EL CARDENAL MARTINI 

Y EL P. FÉLIX DÍEZ

P. Félix Jiménez Tutor, escolapio.....

.  

 

El Cardenal Martini, desconocido por el gran público, fue una celebridad para los cristianos de Milán, más de 200.000 personas desfilaron ante su féretro expuesto en la catedral, y para todos los que suspiran por una Iglesia diferente.

Martini era la voz discordante y atrevida en el coro disciplinado y silente de los obispos.

En su última entrevista publicada por el Corriere della Sera, días antes de su muerte, entonó su oficio de tinieblas y esperanza para una Iglesia que, en sus palabras, “lleva 200 años de retraso”.

El Vaticano, aliviado, tiene un crítico menos, saludó su muerte con frialdad y brevedad: “Era un pastor celoso y un gran investigador bíblico”.

Cuentan que Martini, candidato al pontificado del ala progresista de la Iglesia entró en el cónclave del 2005 apoyándose en un bastón, -bastón que no necesitaba,-, hábil estratagema pensada para que lo descartaran del cargo. Ratzinger fue el elegido. Triunfó la Iglesia del pasado. ¡Qué distinta habría sido la Iglesia de Martini!

“La Iglesia está cansada. Nuestra cultura ha envejecido, nuestras casas de culto son grandiosas pero están vacías y el aparato burocrático sigue creciendo”.

La Iglesia, creo yo, lleva siglos de retraso, con Constantino se imperializó, se jerarquizó, se burocratizó y desde entonces más que añorar sus pobres orígenes añora las viejas glorias de un pasado imposible y nada deseable.

Martini en su diócesis de Milán fue el eje de un gran  y permanente diálogo. Preocupado por los problemas reales de los cristianos, los ateos y los agnósticos, todos fueron sus compañeros de viaje, a todos escuchó y de todos aprendió.

A nadie le satisfacen las respuestas de un catecismo inmutable frente a la vida siempre conflictiva y cambiante.

El contacto con la gente le llevó a dar respuestas nuevas y a pedir cambios radicales que tienen que empezar por la cabeza, es decir, por el Papa y los obispos.

A Martini le preocupa el divorcio y quiere sanar el segundo matrimonio dándole validez.

Le preocupa la contracepción y es partidario del uso del preservativo contra el sida.

Le preocupa la escasez de sacerdotes  y pide un sacerdocio sin celibato.

Le preocupa la marginación de la mujer en la Iglesia y pide su inclusión en el ministerio.

Preocupaciones reales que al Vaticano no le preocupan. Al Vaticano le preocupa, indignaos, el latín y crea una Academia para la enseñanza del latín. ¿Es acaso el latín uno de los signos de los tiempos? Me suena a broma.

Hay que agradecerle al Cardenal Martini, persona cualificada y con autoridad, su valentía para decir lo que tantos cristianos de base piensan y no dicen, lo que tantos obispos piensan y, por miedo, callan.

Mueren los Cardenales y mueren los hombres sencillos y los curas y todos tenemos alguien que nos quiere y llora y olvida.

El 4 de septiembre a las 8:15 conversaba por teléfono con el P. Félix Díez para darle las buenas noches y desearle un feliz y profundo sueño y a las 10:30 se dormía para siempre.

Yo quería al P. Félix Díez, a pesar de nuestras diferencias, y nadie me intimidaba a la hora de saludarle con unos besos. El día 3, la víspera, le visité por última vez, le di un beso y le dije que estaba muy afeitado y sus mejillas sabían bien. Me dijo: no te preocupes, de esta voy a salir.

Yo sé que no soy el único que quería al P. Félix. Después de 50 años, trabajando como un burro en Soria, son muchos los exalumnos que cuentan anécdotas, comentan sus miedos y alegrías en su clase, recuerdan broncas y ánimos del profesor de matemáticas, conocido por todos como “el huevo”.

Fue duro y tierno, colérico y apacible, exigente y comprensivo son sus alumnos y sobre todo exigente consigo mismo. Presumía, con razón, de no haber perdido ni un solo día de clase a lo largo de toda su vida, eso se llama perfect attendance que es premiada y reconocida en las aulas y en la cadena de trabajo a los que no han faltado ni un solo día a su obligación. Sí, era esclavo del deber, de la ley, algo que yo siempre le criticaba.

Me imagino, no pude estar en Soria para su funeral, los besos ya no eran posibles, que él que no tuvo ningún premio por su perfect attendance, tuvo sus 15 minutos de gloria póstumos con los aplausos, los comentarios cariñosos y con la oración sentida de todos sus amigos y algunos enemigos.

Desde esta página de HERALDO SORIA me atrevo a pedir a Don Carlos Martínez, Alcalde de Soria, se le dedique una calle de la ciudad a un hombre que la sirvió fielmente durante 50 años enriqueciendo con su saber a miles y miles de ciudadanos que pasaron por su clase.

Este podría ser el premio y el agradecimiento a un soriano de adopción.