El Camino de Santiago de Compostela. Capítulo II.

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

.  

 


“El placer de ser rebaño es más antiguo que el placer de ser un yo; y mientras la buena conciencia se llama rebaño, sólo la mala conciencia dice “yo”. Así habló Zaratrusta

“He pasado un buen rato leyendo esta primera entrega del Camino”. Alberto

“El texto, como todos los suyos, me parece muy humano, profundo en su alegría y libertad”. Carlos

“La crónica resulta muy alegre y ocurrente, con esa chispa tan personal. Que el Señor te conserve ese talante festivo para bien de todos”... Antonio

A lo largo del Camino se viven y te recreas en largos silencios.

Los adictos al Camino, los solitarios, los que lo recorren de punta a cabo con la mochila a la espalda, sin concesiones a la comodidad, sin quejas ante las etapas de 40 kilómetros, los que tienen un por qué profundo, son personas maduras, a veces, muy mayores, estos no tienen tiempo para conversaciones ociosas ni para paradas técnicas en las tabernas-oasis, estos llevan una brújula incorporada en continua agitación y te adelantan sin más con un “Buen Camino”.

Algunos te dedican unos momentos sabrosos y los pierdes de vista. Estos peregrinos, es su duodécimo Camino, no sienten placer en ser rebaño, huyen de él.

En el Camino, siempre abierto, sin puertas en las posadas y los albergues, eres y no eres parte del rebaño. Haces cálidos encuentros y en seguida te desencuentras, hablas de tus pequeñas cosas, no presumes de nada, y guardas largos y maravillosos silencios. Equilibrio perfecto en este peregrinar cuasimonacal.

Los muchachos de la ESO, con su parloteo insustancial, no tienen nada que decir ni que decirse, son el contrapunto a esta procesión de peregrinos serios, necesitan gorjear como los gorriones o croar como las ranas, alegran y siembran el Camino de sonrisas. Bendita su Docta ignorancia. Sin pasado, peregrinan ligeros de equipaje, sin pecados, sin preocupaciones y sin interrogantes que responder.

Hacer el Camino no es un viaje en clase preferente ni siquiera un viaje en el vagón del silencio, es un viaje duro, por senderos pedregosos y solitarios, hasta el penetrante perfume, olor a las boñigas de las vaquitas rojas gallegas que aromatiza todo el Camino, termina resultando tan familiar que llega un momento en que lo echas en falta. Al final de cada etapa del Camino no te espera un hotel de cinco estrellas sino un camastro por 10 Euros.

Caminaba yo un día por medio de un camino rural, asfaltado y ancho, iba envuelto en mis pensamientos, en mi mundo interior, mar en calma, tan ajeno al mundo exterior que ni vi ni oí el coche que venía hacia mí. Acababa de leer los pensamientos sabios en El Muro de la Sabiduría y los iba masticando. Cuando levanté la cabeza, vi al conductor con los brazos alzados al cielo y cuando pasó a mi lado, me gritó: “Gilipollas, circule por su izquierda”. Ass hole, ¿cómo se atreve a cerrar la esclusa al flujo de mis pensamientos?, le grité.

En el Camino- (y por los caminos menos pintorescos y glamurosos en torno a la Residencia Betania)- he experimentado un flujo seminal de pensamientos humanos y espirituales, santos y eróticos incontenible. Desconocía yo los efectos secundarios, terapéuticos y sensuales y fotográficos del caminar.

Miles de peregrinos y miles de razones y motivaciones para hacer el Camino. A una señora que me adelantó la saludé con Buen Camino y me respondió medio enfadada: “Yo no soy una peregrina, soy una deportista”. No importa, disfrute del Camino, le grité.

Comentaba yo en el capítulo I el vocabulario básico del Camino y los que me lo comentaron no echaron en falta la palabra clave, el password del Camino, el que revela todo el misterio y te permite entrar y extasiarte ante el gran Show.

Santiago, los hombres de hoy tienen muchos santos: futbolistas, cantantes, deportistas, celebridades, samuraís...lo siento, pero tú no estás en su lista y es que los santos de Bernini, santos de sacristías, no les ponen high, no producen ya ningún subidón.

Durante la Misa de Peregrinos yo dormía junto a dos jóvenes coreanos. Ningún amén me despertó, no oí los aplausos al sermón del cura, tal vez dormían todos como yo.

Después del “Id, la misa ha terminado”, ahí comenzó la excitación, las exclamaciones, los wow, los flashes de los celulares y el murmullo de la fiesta.

El BUTAFUMEIRO, password y protagonista principal de la catedral, bailaba elegantemente, dramáticamente sobre las cabezas de los extasiados peregrinos.Todos despiertos, todos en pie, la catedral, gracias al Butafumeiro, recobraba todo su esplendor y los espectadores experimentaban el único orgasmo litúrgico.

Yo, nada amante de reliquias, casi todas falsas, me fui a abrazar con gusto a Santiago y como no había cola, todo era Butafumeiro, le hablé, sin prisas, al oído, de mis cosas, cosas pequeñas, yo sé que me escuchó e hicimos silencio.