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“Vosotros
me veneráis, mas, ¿qué ocurrirá si vuestra veneración se derrumba? ! Cuidad que
no os aplaste mi estatua!”
La
afirmación, -los santos son una distracción mortal- es mucho más que una frase
ingeniosa, es una gran verdad, convicción profunda; cuanto más observo la piedad
miope de muchos católicos más convencido estoy de la verdad de mi intuición.
Sí,
preferimos el santoral a la Biblia. Las vidas de los “santos” higienizadas
revelan a sus fans sus virtudes heroicas, libres de grandes emociones, han
vencido la concupiscencia de los ojos y de la carne a base de cilicios punzantes
y de desmesuradas austeridades.
Me
cuentan que la fábrica de la santidad romana está atascada. Los funcionarios de
la santidad, en sus estanterías, tienen más de 1.500 dossiers que dictaminar,
son muchos los hombres y las mujeres a los que tienen que asignar un pedestal y
una estatua con corona.
La
Biblia es más cruda, más verdadera, porque es el retrato de los hombres con sus
pasiones desbocadas, sus rebeldías, sus idolatrías, sus adulterios y sus
pecados.
Me dice
una señora : “Yo no me apunto a las clases de Biblia porque la Biblia es pura
pornografía”. Y lo es. Es un libro XXX, solo para adultos.
El
Decálogo sinaítico clausurado ya no admite más pecados. No hay un undécimo
mandamiento.
Francisco
ha inventado algunos nuevos pecados, lo exige el signo de los tiempos, para
distracción de moralistas y de penitentes, pero el decálogo es terco y siempre
tendremos fijación en el sexto mandamiento.
Celebridades,
ayer Harvey Weinstein, hoy Plácido, individualmente o en manada...el
confesionario está en los juzgados y la prensa es el fuelle que aviva el fuego.
El
pasado, en esta sociedad hipersexualizada, se recicla en la cárcel.
“Lo
teníamos por santo”.
Leemos
en Romanos 3,10. “Según está escrito que, No hay nadie justo, ni uno solo”.
JEAN
VANIER, universalmente celebrado, fue tenido por santo y por héroe por sus
muchos seguidores.
Fundador
de l’Arche, lo tenía todo: una gran familia, dinero, doctorados, una gran
carrera...todo lo dejó para entregar su vida a las personas con discapacidades,
obra de misericordia que luce el sello de la santidad.
Juan
Pablo II describió L’Arche “como un signo dinámico y providencial de la
civilización del amor”.
Este
gigante espiritual donde nosotros vemos seres humanos rotos e inútiles, Jean
veía seres humanos asombrosos y bellos.
Todo lo
que se hace, lo bueno y lo malo, se grita desde los tejados.
Los
pecados de Jean Vanier, pecados contra el sex-to mandamiento, tuvo relaciones
sexuales con seis mujeres, han sido aireados y nos hemos sentido buleversados.
!Qué fuerte!
Un
hombre generoso, entregado, un “santo”, palabra mal usada y abusada, pero como
todo ser humano embarrado y poco arrepentido.
Después
de los premios, las medallas, las alabanzas, los títulos honoríficos y
académicos y los pedestales, ahora empiezan a desnudarlo, sin corona y sin
vestidos, es reducido a mero hombre, a simple pecador, es bajado de su pedestal.
Los
hombres me aplaudieron, me coronaron, me canonizaron y los hombres, no Papá
Dios, me lo quitaron. Que no os aplaste mi estatua.
Es muy
peligroso, pecaminoso, canonizar a los hombres en vida y también se corren
grandes riesgos canonizándoles post mortem.
Martin
Luther King a pesar de sus pecados contra el sex-to mandamiento, espiado por la
CIA, están grabados, no son habladurías y calumnias de sus enemigos.
Su
legado, su herencia espiritual y revolucionaria seguirá resonando por los siglos
y el tercer lunes de enero es y será Fiesta Nacional y su himno a la libertad y
a la hermandad, I Have a Dream, belongs to the ages. Es un Gran Hombre, no por
ser perfecto, sino porque como un nuevo Moisés acercó a sus hermanos un poco más
a la tierra prometida.
Jean
Vanier, escandalera aparte, rasgarse las vestiduras ante las inconsistencias de
la naturaleza humana, resulta hipócrita, fue un modelo de vida encarnada e hizo
presente, en este mundo egoísta, el mensaje de Cristo.
Sus
libros, manantiales de agua limpia y fresca, y las 153 comunidades de l’Arche,
donde hombres y mujeres con grandes discapacidades son tratados como personas
preciosas, seguirán siendo oasis de amor y de alegría, comunidades en las que se
vive el perdón y la fiesta.
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