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La
Iglesia puede convertir el pasado en un ídolo.
La
idolatría, tentación de un ayer sacralizado, es el pecado del “siempre se hizo
así”.
Reducir
la Religión a un programa, a un catecismo, es instalarse en la idolatría del
funcionario satisfecho.
En la
Iglesia, presidida por Francisco, algo se mueve…
De la
Alegría del Evangelio al Praedicate Evangelium, sus enseñanzas tienen los ojos
en la frente, no en el cogote, para mirar al futuro. El pasado, -glorioso e
idolatrado-, ata, atasca y esclaviza.
Cuando
yo era niño y memorizaba el Astete aprendí que cualquier bautizado podía llegar
a ser Papa. Aprendí también que era más una broma que una verdad y media.
Desde
el día 19 de marzo, publicada la Constitución Praedicate Evangelium, se nos
anuncia, gran novedad, idea poco menos que revolucionaria, que para presidir uno
de los 16 Dicasterios de la Nueva Curia Vaticana no hace falta ser clérigo, no
hay que lucir la seda roja y principesca de la etiqueta imperial, basta estar
consagrado y ungido con la unción bautismal.
Hemos
cubierto la unción bautismal con tantas unciones y tan pesados ropajes que no la
encontrábamos, el tip del iceberg rojo deslumbrante, distracción mundana, nos
ocultaba y nos sigue ocultando lo esencial.
Las
arcas vaticanas no están para convocar un necesario Concilio Vaticano III.
El
Sínodo y La Constitución Praedicate Evangelium son los sucedáneos baratos que lo
suplen.
Los
laicos al poder en el Vaticano, pobre consuelo para el pueblo de Dios. Algo se
mueve, pasos de tortuga, pero algo se mueve en la Iglesia presidida por
Francisco.
Praedicate
Evangelium es la hoja de ruta para los funcionarios de la colmena vaticana, al
servicio de la Iglesia y del mundo, menos burocracia y más Evangelio, mejor,
sólo Evangelio, bajo la dirección del piloto de la barca, el Papa. Espero le
dejen aunque solo sea un cojín a Jesús en su barca.
16
Dicasterios son muchos Dicasterios. Si sólo hay UN Evangelio, un Dicasterio
basta.
Se
necesita una Curia, no más light, simplemente light, una Curia “en salida”,
ligera de equipaje como los hombres de la mar. ¡A descentralizar, a
desjerarquizar, a desvestirse!
Hombres
y mujeres, bienvenidos todos al Penthouse del Vaticano.
He
leído dos noticias últimamente que me han alegrado y demostrado que algo se
mueve en la Iglesia presidida por Francisco y que marcan el fin de la Iglesia de
Trento.
El
Obispo alemán de Essen ha dado licencia a 17 mujeres para ser ministros
ordinarios del sacramento del bautismo.
El día
19 de marzo Gertrude Knepper ejerció por primera vez este ministerio. Hubo gran
alegría en la Iglesia. No se trata de falta de curas. El bautismo, el carácter
bautismal de la Iglesia, no el clero, capacita a los bautizados a ser ministros
del bautismo. Algo se mueve…
Un
Obispo de Sicilia, avisado en sueños por el Espíritu, ha eliminado los padrinos
del bautismo y de la confirmación.
Los
curas, pequeños funcionarios de pequeñas iglesias, esclavos de las leyes y
regulaciones meramente humanas, hacen la vida muy difícil a los bautizados que
desean ser padrinos.
Yo,
dadas las circunstancias actuales de la vida más nómada que sedentaria, llamo a
los padrinos “comparsa” festiva. Toda la asamblea reunida es testigo y
acompañante de la fe de los niños y jóvenes.
Algo se
mueve en la Iglesia presidida por Francisco. Aún estamos muy lejos de la
revolución, de la Ecclesia semper Reformanda. El diaconado femeninino, en
estudio, y tantos otros grandes temas siguen en los cajones de la Curia
Vaticana, pero el Gran Dicasterio del Evangelio, sólo Evangelio, terminará por
desatascar e iluminar la Iglesia, la de Jesús.
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