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En una de esas tertulias de la radio en las que los contertulios hacen afirmaciones tajantes, dicen tonterías y, muchas veces, dejan entrever su ignorancia, una periodista, sorprendida e iluminada, hablaba de Barack Obama predicando desde el púlpito de la catedral católica The Holy Cross de Boston con gran ignorancia.
En América, todas las religiones están presentes y todos los días nace una nueva. Los púlpitos tienen su titular pero éste sabe compartirlo con los que tienen un mensaje inspirador y Obama, cristiano que se desayuna con la Biblia, siempre es elocuente e inspirador.
Obama, como presidente de la Unión, es el Commander in Chief y como consolador e inspirador acude a la Escritura “corramos con constancia la carrera que se nos propone” Hebreos 12,1) y ejerce el papel de Pastor in Chief, de párroco en jefe de la Unión.
Nuestros obispos, a muchos de sus curas, los conocen el día de su funeral y los despiden con la frialdad del funcionario. Obama se hace presente en las pequeñas y en las grandes tragedias que los hombres programan periódicamente en este país superviolento y superindividualista. El americano es el self made man, espera poco de los demás y labra su futuro en solitario en medio de esta epidemia de violencia y de esta fiebre en busca del oro.
Si Obama no fuera político podría haber sido un gran predicador. Lo ha demostrado en Boston, en Texas, en Jerusalén, en Newtown…La palabra es el arma del predicador y Obama la proclama con ardor guerrero y con fuego apasionado. Cuando sube a un púlpito sagrado o profano sabe inspirar, consolar y hacer reír a su auditorio.
“Era un hermoso día en Boston, un día que explica por qué un poeta escribió que esta ciudad no es sólo una ciudad, no es sólo un lugar. Boston, dijo, ”es el perfecto estado de gracia” y en un instante la belleza del día fue destruida. La celebración se convirtió en tragedia y por eso nos reunimos para orar, llorar y hacer recuento de nuestras pérdidas. Pero venimos también para recuperar ese “estado de gracia”. Con estas palabras comenzó Obama su homilía en un servicio religioso en el que se dieron cita todas las autoridades civiles y religiosas de la ciudad.
E Pluribus Unum, De muchos, Uno, así reza el Gran sello de los Estados Unidos. Frente a las diferencias superficiales: colores de la piel, lenguas maternas, religiones profesadas, estatus social, costa este vs costa oeste, el amor al país, el credo común, la fe profunda y la fuerza y el símbolo de la presidencia mantienen unido al país más diverso del mundo.
Y en el séptimo inning de cada partido de baseball, jugadores y público, firmes, cabeza descubierta y mano en el corazón, la bandera presidiendo y ondeando over the land of the free and the home of the brave, todos cantan el himno de la Unión.
Son muchas las teselas que dan forma a este gigantesco y estrafalario mosaico que es Estados Unidos. Nada más normal que alguna piececita falle y rompa el equilibrio y “ese perfecto estado de gracia” se convierta en culpa y se pierda por el pecado mortal de la violencia y de la ira.
Cuando estalló la noticia unos decían “que no sean musulmanes” y otros respondían ¿y si lo son qué importa? Lo sean o no, estos dos locos, no representan a los musulmanes americanos como los mafiosos italianos no representan a los italianos o los curas tridentinos no representan al clero católico.
Desgraciadamente decir musulmán es decir religión, es invocar el terrorismo, es buscar conexiones próximas y lejanas, es anatematizar la religión que, en éste y en otros casos más sangrientos, tuvo un papel secundario.
El próximo año, recuperado el estado de gracia, “el mundo volverá a esta gran ciudad americana a correr con más fuerza que nunca”.
“La Escritura, terminó Obama, nos nada “correr con constancia la carrera que se nos propone”. Mientras lo hacemos que Dios tenga muy cerca a los que nos han sido arrebatados demasiado pronto, que consuele a sus familias y que continúe velando por los Estados Unidos de América.
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