!Y
pensar que la UNESCO ha declarado el “toque manual de las campanas” patrimonio
inmaterial de la humanidad!
!Y pensar que el lenguaje del “toque manual de las campanas” sólo lo entienden y
atienden los mayores de 80 años!
!Y pensar que, hoy, los feligreses de Saint-Merri de París escuchan el mismo
sonido de campanas que escuchaban los feligreses del siglo XIV!
Durante siglos el lenguaje de las campanas convocó a los habitantes de los
pueblos a las tareas comunitarias y a las tareas celebrativas en el templo.
El campanero iniciaba la conversación desde el campanario, identidad visual, eje
de lo humano y de lo divino, su mensaje oído y descifrado, todos respondían con
prontitud.
Cuando la vida era comunitaria y, a pesar de que los trapos sucios se lavaban en
casa, todos eran conocedores de los chanchullos e intimidades de vecinas y
vecinos. El bar, la plaza y la iglesia eran lugares de encuentro y de ¿sabías
que…?
Cuando la vida era comunitaria y los acontecimientos del pueblo concernían a
todos, las campanas hablaban y los predicaban.
El campanario, identidad sonora, lo mismo hablaba de nacimientos y bautizos que
de muertes, de bodas que de la misa de 12, de fuegos que apagar que de las horas
y turnos de zofra.
Cuando la vida era comunitaria el oficio de campanero era necesario, hoy, somos
menos o nada comunitarios, constatación que duele, incluso en los que dicen
vivir comunitariamente.
¿Quién necesita al otro cuando toda la información y todos los chismes los
recibe vía wasap?
¿Quién necesita el lenguaje de las campanas cuando el ruido del televisor, de la
radio o del móvil eclipsa cualquier otro lenguaje?
¿Quién necesita un texto escrito cuando un EMOJI es más elocuente que una
inspirada metáfora? Zánganos de colmena. Pendejos digitalizados, que no
digitales.
Sólo los mayores entienden y atienden al mensaje de las campanas.
Sólo los que tienen experiencias y han vivido al son de las campanas y hasta
conocen sus nombres y distinguen sus sonidos .
Sólo los que distinguen los sonidos de los ecos, los que, ajenos a las
pendejadas posmodernas, siguen necesitando el bar, la plaza y la iglesia para
encontrarse y escuchar ¿sabías que…?
Las campanas suenan tristes dice la canción. Los turistas duermen, no les
despertéis al son de campanas, deja que duerman campanas y turistas.
Pastriz, Viernes Santo, 5 de la tarde, llegué a la iglesia y toqué las campanas
para convocar a la comunidad a los oficios, toque de difuntos.
En seguida se formó una cadena preguntando, ¿sabes quién se ha muerto? Después
de muchas llamadas alguien contestó: ha muerto Jesucristo y anda suelto
Barrabás. Te espero en la iglesia.
No me toques las campanas, viejo. Envíame un EMOJI, BRO.