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Dios no
necesita estadísticas.
Dios no es un número, no es ni siquiera el Número Uno, no necesita números. Dios
es.
Los
hombres, aguijoneados por el “demonio numérico”, viven pendientes de los números
de Wall Street, del Ibex, del likeo del Crédit Suisse, cantan números, comen
números y cuentan los ceros de la cuenta bancaria.
La
Iglesia Católica y todas las instituciones humanas miden la profundidad de su
superficie, su influencia y su poder por sus números. Los números camuflan sus
grandes carencias.
El
Vaticano acaba de publicar sus Números.
La
Buena Noticia es que sus Números son buenos. Dieciséis millones de nuevos
católicos, olvídense de la Iglesia en llamas, han engrosado sus filas en el
2020.
Buena
Noticia para los países pobres y jóvenes. África y Asia tienen buenos Números y
en las cosas humanas todo lo rigen los números. Los números son poder.
Las
Iglesias que crecen en número tienen futuro y poder.
La Mala
Noticia, para nosotros, es que la Iglesia es cada día menos romana, menos
latina, menos europea, menos occidental y menos subvencionada.
La
Iglesia Católica, ante nuestros ojos, se encoge y sus monumentales catedrales y
hasta sus pequeños templos le vienen grandes.
Templos
para, previo pago, visitas guiadas con una tablet parlante.
Te
sobra el cura, éste se hace presente en ocasiones muy especiales.
La
Iglesia en Europa está al borde del precipicio. Cierto, los abusos sexuales y el
celibato mal guardado no la precipitarán al vacío, pero sí han diezmado la
práctica de la fe. El Domingo ha dejado de ser un mandamiento y se ha convertido
en puro entretenimiento.
La
Iglesia, para los jóvenes, de short attention spans, es totalmente irrelevante y
hasta la palabra misma les resulta forastera e inoportuna.
La
Iglesia en salida, de bella metáfora a palpitante realidad, hoy, más de dos
tercios de los católicos de la vieja Europa viven ya fuera de sus fronteras. La
Iglesia ha dejado de ser una Religión occidental.
Pero el
57 % del clero, envejecido y más pesimista que el Kohelet, aún vive en Europa y
en USA.
Los
Obispos, resignados o indignados, presentan su renuncia a los 75 años. Los
sacerdotes, a esa edad, se arrodillan para que les carguen con otros diez años
más. Aquí los números no son poder, son mera incompetencia.
Según
las estadísticas vaticanas en Europa hay un sacerdote para 1.746 fieles,
mientras que en África hay uno para 5.089 fieles.
Son
muchas las iglesias que en Europa y en USA han cerrado sus puertas por falta de
“números” y las que aún permanecen abiertas las abren los sacerdotes venidos de
fuera.
La Vida
Religiosa, mutatis mutandis, vive las mismas turbulencias que la Iglesia y, como
el mundo empresarial busca ser más eficiente, más innovador y más competitivo
mediante el fenómeno de las fusiones, religiosos y religiosas se fusionan, no sé
si para ser empresas más
competitivas o para, como los salmones, nadar contracorriente al lugar de su
nacimiento y de su final.
El
Annuarium Statisticum Ecclesiae nunca causa grandes oleajes, tal vez porque los
números que calla son más relevantes que los que nos proporciona.
Los
“números” silenciosos de los catálogos, en estos tiempos grises, ofrecen
lecciones muy sabias y son invitación a la humildad y a la oración.
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