El Evangelio de la Esposa de Jesús

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

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Un trocito de papel, tamaño de una tarjeta de crédito, ha revolucionado los departamentos de Teología y ha llenado los periódicos del mundo. Es la mejor noticia religiosa del año. Y entre esas 33 palabras una palabra de Jesús: “Mi Esposa”, todas las otras nos sobran.


De Jesús se ha dicho de todo en la literatura, el arte, el cine, en los sermones y hasta en las tertulias.


A Jesús le hemos colgado todos los adjetivos, todas las tendencias políticas, Jesús es de derechas y de izquierdas, y como fue hombre como nosotros para unos es heterosexual, gay para otros, amante de María Magdalena para muchos y para la Iglesia Católica es simplemente célibe.


A partir de ahora gracias a Karen L. King, directora del departamento de Teología de la Universidad de Harvard, Jesús tiene Esposa. Jesús, para consternación de los célibes y alivio de los curas casados, engorda la lista de los casados, aunque no hemos encontrado ni su partida de nacimiento ni el certificado de su matrimonio.


La Iglesia Católica aceptó como canónicos los cuatro evangelios que tenemos en el Nuevo Testamento y que leemos en las iglesias los domingos. Textos que no hablan de la sexualidad de Jesús.


El sexo, tema favorito de la Iglesia y de los confesores, es siempre demonizado. Sería una blasfemia imaginarse a Jesús en su última tentación deseando a María Magdalena.


Clemente de Alejandría describe así a un grupo de cristianos del siglo II: “dicen que el matrimonio es fornicación y enseñan que fue inventado por el diablo. Dicen con orgullo que imitan al Señor que ni se casó ni tenía posesiones y presumen de conocer el evangelio mejor que nadie”. Enseñanza que, con distintos matices y correcciones, se ha perpetuado hasta hoy.


Yo reprocho a mis miopes profesores de Teología que jamás mencionaran, discutieran o nos recomendaran la lectura de los evangelios apócrifos. Son un verdadero tesoro y son tan antiguos o más que los evangelios canónicos. Descubiertos en Nag Hammadi, Egipto, en 1945, demuestran que antes de que se inventaran las herejías y se quemara a los herejes convivían entre los cristianos visiones y descripciones de Jesús muy diversas y pintorescas y nadie era molestado. La ortodoxia y la herejía, según Karen l. King, no tiene nada que ver con la verdad o la falsedad sino con el poder. La mayoría define lo que es la ortodoxia y a la minoría se la califica de hereje.


El cristianismo del siglo I y II al no existir una jerarquía asfixiante ni un credo oficial ni un magisterio ex cathedra, podía expresarse y vivirse como comunión con Jesús sin necesidad de recetas catequéticas.. Nadie era aún el capitán del equipo de Jesús.


Elaine Pagels, experta en estos evangelios, dice que tal vez “no pertenecen al canon pero tampoco pertenecen a la papelera”. Reflejan una espiritualidad riquísima y predican que la divinidad se manifiesta como Sofía, como femenino, y se comunica a las mujeres que funcionaban como profetas, maestros, sacerdotes e incluso como obispos. 


El Evangelio de Felipe dice: “Eran tres los que siempre caminaban con Jesús: María, su madre, y su hermana y María Magdalena, la que era llamada su compañera. Jesús la amaba más que a las otras mujeres y solía besarla en la boca”.


Entre los judíos no existe la tradición del celibato, no es de extrañar que sus seguidores imaginaran a Jesús casado como cualquier otro judío.


Este diminuto fragmento de papiro no cambiará nada, pero nos hará hablar y conversar con un lenguaje nuevo y la palabra Esposa no nos intimidará y se desnudará finalmente de su ropaje místico e inalcanzable.


Si el documento es auténtico, su origen desconocido y como llovido del cielo, despierta muchas sospechas, se sumará a la lista de los evangelios apócrifos que contienen enseñanzas hermosas, interrogantes que no interesa responder y textos bellísimos. Los enemigos del celibato, que son legión, serán bendecidos aunque dudo sean liberados de la soledad.


Si el “Evangelio de la Esposa de Jesús” resulta ser moneda falsa no lo echaremos a la papelera, nos recuerda que los hombres, Jesús incluido, no somos ángeles ni queremos serlo. 


“No me ignores nunca…
Porque yo soy la primera y la última
Yo soy la alabada, y yo soy la despreciada.
Yo soy la puta y la santa.
Yo soy la esposa y la virgen.
Yo soy la madre y la hija…
Yo soy la estéril y muchos son sus hijos.
Yo soy la que su boda fue grande y no he tomado marido.
Yo soy la novia y el novio y es mi esposo el que me engendró”.
Thunder, Perfect Mind