yo tengo muchas dudas y sigo siendo creyente a pesar de mis dudas. La fe no es cuestión de evidencia. En la fe no existe como en el tenis el ojo del halcón para certificar que la bola ha sido buena o mala. La fe es cuestión de confianza en los testigos que la han vivido y la han celebrado a través de los tiempos. 

Los no creyentes no hacen preguntas y pasan de Dios. Sólo les preocupa pagar la hipoteca y no olvidarse de tomar las pastillas que el médico les receta y que toman con total confianza a pesar de los mil efectos secundarios para prolongar su vida sin Dios.

Tomás y sus compañeros vivían, no hay que olvidarlo, detrás de unas puertas blindadas. El pánico paralizó sus mentes y sus corazones. Sólo la experiencia de Jesús Resucitado les permitió abrir las puertas y abrirse a su mensaje y a la Escritura.

Hoy tendríamos que preguntarnos todos nosotros sobre los espacios cerrados de nuestra vida. ¿Qué nos impide salir de nuestras tumbas? ¿Tal vez el miedo, la tristeza, el resentimiento, la ira, el miedo a nuevas ideas y al cambio?

Dejemos que Jesús entre en esos espacios clausurados. No será él quien abra las puertas pero nos dará el poder y la confianza para abrirnos a una vida nueva llena de luz y de fe. Hoy puede ser un nuevo comienzo.

No hemos visto a Cristo Resucitado, tenemos que fiarnos de la bienaventuranza de Cristo: Dichosos los que no ven y creen. Esto vale tanto para la primera generación de cristianos como para los que vivimos en el siglo XXI.

Todos participamos de la misma bendición y todos llamados a proclamar a las siguientes generaciones la única verdad que nos salva, hay vida y mejor vida gracias a Cristo después de esta vida.

Un domingo caí en éxtasis, dice Juan de Patmos, y oí una voz que me decía: “No temas. Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muero, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos”. Ustedes y yo no caeremos en éxtasis este domingo, pero el Señor nos abre el oído para escuchar este mensaje, este evangelio eterno.