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Dios
es. No necesita adjetivos idólatras. Es silencio.
Los
dioses, nuestros pigmeos, obra de nuestra imaginación, necesitan los grandes
adjetivos del diccionario.
Sus
fans los ensalzan, los veneran y coleccionan toda la basura, merchandising, que
producen, verdaderas reliquias para adornar sus altares.
Mortales
que son, viven en su lujoso confinamiento en silencio e indiferentes a los
suspiros de sus devotos.
Messi
no marca goles, LeBron James no encesta triples, Lady Gaga no canta, Enya
medita, Trump se tiñe el pelo, color oro, cada mañana y, dios celoso, exige
lealtad y adoración a su feligresía cada día más numerosa y vociferante, Leticia
no tiene quien la vista, Plácido Domingo llora detrás del telón, Putin se erige
en el protector del alma rusa...dioses de temporada, inventan nuevas piruetas
para sus incondicionales que ya preparan nuevas peanas para sus sustitutos.
En este
paisaje, vacío lunar, triste y silencioso, siento una pena inmensa por el hombre
más importante del mundo, el Vicario de Cristo. ¿Quién, en su right mind, puede
ostentar semejante título?
El
Papa, solo, sin acólitos, sin la claque boba que le sigue allá donde va, -se
llame como se llame el detentor del Gran Título,- celebra liturgias y pronuncia
homilías en la más densa y humillante soledad.
Como un
funcionario más del Dios que es, el que no necesita adjetivos, el Gran
Funcionario de Dios celebrará la Semana de las Semanas reducido al silencio en
el Templo frío de Google para unos fieles lejanos, asustados, perplejos y más
pasivos que en sus templos cerrados.
El
Coronavairus como metáfora puede ser el temido Apocalipsis, el último Aviso, la
Maldición universal, el poner a cada uno en su sitio.
Queda
la megalomanía de los dioses pigmeos reducida a su dolorosa realidad. Hombres,
no sois dioses, no usurpéis la identidad y los atributos que no os pertenecen.
Los
apóstoles, tras la muerte de Jesús, por miedo a los judíos, se encerraron en el
cénaculo detrás de unas puertas blindadas.
Hoy,
nosotros, los habitantes de este planeta, por miedo a Mr. Coronavairus hemos
convertido las mansiones, las casas, los apartamentos y las chabolas en
cenáculos. Todo,un cenáculo, menos los templos y las iglesias, vientres cerrados
y vacíos en la sala de maternidad.
En este
tiempo de pandemia hemos sacrificado en el altar de la seguridad nuestra
libertad e invertimos el tiempo en surfear la televisión y en exigir a Google
respuestas imposibles.
La
economía y los economistas, todopoderosos y omnipresentes en esta sociedad de
consumo, han perdido protagonismo. Los médicos y los científicos son hoy los
verdaderos sacerdotes del único bien que importa, el cuerpo y la vida de este
puñado de arcilla. Sus consejos son buscados y escuchados y sus recetas,
obedecidas con fe ciega, son milagrosas.
A las 8
P.M., las ciudades y los pueblos celebran un concierto de alabanza en los
balcones, templos aún abiertos, palmas, música, gritos, jaculatorias, trompetas
y acción de gracias a los sacerdotes de la vida efímera. Son el dedo de Dios que
quiere tocar el dedo de los adanes y las evas arrojados del paraíso.
No sólo
son necesarios sino que realizan las únicas “actividades necesarias”.
Los
sacerdotes, los funcionarios de la religión, los profesionales de la fe, los
acompañantes del pueblo de Dios, ahora entran a formar parte de los
no-mencionados, los no-necesitados, son el equipo de las “actividades no
necesarias”.
La voz
de los Obispos católicos: “No es necesario que la gente vaya a la iglesia a
rezar. Hay que aprender a rezar con el corazón”. “Prohibido entrar en la
iglesia. Prohibido bautizar. Prohibido confesar. Prohibidos los funerales”.
Están diciendo: la Iglesia es un “servicio no-esencial”.
La voz
del Patriarca ruso Kiyrill: “He estado durante 51 años pidiendo a la gente que
viniera a la iglesia a pesar de sus problemas personales y de las presiones
externas, y ahora me resulta poco menos que imposible pedirles que no vengan”.
Conozco
a más de un párroco que suspira: Qué alivio! Me han liberado de estas
“actividades no necesarias” del Triduo Pascual. Nada que preparar.
La vida
espiritual, anestesia total,no se queja, no sufre, no da trabajo… ¿Despertará?
Hay
verdades, las trascendentes, que no sirven para nada.
El
ámbito de lo ético y el ámbito de lo ritual no son rivales. El Decálogo
milenario los unifica y Jesús, atrevimiento divino, los simplifica.
Los
hombres, los de Iglesia incluidos, marginan el ámbito de lo cultual.
Los
católicos, las iglesias cerradas, comienzan a consultar y a wasapear los
horarios de los “servicios-no esenciales” a seguir en televisión estos días
santos.
Curiosidades.
En Pennsylvania distribuir cervezas, actividad necesaria.
En NYC
tener abierto el dispensario de cannabis, actividad necesaria.
En
Movera y en la calle Sevilla 19, la iglesia, mi pista de atletismo.
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