HOMILÍA DOMINICAL - CICLO C

  Cuarto Domingo de Pascua

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

   

 

 Escritura:

Hechos 13, 14.43-52; Apocalipsis 7,9.14-17; Juan 10, 27-30

EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno".
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HOMILÍA 1

Después de una elegante cena en una mansión de Hollywood, un famoso artista entretenía a sus invitados recitando textos de poetas.

Al final de la velada aceptó una última petición. Un sacerdote tímido y mayor le preguntó si sabía el salmo 23. Sí, lo conozco pero lo diré con una condición que cuando yo termine lo diga usted también. El sacerdote se asustó pero aceptó.

Cuando el actor terminó: "El Señor es mi pastor nada me puede faltar"… los invitados aplaudieron a rabiar y luego empezó el sacerdote. Éste dijo las mismas palabras pero esta vez no hubo aplausos, sólo un contenido silencio y alguna lágrima en los ojos.

El actor saboreó el silencio unos minutos y se levantó. Señores y señoras, dijo, espero hayan comprendido lo que pasó aquí y ahora.

Yo conozco las palabras del salmo, pero este sacerdote conoce al pastor.

Jesús nos entrega hoy su tarjeta de visita que dice: "Yo soy el buen pastor".
No es un título nuevo, sentimental y hermoso que Jesús se haya inventado. Es un título bíblico.

Si abrimos la Biblia y especialmente en el capítulo 34 de Ezequiel leemos lo siguiente en el versículo 11: "Esto dice el Señor Dios. Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las visitaré".

"Suscitaré sobre ellas un solo pastor que las apaciente, a mi siervo David, él mismo las apacentará y él mismo será su pastor".

Jesús, al llamarse el buen pastor, hace algo más que inventar un nuevo título para su colección de "Yo soy", reivindica para sí el lugar de Dios.

Es el pastor enviado por Dios para visitar y buscar sus ovejas. Es Dios revestido de amor que viene a recibir a todos los hijos pródigos. Es el nuevo pastor del nuevo pueblo de Dios, de su iglesia, y de todos los que viven fuera, de los que no tienen pastor.

Jesús, el buen pastor, nos dice:

"Mis ovejas escuchan mi voz".

Escuchar la voz de Jesús, la voz de Dios, vaya tarea hermosa.

Con la cantidad de voces que nos llaman: la voz imperiosa del dinero, la voz violenta de la traición, la voz insinuante del sexo, la voz suave de la mentira, la voz atrevida de la diversión, la voz de los falsos amigos, la voz interior de mis miedos y de mis apetitos, la voz de la rabia y la rebeldía, de la injusticia y de la muerte.

En medio de esta bulla y caos de voces externas e internas, de voces de aquí abajo, una voz, una palabra que viene de arriba, la de Jesús.

Jesús sabe que es una voz más. No quiere forzarte. Te invita a escucharle. Su voz es distinta, su mensaje es diferente, su oferta es generosa, su poder es grande, su amor no se agota, su perdón es sin límites, su voz llega a todos pero sólo mis ovejas escuchan mi voz.

Ser de Jesús es escuchar su voz.

El comienzo de una amistad y de un amor está siempre en la escucha de una palabra, de un saludo, de una invitación.

El comienzo de la fe en Jesús está siempre en la escucha de su voz y de su palabra. La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también una relación divina.

Cuentan que Ulises, cuando regresaba a su patria Ítaca, ante los cantos de las sirenas, se tapó los oídos y se ató al mástil de la barca para no dejarse seducir.

Escuchar a Jesús, sí, pero ¿en qué dial, en qué canal?

¿Cómo distinguir su voz en este mercado de voces?

Aquí, en la iglesia, hacemos un esfuerzo por reproducir la voz de Jesús y ser fieles a su mensaje y escuchar juntos su voz.

"Yo las conozco".

Jesús conoce a sus ovejas. Conocer es más que saber un nombre y una dirección. Es tener la llave de la casa para entrar y salir. Es tener intimidad, es amar. Jesús ama a sus ovejas y da la vida por ellas. Nadie te conoce mejor, nadie te ama tanto como Jesús. Escúchale y déjate amar por Él.

"Y ellas me siguen".

Jesús es la palabra, la voz, el jefe, el líder, el buen pastor y el camino hacia la vida eterna.

Los cristianos somos los que escuchamos su voz, los que nos dejamos amar por Él y le seguimos a pesar de nuestros cansancios.

Esta comunidad no está hecha de santos, sino de pecadores que necesitan cada día ser curados y sanados por Jesús.

En esta comunidad todos somos ilegales, porque lo único ilegal aquí es el pecado, es el temor al pastor, es el adorar a otro Señor. Y de eso todos tenemos algo.

Jesús vino a ser el pastor de los que no tenían papeles para darles la tarjeta de hijos,

de los que no tenían Padre para darles a Dios,

de los que no tenían patria para darles el cielo,

de los que no tenían casa para ofrecerles su iglesia,

de los que no tenían perdón para perdonarles con su sangre,

de los que no tenían amor para ser Él su verdadero amor.

Y yo soy uno de esos. Y ojalá lo fueras tú también. Porque así serías hijo, tendrías un Padre, una patria, una casa , un perdón y un amor.

"Y de mi mano nadie me las quita".

La mano de Jesús y la mano del Padre nos sostienen. Dos manos para que podamos caminar seguros.

Tienes libertad para soltarte pero el buen pastor seguirá buscándote.

 

HOMILÍA 2

En Estados unidos hay personas que en los años en que se elabora el censo van casa por casa invitando a las familias a censarse, especialmente a las familias de los inmigrantes. En una ocasión, uno de los facilitadores del censo, preguntó a una madre por el número de hijos que tenía. Ella le dijo: pues está Pedro, Inés, Alvin, John…”No, no me diga sus nombres”, le interrumpió el facilitador, “dígame sólo los números”. La madre enojada le dijo: “No tienen números, todos tienen nombres”.

En el mundo en el que vivimos esto no nos sorprende, todos somos muchas veces un número, el del DNI o el IP del ordenador. Ese número y otros muchos números son nuestra verdadera identidad para los funcionarios que no ven personas sino números.

Para Jesús, el Buen Pastor, ninguno de nosotros somos un número, a todos nos conoce por nuestro nombre.

Yo soy el Buen Pastor, título hermoso con el que Jesús se autodefine. Pastor es la vocación más veces nombrada en la Biblia, de hecho el primer pastor fue Abel y pastores fueron Saúl y David antes de ser reyes de Israel.

Sólo Jesús es el Buen Pastor, sólo a Él se le adjetiva como kalós, bueno, el mejor.

El primer trabajo que tuvo que hacer Adán es dar nombre a todos los animales porque todos estaban a su servicio, era su señor. Jesús, nuestro Señor y Salvador, nos llama por nuestro nombre. Saber el nombre de alguien es ponerle cara, conocerle y tener relación de amistad con esa persona.

Yo soy el Buen Pastor, dice Jesús y nosotros somos sus ovejas, somos el rebaño de su propiedad. La identidad del cristiano viene dada no tanto por nuestras cualidades como por nuestra relación con el Buen Pastor.

Nosotros somos conocidos, alimentados, congregados y protegidos por nuestro Buen Pastor que, en su absoluta dedicación a los suyos, da incluso la vida por sus ovejas.

Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco

Y ellas me siguen

Y yo les doy la vida eterna y nadie las arrebatará de mi mano.

Nosotros, los aquí reunidos en este domingo de Pascua, somos las ovejas del Señor, somos su pueblo, somos sus hijos.

Proclamar la Palabra de Dios es la invitación que la liturgia nos hace para que escuchemos la voz, “mi Voz”, dice Jesús y la podamos distinguir de las miles de voces que solicitan nuestra atención en esta cacofonía de los medios de comunicación. Ni siquiera la voz del cura es muchas veces la voz de Jesús.

“Los que nos escuchan y nos observan tienen que poder ver en nuestras acciones lo que escuchan de nuestros labios y así den gloria a Dios, dijo el Papa Francisco el domingo pasado. Nuestra incoherencia dinamita la credibilidad de la Iglesia, añadió.

En una viñeta se veía una iglesia en la que los bancos, un domingo, estaban llenos de ovejas atentas y un perro enorme y vociferante ejercía de presidente y de predicador. En el último banco de la iglesia una oveja le decía a su compañera: “lo que queríamos de verdad era un pastor, pero nos han traído un gorila”.

No nos engañemos, el Buen Pastor es sólo Jesús. La voz que tenemos que escuchar es la de Jesús. El que nos conoce y quiere de verdad es Jesús. Al pastor que tenemos que seguir es Jesús. Sólo Él nos lleva a los pastos de la vida y la alegría. Y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Nosotros, las ovejas del Señor, podemos beber en muchas fuentes junto a otros muchos hombres, ovejas de otros pastores, pero nosotros sabemos de quien somos y a quien seguimos hasta el final del camino. Tenemos que orar mucho para que nada ni nadie, por más invitaciones que recibamos, nos separe del guía y guardián de nuestras almas.