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Doctores
tiene la Iglesia que os sabrán responder.
En
tiempos remotísimos, antes de la televisión y de Internet, el extinto catecismo
del padre Astete que aprendíamos en los bancos de la iglesia, ante los misterios
que no nos interesaban, nos remitía a unos doctores más misteriosos que los
misterios ignorados.
Yo, los
domingos, remito con frecuencia a mis feligreses a Google, el doctor que lo sabe
todo. Pregúnteselo a Google que lo ve, sabe y está en todas partes. A mis
simpáticas nonagenarias les sobra Google porque ni esperan ni quieren saber
nada.
Hoy he
preguntado a Google por el número de especies ya extinguidas o en peligro de
extinción. Interesante baile de cifras. He aprendido que algunas especies, las
que están en peligro de extinción, son custodiadas en reservas carísimas, como
piezas de museo, para que las contemplen los turistas y otras especies amantes
de lo exótico y primitivo.
La
única cosa que Google no sabe es cuando se extinguirá la especie humana.
Definitivamente Google no es Dios.
Yo no
soy uno de esos que van besando los árboles centenarios para tener donde grabar
un corazón, una flecha y una fecha. Todo tiene su tiempo dice el Qohelet, su
tiempo de nacer y su tiempo de morir. A mí no me impresiona ni mi propia
extinción.
Lord
Carey, ex-Arzobispo de Canterbury, ahora tiene su sede en la Cámara de los Lores,
sí sabe que “dentro de una generación la Iglesia Anglicana se habrá extinguido y
que si no se invierte en la gente joven no habrá futuro para nadie”. Sólo le
regala 25 años más de vida. Atrevimiento profético de este hombre de Dios que
muchos comparten y otros muchos quieren acelerar.
¿Qué
Arzobispo celebrará su funeral y echará la llave del chiringuito?
Esta
profecía la hizo el 16 de noviembre 2013. Más que una profecía es la crónica de
una extinción anunciada. Llevamos ya muchos años como el Rey Baltasar
contemplando la misma visión: “unos dedos de mano humana se pusieron a escribir
en la cal del muro del palacio real y el rey vio el trozo de una mano que
escribía: tienes los días contados, te falta peso, tu reino ha sido entregado a
los persas”.
Son
muchos los que han profetizado y siguen profetizando el fin de la religión en el
primer mundo. La religión en la vieja Europa está llena de arrugas, los síntomas
de la enfermedad los perciben mejor los de fuera que sus acríticos y arrugados
consumidores de productos reciclados.
El
diagnóstico que hace Lord Carey lo podemos suscribir al pie de la letra los
católicos. Más que hermanos separados, somos hermanos reñidos por razones de
herencia.
“En
muchos lugares de Inglaterra las iglesias están en dificultades, los sacerdotes
viven inseguros, acobardados, les falta confianza; un sentimiento de derrota se
palpa en el ambiente. La carga se antoja muy pesada y la alegría del ministerio
ha sido sustituida por un sentimiento de angustia”.
Existe
un gran pesimismo en el ambiente clerical, resignados y sin energías, aceptamos
una realidad que nos aplasta. Somos muy pocos y muy viejos.
A la
Iglesia Anglicana, con mujeres sacerdotes y mañana ordenadas obispos, le quedan
25 años de vida, al clero católico de Europa, si no encontramos piezas de
recambio, nos quedan 24 años.
La
religión, tal como la hemos conocido y vivido los mayores de 60 años, tiene los
días contados, le falta peso y se le dará a otros.
El
hombre del siglo XXI no tiene nada del homo religiosus tradicional: el hombre
que reza, que va a la iglesia los domingos, que peregrina, que lleva medallas,
que cree en dogmas imposibles y en credos ininteligibles, que tiene miedo a
vivir en pecado porque cohabita, es gay, usa anticonceptivos…esta religión tiene
que morir. Para los jóvenes de hoy ya ha muerto porque no saben para qué sirve
la iglesia, porque desconocen la enseñanza oficial de la Iglesia y si la conocen
la ignoran y desprecian. Estos jóvenes son una especie en peligro de extinción o
más exactamente una especie ya extinguida.
“Cielo
y tierra pasarán. Mis palabras no pasarán”, profecía de Jesús es más
escatológica que presente.
Todas
las religiones cuanto más estáticas más pasajeras, cuanto más pesa el aparato
jurídico y controlador menos pesa el factor divino, cuanto más humana menos
transcendente y menos religiones, cuanto más celebremos el pasado menos futuro
tenemos.
O’Brien
pidió a Winston, héroe de la novela 1984, brindar por el futuro. Winston le dijo
mejor brindar “to the past”, - por el pasado-. Brindemos por el pasado es más
importante.
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