Los más sabrosos encuentros y las
más largas conversaciones bíblicas tienen lugar junto a un pozo. Pastores y
pastoras abrevando ovejas, Arcadia caliente y sudorosa a mediodía.
Jesús de Nazaret, cansado y sediento en su peregrinar a la gran ciudad, rompió
la barrera religiosa y étnica, sentado en el brocal de un pozo, en una
conversación inapropiada y hasta punible.
Jesús, buen pastor, intercambia su agua con la del cántaro de la samaritana. Dos
enamorados jugando con las palabras.
Conversación sobre el “agua viva”, gratis, la de la espiritualidad y el agua de
la samaritana, la de los seis maridos, la de la Coca Cola, la de la religión
organizada, negocio disfrazado. Jn 4,5-42
7 de la mañana, encuentro en el comedor, lugar donde los religiosos de la
comunidad , se quieran o no, se encuentran y se saludan o no.
Domingo tercero de Cuaresma, día del Señor y de las samaritanas, conversación
feliz, fecunda, sorprendentemente gozosa, digna de ser contada a los vecinos de
escalera y del pueblo.
Hoy, me digo, va a ser un buen día, luce el sol y el cierzo, oh sorpresa, hace
huelga.
Mordisqueo mi queso curado y lo acompaño con trocitos de manzana y sorbos de
cafe latte, me sabe a gloria
Me acompaña un hermano de comunidad. Éste, fijos los ojos en la pantalla del
móvil, me ignora.
Le miro y le pregunto: ¿Alguna buena noticia? Sorpréndeme.
No busco noticias, no converso con las noticias, me responde.
¿Entonces qué miras? Le pregunto.
Me miro en Facebook. Yo soy la noticia. El espejo me sirve a la hora de
afeitarme, pero yo necesito más espejos para sentirme vivo, para correrme, para
que otros se recreen conmigo.
Yo soy la noticia. Facebook es mi espejo.
Termino mi café y me despido. Santo domingo. No rompas el espejo.